En Brasil, “la presencia de la religión evangélica en el escenario político puede convertirla en un enemigo a ser confrontado por la sociedad”
El país afronta unas nuevas elecciones con un clima de polarización creciente. “La disputa por el voto evangélico ha pasado a contar mucho”, dicen los analistas, que también enfatizan el papel de las redes sociales en la política brasileña.
BRASILIA · 29 DE SEPTIEMBRE DE 2022 · 10:00
Desde hace años, Brasil vive alojado en una campaña electoral que el próximo domingo 2 de octubre inicia su final, cuando se celebre la votación de la primera ronda de las elecciones presidenciales. Al menos, un final provisorio.
Si las últimas elecciones, en 2018, estuvieron marcadas por la ausencia de Lula da Silva y el descubrimiento de la figura de Jair Bolsonaro, que acabó convirtiéndose en presidente del país, los actuales comicios vuelven a estar marcados por estos dos nombres. El de Lula, que regresa a una candidatura presidencial después de que en septiembre de 2021 la Corte Suprema de Brasil anulase todas las sentencias que existían contra él, como resultado de la operación anticorrupción Lava Jato. Y el de Bolsonaro, que llega a la votación después de los últimos cuatro años en el gobierno y con el reto que siempre supone la reelección.
Además de estos dos candidatos, que son los que probablemente mantendrán el pulso hasta la segunda vuelta de los comicios (que se realizará el 30 de octubre de 2022, a no ser que alguno de ellos obtenga más del 50% en la primera votación), el panorama político brasileño da muestras de un espectro tan variada como cualquiera pueda llegar a imaginarse. Desde antiguos nombres destacados de la industria pornográfica nacional, hasta la obsesión por la legalización de la marihuana del candidato a diputado federal Dário de Moura, o el también candidato a diputado federal Maurício Souza, leyenda nacional del voleibol que fue oro olímpico en Río de Janeiro 2016.
No obstante, lo anecdótico queda reservado a la Cámara de Diputados o al Senado. En la carrera presidencial, se espera que la atención de los 148 millones de votantes estimados por la Corte Superior Electoral se enfoque en las candidaturas de Lula y Bolsonaro. “Tenemos una docena candidatos, en total, pero ocho de ellos prácticamente no puntúan en las principales encuestas”, explica a Protestante Digital el doctor de Ciencias de la Religión por la Universidad Metodista de São Paulo y profesor del programa de máster en Teología de la Facultad Teológica Sul Americana (FTSA), Marcos Simas.
El abismo de la polarización
Si en 2018 la gran ansiedad que acusó la sociedad brasilera fue el incremento de la polarización, sobre todo entre partidarios del Partido de los Trabajadores y de Bolsonaro, la grieta de entonces llega a estas elecciones convertida en un abismo. “El apuñalamiento a Jair Bolsonaro evitó que los demás candidatos realizaran los ataques habituales que se dan en una campaña electoral ante la delicada situación. Con eso, al final de la primera vuelta, vimos que los otros candidatos estaban extenuados y, de hecho, la disputa ya terminó en un clima de polarización”, asegura Alexandre Brasil Fonseca, doctor en sociología dedicado especialmente a la investigación del colectivo evangélico en el país sudamericano.
“Algunos candidatos buscan, en medio de la polarización actual, presentar una tercera vía, o una vía alternativa. Entre ellos se encuentran principalmente Ciro Gomes y Simone Tebet”, puntualiza Simas, que aclara que menciona estos nombres porque son dos de los pocos candidatos aparte de Lula y Bolsonaro que consiguen acumular “porcentajes en las encuestas”.
Por lo demás, dice, “esta campaña muestra señales de estar más polarizada que la anterior”. “De hecho, existe la tendencia a que las campañas se polaricen cada vez más en los próximos años, en gran parte porque el uso de las redes sociales está aumentando sin reflexión ni educación, incluso entre personas de mayor edad y de nivel educativo avanzado. Estas herramientas deben permitir a sus usuarios ampliar la pluralidad de sus pensamientos e ideas, pero por el contrario, están provocando la fragmentación en ‘tribus’ y la consiguiente censura de los debates que son una parte importante de una sociedad democrática”, lamenta Simas, que también ha participado en una amplia reflexión sobre las elecciones en Brasil para la revista Christianity Today.
Fonseca llega a considerar que, para estos comicios, “ninguna opción política aparte de Lula o Bolsonaro se ha presentado como efectivamente viable”. “Lula ha establecido una amplia alianza que reunió a sectores de centro y centroizquierda. Bolsonaro ha permanecido aislado, pero ninguna otra figura ha mostrado músculo para ser competitivos en estas elecciones”, subraya.
Las elecciones y el problema de la desinformación
Una de las últimas encuestas del Instituto Datafolha daba a Lula la victoria en primera vuelta con el 47% de los sufragios. Sin embargo, cuesta considerar datos con una polarización tan arraigada en el país. “Nuestros institutos de investigación han girado alrededor de este conflicto y algunos de ellos tienen una credibilidad muy baja por errores, inclinaciones ideológicas y las críticas que circulan en las redes sociales sobre ellos, a menudo con contenido falso y sin garantías, planteando una mentira aparentemente pequeña e inofensiva para desacreditar a personas e instituciones”, señala Simas.
“Esa es una de las razones por qué las redes sociales acaban convirtiéndose en una nueva ‘herramienta’ de investigación para muchos incautos que imaginan que todos los demás piensan como ellos. Sabemos que esto no es más que el resultado de la Inteligencia Artificial y los algoritmos”, añade. “Las redes sociales son un factor muy importante en estas y las próximas elecciones y necesitamos reflexionar sobre esto de manera amplia y profunda para no permitir que una mayor desgarro en el tejido social, ya que con estos medios todo se intensifica y se multiplica más rápido y casi ilimitadamente”, remarca Simas.
Aunque esta influencia de las redes sociales y la desinformación han contribuido a la polarización, según coinciden Simas y Fonseca, “es posible identificar que tanto Lula como Bolsonaro tienen una cuota consolidada de simpatizantes y sobre esa base existe un fuerte rechazo a sus opositores”. “Esta lógica de polarización es complicada y aporta poco a la democracia. Bolsonaro y Lula tienen algunas características comunes, pero no son equivalentes”, asegura Fonseca.
La moral y la economía, los aspectos centrales de la campaña
Cuestiones como la economía, la seguridad y las relacionadas con los debates éticos y morales dibujan las grandes líneas de interés general de cara a las elecciones de octubre. “Por parte de Bolsonaro, el foco ha sido afirmar un peligro ideológico de que la izquierda regrese al poder y temas como la defensa de la familia y una posición contra el aborto. Por otro lado, el discurso de Lula se ha centrado en las preocupaciones sociales, el papel del Estado y la necesidad de establecer un liderazgo conciliador en Brasil”, explica Fonseca.
Todavía con el recuerdo de la pandemia del coronavirus, que en Brasil ha dejado más de 686.000 muertos, dice Simas que cada “bando ideológico” ha determinado ya a su “enemigo” para las elecciones. “Por un lado estaría el conservadurismo, que es calificado erróneamente de fundamentalismo religioso por quienes no lo respetan ni lo comprenden, rayando en el desprecio. Y, por otro, el progresismo, que estaría tratando deliberada y sistemáticamente de ‘destruir’ tradiciones, especialmente cristianas, llegando así a las familias”, señala.
“Al parecer, asistimos a un ‘desprendimiento’ de la gran masa de la población en relación con algunas élites nacionales, principalmente urbanas, como la académica, la económica y la cultural, que pretenden forjar una nación de modales progresivos”, apunta Simas. “ Y no estoy hablando solo de los cristianos evangélicos, sino también de católicos y de otras religiones que entienden que algunas agendas son demasiado ‘avanzados’, especialmente en lo que respecta a las pautas morales”, añade.
“Este grupo conservador”, dice Simas, “se mantiene firme en sus ideas, que se debaten y consolidan en el día a día de las familias y en los ambientes religiosos de asistencia semanal. Y esto se extiende a ámbitos y grupos de ocio, e incluso del trabajo, en el que todos se entrelazan y no tienen acceso a la multiculturalidad que tienen las clases más acomodadas”, agrega.
Este doctor en Ciencias de la Religión compara el escenario actual a “una guerra en la que, por un lado están la academia, los grandes medios, las élites culturales y una parte de la élite económica urbana, y por el otro estaría la clase obrera, con su participación en el sistema religioso nacional conservador, y la élite económica emergente, ubicada principalmente en la agroindustria, cuya fortaleza geográfica se encuentra en las zonas de interior del país”.
En este sentido, considera Simas, lo primero que deberá afrontar el próximo gobierno es el hecho de “tratar de amenizar esa polarización”. “Creo que a partir de esta toma de conciencia por parte del próximo presidente y su equipo, así como los derrotados, será necesario construir un camino de diálogo y respeto por el bien común”, remarca. “Otro gran desafío sería la creación y ejecución de un proyecto económico que no beneficie solo a uno u otro grupo, ni a una clase social en detrimento de otra. Una economía que piensa en crecer de forma sostenible y a largo plazo. También hay que pensar en distribuir los ingresos, y este es un problema nacional crónico que viene de lejos”, explica Simas.
La peculiaridad del voto evangélico
En medio del debate político, indica Simas, “existe una enorme confusión a partir de la entrada en campaña de un nuevo agente activo, que ya se produjo en la anterior y que es todavía más evidente en la actual: la presencia y la participación de la religión cristiana evangélica en el escenario político nacional, con consecuencias futuras en la esfera pública”. “Esto puede volver a la religión cristiana evangélica en un nuevo tipo de ‘enemigo’ a ser confrontado por la sociedad, lo que ciertamente traerá enormes daños a su imagen para las próximas generaciones de nuestro país”, defiende Simas.
Esta es una realidad que de la que los candidatos son conscientes, según explican los analistas. De hecho, unas elecciones en brasil se han convertido a lo mismo que semanas de publicaciones con referencias a los evangélicos por parte de los principales medios generalistas, que en muchos casos abordan la realidad haciendo notar su desconocimiento. “Es en el segmento evangélico donde Bolsonaro logra tener mayor apoyo entre quienes menos ingresos tiene; sector en el que hay un apoyo más expresivo a Lula y que representa la mitad de la población”, señala Fonseca.
“La disputa por el voto evangélico empezó a contar mucho y eso ha llevado a ambas candidaturas a buscar estrategias concretas”, subraya este sociólogo especializado en el análisis del panorama evangélico en Brasil. “Los líderes de la mayoría de las principales iglesias pentecostales y los pastores apoyan con entusiasmo la reelección de Bolsonaro. Lula, en cambio, tiene entre los evangélicos un mayor desafío, siendo el sector en el que peor desempeño tiene. Lo que se propone para Lula y el Partido de los Trabajadores es identificar un formato en el que su candidatura dialogue con los miembros de la iglesia, ya que el camino hacia la mayoría de los líderes es limitado”, agrega Fonseca. En este sentido, Lula ha conseguido el apoyo público de Marina Silva, reconocida candidata evangélica a las últimas elecciones y que concurre a las de este mes de octubre como diputada federal por el Estado de São Paulo.
Para Simas, “es importante delimitar qué sería esa ‘iglesia evangélica’” de la que tantos hablan como una abstracción en Brasil. “Durante siglos, en Europa y en Brasil, el catolicismo moldeó la mentalidad de la mayoría de los que analizan u opinan sobre las religiones cristianas, especialmente este grupo comúnmente conocido como ‘evangélicos’ […] Este grupo tiene una multiplicidad y una pluralidad sin fin […] Entonces, en última instancia, podemos entender que en la mayoría de las iglesias, incluso el denominacionalismo ya no funciona como un factor unificador, dando lugar a la complejidad de las iglesias locales y el personalismo de sus líderes locales. Por lo tanto, este intento de ‘catolizar’ a la iglesia evangélica, como un grupo social homogéneo, no encaja en un análisis serio y responsable”, advierte Simas.
Por eso, la bancada evangélica, insiste Simas, “no refleja esta complejidad de la ‘iglesia evangélica’. De hecho, la agenda de esta bancada a veces es cerrada, pero no refleja exactamente la pluralidad teológica y social de un grupo de aproximadamente 65 millones de personas, de zonas rurales y urbanas, con diferentes antecedentes educativos, diferentes clases sociales y razas, intereses colectivos y a menudo en desacuerdo entre sí y con su sistema de creencias y prácticas”, observa.
Sin embargo, Simas también coincide en la generalización de que la población evangélica en Brasil “defiende pautas conservadoras en cuanto a la moral y se posiciona más al lado de la derecha”. “Esta ‘derecha’ política se mezcla con el discurso religioso, provocando una gran confusión en la cabeza de los observadores”, alerta.
Un grupo evangélico que, según Simas, también se ha visto afectado por el impacto de las redes sociales. La constante conectividad, las 24 horas del día y los siete días de la semana, dice, “hace que la agenda se unifique ya no desde un líder que centraliza creencias y debates, pero desde laicos difusores de ideas y conceptos, que se empoderan a medida que sus publicaciones son comentadas y elogiadas”, añade Simas.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Internacional - En Brasil, “la presencia de la religión evangélica en el escenario político puede convertirla en un enemigo a ser confrontado por la sociedad”
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