Romanos 13 y los impuestos
Este texto nos proporciona el marco por excelencia para un gobierno que se orienta a la Biblia, es decir, un Estado que se limita a lo esencial: seguridad ciudadana, el castigo del crimen y el cobro de impuestos por servicios prestados.
18 DE DICIEMBRE DE 2024 · 12:30
Todos conocemos el dicho popular: “En la vida hay solo dos cosas que son seguras: la muerte y los impuestos.” Por lo tanto, no está de más que nos ocupemos de la “pareja” de la muerte, que es la Agencia Tributaria. Para comprender mejor lo que Pablo escribe, es necesario entender el contexto de sus palabras.
En el artículo anterior examinamos lo que la obediencia a la legítima autoridad implica y lo que no. A partir del versículo 6 del capítulo 13 de Romanos, Pablo entra en otro tema que está relacionado con la autoridad y que nos toca a todos: los impuestos.
El imperio romano se destacaba por su excelente infraestructura. Una persona podía viajar dentro de sus fronteras a pie o montado en caballo con gran facilidad. Pablo, por ejemplo, utilizó la Vía Sebaste en su primer viaje misionero y la Vía Egnatia en su segundo viaje, cuando se desplazó de Filipos a Tesalónica. Al mismo tiempo, se podía viajar con cierta facilidad en barco por el mar Mediterráneo. Pablo aprovechaba estas posibilidades continuamente. Roma se encargaba de limpiar sus aguas de piratas, de la misma manera como mantuvo el orden público en tierra en todo el imperio. Fue tan eficaz que la primera parte del siglo I se conoció como la de la Pax Augusta, un período de tranquilidad, bienestar y seguridad que vio nacer a nuestro Señor y Salvador. Mantener esta infraestructura y su protección tenían un costo. Por estos servicios, el Imperio Romano cobraba impuestos y aranceles aduaneros. Este hecho está detrás de la afirmación de Pablo en Romanos 13:6.
Los impuestos en el Imperio Romano variaban según la región y la época, pero algunos de los más comunes incluían:
● Un impuesto directo sobre la propiedad que podía variar entre el 1 % y el 3 %.
● Un impuesto en especie, principalmente en forma de grano, para mantener al ejército y la administración.
● Impuestos indirectos sobre bienes y servicios, como el comercio y el uso de infraestructuras.
En general, los ciudadanos romanos podían esperar pagar entre el 5 % y el 10 % de sus ingresos totales en impuestos. Sin duda, comparado con la carga tributaria actual en Europa, Roma era un paraíso fiscal.
Los impuestos que personas como Mateo y Zaqueo cobraban antes de convertirse por bienes que entraban o salían de Jerusalén oscilaban entre un 3 y un 5 % del valor de la mercancía[1]. Un recaudador de impuestos tenía la libertad de quedarse con una cantidad adicional a su discreción. Es sorprendente que la tasa total, mordida discrecional incluida, estaba muy por debajo de lo que hoy se cobra de IVA en España y la mayoría de los países de este mundo.
Cada servicio tiene su precio
El versículo 7 se basa en el principio de “dar al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”. Pablo no dice que solo debemos pagarlo cuando nos parece justo. El principio para el creyente es: cumplir con la obligación. Las autoridades romanas prestaban un servicio y por este servicio había que pagar.
Es crucial recordar que es Dios quien tendrá al gobierno por responsable cuando abusa en el campo de los impuestos y hace un uso inmoral e indebido de las recaudaciones de los ciudadanos. Un gobierno que despilfarra el dinero recaudado de forma injusta está bajo la ira de Dios y se enfrentará a su juicio correspondiente.
Incluso cuando el Estado actúa de manera corrupta, no es prudente enfrentarse directamente a quienes ostentan el poder. Es más inteligente y eficaz usar las herramientas que el Señor nos ha dado para resolver la situación. Debemos orar por las autoridades y a veces esta plegaria se resume en la oración más famosa de la Biblia: “...y líbranos del mal”. Dios se encargará del resto a su tiempo. Es sorprendente, que raras veces he escuchado esta oración en un culto público.
La iglesia y sus miembros están llamados a pagar por los servicios que el Estado facilita, pero sin convertirse en parte del sistema. Es fundamental no olvidar que Juan describe a Roma como una bestia con siete cuernos.
En una serie de artículos como este no podemos entrar en muchos detalles exegéticos. Pero creo que las líneas maestras de Romanos 13:1-7 quedan claras:
a. En Romanos 13:1-7, Pablo habla de una situación ideal
Quienes viven bajo regímenes dictatoriales desarrollan una gran habilidad para leer entre líneas. La verdad a veces se dice en clave y así ocurrió también en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, ningún exegeta cree seriamente que Pedro escribió desde Babilonia (1 Pedro 5:13), y del mismo modo, los creyentes del primer siglo sabían que la bestia con el número 666 representaba al emperador Nerón.
Asimismo, ningún creyente en Roma pensaba que el emperador y el senado actuaban siempre como debían: castigando a los malos y alabando a los buenos. Por eso, en 1 Corintios 6:1-3, Pablo se expresa con claridad: ante la frecuente ineficacia de la justicia pública, es necesario establecer un sistema de justicia interna en las iglesias en cuanto a litigios legales.
Otra conclusión es que la autoridad del Estado solo es legítima cuando este cumple su función como instrumento de Dios. Si no lo hace, la Iglesia se convierte, por definición, en una amenaza para un gobierno injusto. Esta es la razón teológica de 2000 años de persecución de la Iglesia. Los gobiernos injustos intuyen el peligro que representa un grupo que adora a Jesucristo como único Dios y Salvador. Y es importante recordar el desenlace de este enfrentamiento: finalmente caerán quienes abusan de su poder. La iglesia, sin embargo, goza de buena salud, particularmente en aquellos lugares donde es perseguida, mientras los tiranos de todo tipo acaban en el vertedero de la historia. Nadie toca a la niña de los ojos de Dios de forma impune. También Roma tenía que aprender esta lección.
b. La Biblia advierte del abuso: imperios son bestias
En la Biblia, los imperios se caracterizan a menudo por su representación como animales feroces. El imperio romano, sin ir más lejos, es representado en Daniel 7:7 y Apocalipsis 13:1 como una bestia salvaje y devoradora. Encontramos comparaciones similares para Babilonia, Medo-Persa y la Grecia de Alejandro Magno y sus seguidores.
c. El principio de la resistencia legítima
Romanos 13 no se refiere explícitamente a este principio, solo lo implica de forma indirecta. Sin embargo, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento se aplica la clausula Petri, el principio que Pedro expresa en Hechos 4:19: “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. Esto implica, con absoluta certeza, la opción de la resistencia pasiva en áreas donde existe abuso de poder estatal (véanse los ejemplos en el artículo anterior). En casos extremos, y para evitar crímenes mayores, esto puede incluso implicar una resistencia activa de ciertas personas, siguiendo los principios propuestos por el reformador escocés Juan Knox y llevados a la práctica por el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer.
Entre 1940 y 1943, el pastor evangélico Dietrich Bonhoeffer participó activamente en el movimiento para derrocar a Hitler, mediante un golpe de Estado si fuera posible o un asesinato si fuera necesario. En 1944, en el patio de la prisión de Tegel, un compañero de prisión le preguntó a Bonhoeffer cómo podía justificar él, como cristiano y teólogo, la resistencia activa a Hitler.
Bonhoeffer respondió en presencia de los guardias con una imagen: “Si un conductor borracho circula a toda velocidad por la avenida central de Berlín, la labor del pastor no puede limitarse a enterrar a las víctimas del loco y consolar a sus familiares, sino que era más importante arrebatarle el volante al borracho”.[2]
d. La estrategia de la Iglesia es: evitar la confrontación directa
La iglesia hace bien en evitar la confrontación directa con el Estado siempre que sea posible. Pablo lo expresa claramente en 1 Timoteo 2:1-2: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por … los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”.
El Reino de Dios avanza de forma imparable, por lo que no debemos ser los primeros en buscar la confrontación. Nos conviene fomentar los intereses del Reino de Dios en un marco de tranquilidad y paz. Mientras el Estado se limita a sus funciones divinamente ordenadas, debe contar con el apoyo de la Iglesia. En cuanto el Estado transgreda los límites de su autoridad, siempre tendrá en el cristiano individual y en la Iglesia una voz discrepante y opositora.
e. Nuestra actitud básica frente a la autoridad
De forma muy concreta, quiero terminar este artículo con seis principios que definen nuestra actitud frente a cualquier autoridad legítima:
1. Los cristianos nos esforzamos por ser trabajadores diligentes, honrados y responsables. Somos ciudadanos ejemplares a quienes les importa nuestra ciudad, nuestra provincia y nuestro país.
2. Rechazamos la deshonestidad, la violencia y el abuso en todas sus formas. Siempre estaremos a favor de la libertad y de que el Estado intervenga lo menos posible en nuestros asuntos privados y en los de la iglesia.
3. Pero siempre resistiremos al mal, no importa en qué forma se nos presente. Y ante la duda, obedeceremos a Dios antes que a los hombres.
4. Respetaremos al Estado, pero no lo idolatramos; como iglesia, nos ayudaremos mutuamente y resolveremos nuestros propios asuntos.
5. Cumpliremos las leyes, incluso las más absurdas, siempre que no contradigan a lo que Dios nos manda. En aquellos casos donde el Estado declare legal lo que Dios ha prohibido, nos opondremos firmemente.
6. Los cristianos buscamos el cambio de forma no violenta, a través de la proclamación del evangelio, nuestro ejemplo y la oración. Pablo en ningún lugar habló contra el aborto en el imperio romano; sin embargo, los cristianos intentaron proteger a mujeres con embarazos no deseados, cuidaban de niños destinados a morir después de nacer, construían hospitales, se negaban a luchar en guerras injustas y no adoraban a los emperadores. Pablo nunca lo dijo explícitamente. Pero se entendió.
Finalmente, quiero observar un aspecto importante: Romanos 13 nos proporciona el marco por excelencia para un gobierno que se orienta a la Biblia. En este pasaje se describe un Estado que se limita a lo esencial: seguridad ciudadana, el castigo del crimen y el cobro de impuestos por servicios prestados. Ni por asomo indica Pablo que el Estado, como el leviatán descrito por Hobbes —un Estado con poder absoluto—, se convierta en nuestra niñera o en el gestor de nuestra felicidad. Resulta sorprendente que casi nadie se fije en lo que Romanos 13 no dice. Y las implicaciones de lo que no dice son de gran envergadura.
Quizá el mayor peligro no sea un Estado que nos persigue, sino un Estado que nos adormece con la promesa de bienestar a cambio de nuestra obediencia ciega y el silencio cobarde. Romanos 13 nos recuerda que nuestra lealtad final no es al César, sino a Dios.
Notas
[1] https://egrove.olemiss.edu/aah_journal/vol13/iss2/11/
[2] https://www.domradio.de/artikel/dem-rad-die-speichen-fallen-zum-75-todestag-von-dietrich-bonhoeffer
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