De la falsa precisión doctrinal y la rectitud moral
Algunos de esos ídolos abundan en el campo cristiano mucho más de lo que imaginamos. Podemos llegar a creer que están dentro de los parámetros espirituales “más elevados”. Pero son ídolos.
06 DE AGOSTO DE 2025 · 13:00

En su libro titulado “Dioses que Fallan”, el conocido autor Timothy Keller –ya con el Señor- abordaba con maestría el tema de los ídolos y la idolatría en esta época tan aparentemente libre de los ídolos y tan “progresista”. Algunos de esos ídolos abundan en el campo cristiano mucho más de lo que imaginamos. Los vemos, pero no los calificamos como ídolos porque no creemos que lo sean. Al contrario, podemos llegar a creer que están dentro de los parámetros espirituales “más elevados”. Pero son ídolos. No importa lo seguros que estemos sobre la bondad y autenticidad de nuestra posición. Por ejemplo, Keller menciona algunos ídolos:
“Crear un ídolo a partir de la precisión doctrinal, el éxito en el ministerio o la rectitud moral conduce a un conflicto interno constante, a la arrogancia, al fariseísmo, y a la opresión de aquellos que no piensan igual. Estos efectos tóxicos de la idolatría religiosa han provocado el desafecto extendido del mundo respecto a la religión en general y el cristianismo en particular. Pensando que ya hemos dado una oportunidad a Dios, nos volvemos a otras esperanzas, lo cual tiene consecuencias devastadoras.” (“Dioses que fallan” -Timothy Keller- P.129)
Sinceramente, sé lo que quiere decir el autor de las palabras citadas, cuando se refiere a “la precisión doctrinal” y “la rectitud moral”. En cuanto a la “precisión doctrinal” se hace de ello un “ídolo” cuando –entre otras cosas- el que predica cree que lo ha hecho bien solo porque se ha ajustado “milimétricamente” al texto bíblico, sin tener en cuenta otros aspectos relacionados con el propósito de la predicación y la enseñanza.
A propósito, recuerdo ahora lo que decía aquel enseñador chino del siglo XX, Watchman Nee: “Algunos predicadores creen que han predicado bien por el hecho de creer que se han sometido de forma minuciosa el texto bíblico”[i] Por cierto no había que irse tan lejos como la China para aprender la misma lección. Pero es verdad que se puede ser muy preciso en la predicación y exposición bíblica sujetándose “minuciosamente al texto bíblico” pero dejar a las almas hambrientas. Por eso W. Nee añadía que el propósito de la predicación y la enseñanza es el de “transmitir vida”. Algo que en muchos casos estaría lejos de esa realidad, pues “una cosa es hablar y otra dar trigo”, salvo por la misericordia de Dios que, pasando por encima del propio predicador usa su Palabra para bendecir al hambriento espiritual.
Pero por haber llegado a ser un ídolo, la supuesta “precisión doctrinal” es ineficaz al no cumplir con el propósito de la proclamación y enseñanza de la Palabra; y la mayoría de las veces carece de lo esencial del Evangelio, que es el amor y sus derivados: la bondad, la compasión y la misericordia. Por eso, pudiendo creer que somos “muy precisos” desde el punto de vista doctrinal/bíblico, sin embargo, no nos damos cuenta de cuán imprecisos somos en lo principal del asunto. La razón estaría en el hecho de que la idolatría ciega el corazón y nubla el espíritu para ver lo más profundo del asunto y así, nos quedamos en la superficie.
Luego, en cuanto a “la rectitud moral” también hemos visto que es la que se derivaba no de las enseñanzas de Cristo sino de un “código moral” confeccionado a medida del que lo creía y lo practicaba. Y lo sabemos por haberlo visto y lo dañino que resulta en muchas almas que, estando empeñados en la búsqueda de la Verdad (con mayúsculas) se han encontrado con un legalismo que nada tenía que ver con la vida cristiana, y han terminado desanimados por el supuesto “alto” estándar que les marcaban otros, a partir de su “precisión doctrinal” y su “rectitud moral”. Eso, además de descubrir, para su propio desencanto, que ni siquiera esos “otros” llenaban tales niveles. Eso es lo que el mismo Señor Jesús denunció en los religiosos fariseos de su tiempo. Es decir: hipocresía y puro y duro legalismo. Y eso es idolatría y muy pernicioso para aquellos que viven en ese contexto.
Al respecto, puedo recordar que hará unos 50 años, estando fuera en una ciudad diferente a la mía, salíamos de una reunión donde estuvo enseñando un misionero muy mayor. Luego, cuando íbamos en el coche a llevarlo a su casa, él me preguntó: “Hermano ¿Cómo es su relación con los pentecostales en su ciudad?”. Yo le contesté: “Bien, hermano, muy bien”. A continuación, con un aire de misterio él me dijo: “Los pentecostales tienen algo en los ojos…” Con esas palabras él me daba a entender que no era el Espíritu Santo el que les guiaba: Era… “otro espíritu”. Por eso, a continuación él añadió: “Uno no debe invitar a un pastor pentecostal a su iglesia; pero si ellos nos invitan, entonces hemos de ir y predicar la verdad allí”.
Por mi parte, a esas declaraciones guardé silencio. Yo era joven y el pelo blanco de aquel hombre me impidió decirle lo que pensaba. Por cierto, nunca le hice caso.
La conclusión a la cual llegamos es que “la verdad”, bien entendida, tiene más que ver con el conocimiento de Aquel del cual nos habla “con precisión” el texto bíblico, es decir, El Señor Jesús. Tiene que ver, claro que sí, con “todo el consejo de Dios”; y partiendo de la persona del Señor Jesús irá de la mano con el amor, la bondad, la misericordia, la justicia, la honestidad, la transparencia, la integridad, la limpieza del corazón, etc.
Entonces el asunto no tiene que ver tanto con una falsa “precisión doctrinal” o una “rectitud moral” que no operan para bien en el interior del corazón de los que las practican, ni en aquellos a los cuales se les enseña y/o se les trata de imponer. Esas cosas, recordando las palabras de Tim Keller: “conducen a un conflicto interno constante, a la arrogancia, al fariseísmo, y a la opresión de aquellos que no piensan igual”. Por tanto, esa “idolatría” y prácticas consecuentes, tienden a deformar más de lo que estaban a aquellos que buscaban autenticidad. Y… como reza el dicho: “Para ese viaje, no se necesitan alforjas”. Dicho de otra manera: para eso mejor me quedo como estaba. Pero siempre tenemos otra mejor opción, más sana y muchísimo más saludable: el Señor Jesús, como nuestro perfecto Modelo en todo; y todo lo que no sea conforme a “ese Modelo” se queda muy, pero que muy corto.
[i] El texto podría encontrarse en su libro titulado: “La liberación del Espíritu”, el cual leí hace unos 50 años.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Palabra y vida - De la falsa precisión doctrinal y la rectitud moral