La división política en Brasil se arraiga entre las comunidades protestantes
Las elecciones de octubre son inciertas. Los candidatos evangélicos tan sólo se concentran en la defensa de los valores tradicionales, mientras que los creyentes partidarios de Lula lo justifican por sus políticas sociales.
BRASILIA · 10 DE MAYO DE 2018 · 12:00
El dibujo político de Brasil es incierto. El impeachment, o juicio político, que expulsó del poder a la ex-presidenta, Dilma Roussef, en abril de 2016, ha evidenciado la división establecida en el país. División entre los defensores del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), de Rousseff y el otro ex-presidente, Lula da Silva, y sus detractores, divididos entre grandes empresarios y terratenientes y sectores conservadores de la población, entre los cuales se cuentan muchas comunidades protestantes. Y no parece que las elecciones de este octubre vayan a resolver esta confrontación.
A esta falta de claridad en el destino político brasileño se le suma un ambiente de violencia que ha crecido considerablemente en los últimos años y que está relacionado con el conflicto de la tierra en el país. Según informa Le Monde Diplomatique, en 2016 murieron 61 activistas del Movmiento Sin Tierras, mientras que el pasado 2017 llegaron a 70. El asesinato en marzo de la concejala del Ayuntamiento de Rio de Janeiro por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), Marielle Franco, también ha tenido un notable impacto. Un hecho que la Aliança Cristã Evangélica Brasileira ha condenado en un comunicado público.
Tensiones que se han producido en pleno juicio contra el ex-presidente Lula da Silva, condenado y encarcelado desde el mes de abril por un delito de corrupción en el marco de la operación Lava Jato que investiga el desvío ilegal de dinero público a través de la petrolera Petrobras y de la constructora Odebrecht. Las confrontaciones derivadas de todo este proceso también se han arraigado entre las diferentes comunidades protestantes del país.
EL JUICIO A LULA
“El proceso judicial en el que se ha visto involucrado el presidente Lula ha estado caracterizado por una negación del derecho de la defensa y por una condena sin la debida y necesaria comprobación del crimen del que se la acusaba. Constituye una muestra de persecución ideológica”, explica el coordinador del Frente de Evangélicos por el Estado de Derecho y pastor de la Comunidad Cristiana Reformada en Sao Paulo, Ariovaldo Ramos.
Una opinión situada en el extremo opuesto a la del periodista Jarbas Aragão, que defiende que Lula “fue juzgado por tribunales de dos instancias, por el Tribunal Supremo de Justicia y por la Corte Suprema”, y añade que “su alegación es que no existen pruebas, pero nadie da un recibo conforme que está recibiendo dinero corrupto”.
Para Aragão “está muy claro para la mayoría de los brasileños cree que Lula y el Partido de los Trabajadores son culpables”. Sin embargo, el rechazo hacia la figura del ex-presidente no está relacionado exclusivamente con la acusación de corrupción. “El Partido de los Trabajadores ha colocado el marxismo cultural en las universidades y gran parte de la prensa, presentando como buenas ideas el aborto o el matrimonio homosexual”, considera Aragão.
“La mayoría de los evangélicos tiene una pauta moralista”, lamenta Ramos, “y han pasado a considerar el capitalismo neoliberal como parte de su confesión de fe”, dice respto a las alternativas políticas que se han presentado.
LA AGENDA EVANGÉLICA EN BRASIL
Donde sí coinciden Aragão y Ramos es en el reconocimiento de las políticas sociales que ha implementado el Partido de los Trabajadores a lo largo de los dos mandatos de Lula y del mandato y medio de Dilma. “Admito que hubo un periodo en que la economía estuvo bien e hicieron cosas buenas por los más pobres”, comenta el periodista, “pero con el tiempo percibimos muchos perjuicios a largo plazo”.
Por su parte, el pastor Ramos remarca que “durante los tres mandatos que el Partido de los Trabajadores ejerció el gobierno federal, llevó a Brasil un crecimiento económico extraordinario y erradicó el hambre promoviendo un movimiento socioeconómico que sacó de la pobreza a 40 millones de personas”. Aunque también reconoce que “dejó de hacer reformas de base, como la tributaria, la agraria, la urbana, la política o la de gestión de los medios de comunicación”.
Las opiniones vuelven a diverger cuando se mira la actualidad. Después del cese de Rousseff, el entonces vicepresidente, Michel Temer, accedió al poder. Temer, del Partido del Movimeinto Democrático Brasileño (PMDB), también está acusado de corrupción pasiva y su popularidad ha caído en picado desde 2016 hasta llegar al 4% en abril de este año, según la Asociación de Comunicación Política. Arivaldo Ramos le acusa de estar “tras el golpe de Estado contra Dilma” y reitera que “no tiene apoyo popular porque ha seguido su pauta neoliberal y ha aumentado la desigualdad social en el país, con la anulación de los derechos de los trabajadores”, en referencia a la Reforma Laboral que el gobierno de Temer aprobó en 2017.
También la Aliança Cristã Evangélica Brasileira afirma en otro comunicado que “la larga y profunda crisis que atraviesa Brasil deja un rastro de impactos negativos sobre el sistema de producción, el mercado de trabajo y la calidad de vida de las familias brasileñas”.
Para Aragão, en cambio, “ha hecho cambios importantes en la economía y el país está algo mejor”, aunque reconoce que “está lejos de ser un buen presidente”.
DIFERENTES POSTURAS ANTE LAS ELECCIONES
Los comicios presidenciales que se celebran el 7 de octubre, en primera vuelta, y el 28 del mismo mes, en segunda, concentran ahora toda la energía de este debate. Todas las voces coinciden en que Brasil es gobernable pero no en los candidatos, que según la Aliança “ya se ofrecen, algunos saliendo de tumbas, otros llamando la atención de manera más radical y otros disimulando sus verdaderos compromisos políticos e identidades ideológicas”.
Para el coordinador del Frente de Evangélicos Brasileños por el Estado de Derecho y pastor, Arivaldo Ramos, “el único que puede ejercer el liderazgo con el reconocimiento necesario es Lula da Silva”, que continúa manifestando su intención de presentarse como candidato por el Partido de los Trabajadores a pesar de que la legislación se lo impide. “Pienso que si se impide a Lula participar de las elecciones, la persona que él indique tendrá grandes posibilidades de asumir el liderazgo de la nación”, prevé Ramos.
Aragão se concentra en los precandidatos (la campaña electoral todavía no ha empezado) denominados como cristianos, aunque no cree en una victoria clara para ninguno. Se refiere a la ecologista y ex-ministra de Medio Ambiente con Lula y miembro de Asambleas de Dios, Marina Silva, que ya presentó su candidatura a la presidencia en 2010 y 2014 sin llegar nunca a la segunda vuelta, Cabo Daciolo, expulsado del PSOL y que ahora se ha convertido en precandidato del partido Patriota, y el católico y ex-militar del Partido Social Liberal (PSL) Jai Messias Bolsonaro. “Bolsonaro es quien tiene más oportunidades. Él defiende los valores conservadores y cristianos y hay mucha esperanza de que sea el cambio que necesita el país porque su nombre no está involucrado en los escándalos de corrupción. Muchos pastores defienden la suya como la mejor candidatura”, señala Aragão.
“Hay algunos candidatos que intentan acercarse al mundo religioso, entre ellos candidatos que se consideran evangélicos”, apunta el pastor Arivaldo Ramos, que considera que “el voto evangélico se va a dividir porque cualquiera de estos candidatos tiene posibilidades de conquistar esos sectores”.
LA DIVISIÓN ES REAL
La crisis de convivencia ideológica en el país también es una realidad en la iglesias. Las convicciones espirituales juegan un papel importante en la agenda electoral y en el Congreso Nacional, donde la Banca Evangélica ha tratado de homogeneizar la representación protestante sin el consentimiento de todas las comunidades. “La división entre los evangélicos causada por el golpe contra Dilma no va a ser fácilmente superada porque, más que establecer una ruptura ante el cuadro político, ha denunciado la división ideológica dentro del campo evangélico”, dice Ramos. “Creo que a medio plazo comenzaremos a convivir mejor con las diferencias pero eso, durante un tiempo, va a generar el surgimiento de nuevas comunidades evangélicas con cortes ideológicos más claros donde las diferencias ideológicas no sean tratadas como crisis de fe”, insiste.
Por su parte, la periodista y comunicadora en la Aliança Bíblica Universitária de Brasil (ABUB, equivalente a GBU en España), Jessica Grant, insiste a través de un escrito en el poder de las relaciones entre creyentes. “Me parece muy importante posicionarnos y luchar por lo que creemos, pero creo que la manera en la que lo hagamos cuenta cada vez más para la profundidad de nuestra acción y que nuestras relaciones pueden ser la clave de la transformación”.
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