Palabras llenas de poder
Tus palabras fueron como suaves dedos acariciando mi espalda... Los humanos poseemos la capacidad de comunicarnos por medio del lenguaje hablado. La lengua es un miembro pequeño con un grandioso poder. Puede utilizarse para azotar o acariciar, criticar o alabar.
30 DE OCTUBRE DE 2008 · 23:00

Poseen las palabras un enorme alcance, llegan a ser una poderoso herramienta a la cual el hombre tiene acceso y que en determinados momentos malutiliza, empleándola como arma para desprestigiar el lenguaje, dejándolo maltrecho por el incorrecto uso.
Cuando al hablar proferimos algún desacertado e incómodo vocablo, no sólo provocamos daño en el receptor del agravio, además hacemos que el dador de las palabras no sea glorificado por medio de ellas.
El empleo indebido de frases hace del orador un instrumento letal para los receptores más sensibles. Hay expresiones duras, cargadas de una crueldad que hiere sin consideraciones. Revestidos algunos términos con el aguijón venenoso de la ira, se desparraman cual nociva pócima y hacen que la belleza del lenguaje quede ajada en los labios de quien no sabe apreciarlo.
En contraposición, existen vocablos hermosos pronunciados por bocas que se detienen a lamer las palabras y extraerles el sabor dulcísimo que éstas poseen. Lo más relevante no ha de ser el envoltorio con el cual las revestimos, sino el contenido en sí de lo que queremos declarar.
Admiro a quienes son portadores de un léxico envidiable, personas que conocen sobradamente la gramática y saben componer excelentes discursos.
Sin embargo, adulo aún más a esos seres que sin poseer tales habilidades hablan con delicadeza, eximiendo vulgaridades, sin profanar con vanas palabras. Personas incapaces de aglutinar frases que puedan producir desazón en los oídos ajenos.
Por lo general, dichos comunicadores desconocen los entresijos de la lingüística, el buen conjugar de los verbos, pero tales carencias quedan mitigadas por una sencilla manera de expresión, que carente de ornamentos, muestra una sinceridad en vía de extinción.
Es un privilegio poder expresarse mediante el habla, ofrecer información, comunicar sentimientos. Pero mayor dádiva es ser capaz de oír al creador de La Palabra, escuchar sus consejos y sentir ese alborozo inusual al comprobar como Dios se hace pequeño acercándose hasta nosotros para susurrarnos frases tiernas al corazón.
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