¿Sigue Dios actuando en la historia?

Es Dios el que mide la maldad de los pueblos y que decide cuándo sus pecados colman el vaso de su ira.

26 DE OCTUBRE DE 2022 · 11:18

Imagen de <a target="_blank" href="https://pixabay.com/es/users/geralt-9301/?utm_source=link-attribution&utm_medium=referral&utm_campaign=image&utm_content=4646317">Gerd Altmann</a> en Pixabay.,
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

El juicio empieza con la casa de Dios, pero allí no termina. También aquellos que no forman parte de la casa de Dios tendrán que rendir cuentas delante del Señor y serán juzgados. Esta es la razón porque los profetas del Antiguo Testamento solían pronunciar sus mensajes primero a Israel y luego a las naciones. Este principio -como hemos visto en el último artículo- no ha cambiado en el Nuevo Testamento. Para que nos entendamos: estamos hablando de un juicio en la historia y no al final de los tiempos - sin excluir lo último.

Me permito recordar lo que Pablo dijo a los intelectuales griegos, reunidos en Atenas: “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación(Hechos 17:26). En otras palabras: Dios es el Señor de la historia y lo es no solamente en el Antiguo Testamento.

Vale la pena entrar un poco en el tema del juicio divino sobre pueblos enteros. El proceso de estas actuaciones de Dios - en espacio y tiempo - se llama “historia”. No en vano, los historiadores anglosajones dicen “History is HIS story” (la historia es SU historia). Es la historia de un Dios que actúa a través de bendiciones y maldiciones hacia la humanidad. Muy raras veces los historiadores cristianos toman en cuenta este aspecto. Una vez más, la Iglesia ha bebido de las fuentes de los secularistas en vez de desarrollar una cosmovisión propia.

Y de nuevo quiero enfatizar: aquellos que posponen teológicamente este juicio de Dios al final de los tiempos no tienen en cuenta todo lo que implica desobedecer a Dios. No solo habrá un veredicto final, sino antes habrá un veredicto y un juicio divino en la historia. En realidad no existe algo como una “historia secular” porque esto implicaría que Dios no tiene un propósito con la historia y que no actúa en espacio y tiempo. Es la idea de un Dios que solamente se ocupa de cosas espirituales.

Vamos a ver unos ejemplos. El mejor lugar para empezar es el libro de Daniel donde el profeta recibe de parte de Dios una visión de la historia, pero no desde un punto de vista secular, sino divino. Se menciona la secuencia de cuatro reinos y sorprendentemente los expositores se ponen de acuerdo: hablamos de Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Cada reino cede el paso al otro por juicio divino y por las injusticias cometidas.

Que es así lo vemos claramente en la caída del primer imperio. Conocemos la historia de parte de historiadores seculares antiguos como Heródoto y Jenofonte y de las crónicas de los persas. Pero solo la Biblia nos explica que Babilonia cayó por un acto blasfemo de Belsasar que era la gota que colmó el vaso de la paciencia divina (Daniel 7).

También del historiador griego Heródoto viene la versión secular (una epidemia) del fallido intento de los asirios de conquistar Jerusalén (2 Reyes 19). La Biblia nos indica que Dios intervino a través de un ángel. Son dos perspectivas del mismo acontecimiento. Pero el de la Biblia es más completo porque nos explica detalles desconocidos y nos habla del propósito de este juicio.

Lo mismo ocurre con la muerte de Herodes Agripa I. Hay una versión secular de la pluma de Flavio Josefo que menciona una enfermedad letal como causa de fallecimiento y una versión que relata el acontecimiento desde una perspectiva divina en Hechos 12: fue un ángel que le fulminó.

Si volvemos al Antiguo Testamento se pueden encontrar razones porque el gran zigurat de Babilonia, llamado “torre de Babel” en la Biblia, no fue terminado (Génesis 11). Dios nos revela en su Palabra que fue por la arrogancia y soberbia de los pueblos implicados y que fue el Señor que tomó cartas en el asunto, actuando como testigo, juez y ejecutor de la sentencia.

Pero existe otro elemento curioso en la actuación de Dios con los pueblos que debe mencionarse: la adoración de dioses ajenos como punto clave del juicio divino. Además, la idolatría suele estar acompañada de comportamientos sexuales que Dios no tolera. Es un fenómeno que es fácil de detectar a lo largo de la historia. Y dicho sea de paso: la idolatría actual de nuestro entorno está acompañada del mismo fenómeno. Es exactamente la línea de argumentación de Pablo en Romanos 1. El cuento de hadas del “noble salvaje”1 en los ojos de Dios sencillamente no existe, por cierto por la misma razón porque no existe un “noble civilizado”: no hay cultura inocente. Estamos más bien hablando de una supresión consciente de la verdad divina y el resultado es el juicio divino. Es por eso “Dios los entregó a la inmundicia…”2. Y Dios pedirá cuentas tanto a los pueblos como a los individuos por esos pecados.

Un pasaje que es muy esclarecedor de este principio se encuentra en Levítico 18:24-30. No es casualidad que este texto bíblico -que explica la actuación retributiva divina- viene justamente después de la estricta prohibición de los pecados sexuales. En este pasaje encontramos la razón teológica del juicio contra las naciones.

Este texto nos explica que una tierra se contamina por los pecados de los pueblos. Vale la pena recordar que los pecados sexuales no son iguales que los demás sino forman una categoría aparte por una característica que tienen y los distingue de todos los demás: contaminan a todo el cuerpo (1 Corintios 6:18). Y en consecuencia, contaminan toda una tierra.

Este pasaje nos aclara unos principios interesantes y preocupantes:

  1. Los pecados sexuales de una nación llevarán a una “expulsión” de la cultura que se rebela contra Dios. (v. 25)

  2. El pueblo de Dios es llamado a no participar en estos pecados (v. 26)

  3. Los pecados sexuales “contaminan” una tierra (v. 27)

  4. Hay una amenaza particularmente en contra de personas que cometen este tipo de pecados (v. 28).

Los que argumentan que este mandamiento se refiere a una situación específica y que no tiene relevancia para hoy deberían aportar argumentos, sobre todo tomando en cuenta lo que Jesucristo dijo en Mateo 5:17 que no había venido para abrogar la Ley. Decir que todo esto fue abrogado con la venida de Cristo es argumentar que tampoco los 10 mandamientos tienen relevancia hoy como principios éticos vinculantes para todo el mundo. Esto sería otra forma de suplantar la Ley de Dios por una ética situacional de corte humanista, aplicable según los criterios de la última moda.

Pero el pasaje de Levítico 18 no es el único pasaje que se puede considerar en este contexto. Veamos por ejemplo Jeremías 18:7-10.

Argumentar en contra de la aplicación de este texto es aún más difícil porque Dios habla aquí de principios generales. Y nada en el texto o en el contexto indica en lo más mínimo que este principio tiene fecha de caducidad.

Aquí el resumen de este pasaje:

  1. Es Dios quien destruye y trae juicio sobre una nación (v. 7)

  2. Dios anuncia sus juicios por sus portavoces (profetas) y si hay arrepentimiento, la nación se salva (v. 8). Este es el trasfondo de la misión del profeta Jonás a la capital de Asiria, Nínive. En este caso hubo arrepentimiento y la capital y el imperio asirio se salvaron del juicio de Dios.

  3. Dios puede retirar la bendición que derramó sobre una nación si la misma empieza a desobedecer sus normas éticas. De nuevo podemos poner el ejemplo de Nínive: 250 años más tarde la destrucción de Nínive fue anunciada por el profeta Nahum. Los asirios habían despilfarrado la bendición de Dios y su veredicto se cumplió con la destrucción por Babilonia que ocurrió en el año 612 a.C.

Este último punto es precisamente la razón porque Dios anuncia juicios contra naciones paganas que ni siquiera estaban directamente relacionadas con Israel.

Como hemos visto en Levítico 18:25: la tierra vomitará a las naciones que viven en desacuerdo con las normas de Dios, como si de algo inadecuado se tratase y además en el momento establecido por Dios. Un buen ejemplo de este principio son los amorreos, la más fuerte de los pueblos que habitaban en Canaán y que en su momento invadieron otros pueblos, entre ellos los egipcios. Dios anunció a Abraham siglos antes de que ocurriera que serían expulsados de su tierra ya razón fue su maldad. Es Dios el que mide la maldad de los pueblos y que decide cuándo sus pecados colman el vaso de su ira (Génesis 15:16).

A mí me parece que a nosotros nos ha tocado el triste privilegio de presenciar que se ha colmado el vaso de la paciencia de Dios con nosotros. Los pecados de nuestra sociedad rebelde, desobediente y soberbia que desafía día tras día de una manera cada vez más audaz la paciencia de Dios son la evidencia de ello. Tal vez veremos pronto caer la última gota que colma el vaso de la ira de Dios sobre una cultura que se basa en la rebeldía y la desobediencia al Señor.

 

Notas

1 Rousseau, Jean-Jacques (1990). Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Madrid: Alianza. p. 256-257

2 Romanos 1:24

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