El arte de renacer

Lo que muchas veces interpretamos como un final, es, en realidad, un punto de inflexión.

24 DE MAYO DE 2025 · 22:30

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@clemensvanlay">Clemens van Lay</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Clemens van Lay, Unsplash CC0.

“De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo.” Facundo Cabral

“Lo que la oruga llama el fin, el resto del mundo le llama mariposa. “ Lao Tzu

“Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”  2ª Corintios 5:17

"Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas." Apocalipsis 21:5

La vida no es una línea recta. Es un tejido complejo de comienzos, pausas, caídas, y nuevas oportunidades.

Renacer no siempre implica grandes o inmensos cambios; a veces empieza con una respiración profunda y consciente, con la decisión de dejar ir, con una lágrima o un suspiro de rendición.

Renacer es también reconocer que no eres quien fuiste, y que tampoco estás obligado a seguir siéndolo.

Es el momento en el que la oscuridad cede el paso a la luz, no porque la noche haya terminado, sino porqué has decidido encender una vela, una vela prendida en el Espíritu Santo, aquel que siempre nos guía a toda verdad.

El nuevo despertar llega cuando dejamos de buscar fuera las respuestas, y comenzamos a escuchar la voz de Dios como si fuera la primera vez; pero también a escucharnos a nosotros mismos de algún modo, cuando entendemos que hay puertas a algo más grande.

En 1990, tras 27 años de prisión, Nelson Mandela fue liberado. A muchos les habría bastado con simplemente recuperar su libertad, pero él eligió algo más poderoso, perdonar.

Su renacimiento no fue físico, sino espiritual, Mandela emergió no como un hombre roto, sino como un símbolo de esperanza, reconciliación y un nuevo comienzo para una nación entera.

Él mismo dijo: “Al salir por la puerta hacia mi libertad, supe que si no dejaba atrás mi amargura y odio, seguiría estando en prisión.”

Hay algo que nos puede ayudar a marcar un nuevo comienzo: Escribe en un papel todo lo que ya no deseas llevar contigo.... miedos, dolores, abusos heridas... y luego, sin nada parecido a ninguna cosa mágica o algo por el estilo, quema ese papel con cuidado y responsabilidad delante del Señor, y prométete a ti mismo: “Hoy decido renacer, hoy me doy permiso para ser nuevo.”

La vida tiene una forma curiosa de derrumbarnos justo antes de enseñarnos a volar, lo que muchas veces interpretamos como un final, es, en realidad, un punto de inflexión.

El renacer no llega como un rayo de luz celestial ni como un espectáculo grandioso; llega silencioso, humilde, como una semilla que germina en la oscuridad, debajo de la tierra.

El verdadero renacimiento empieza dentro, comienza cuando una parte de ti se atreve a decir: ¡Ya no más! Ya no más miedo, ya no más negación, ya no más carga.

Es cuando eliges conscientemente cortar las cadenas invisibles del pasado, y abrir espacio para que entre lo nuevo, lo fresco, lo que de verdad Dios quiere y tiene para ti.

Renacer no siempre significa empezar desde cero, en la mayoría de las ocasiones, es comenzar desde ahora.

Es mirar tu historia con compasión, recoger los pedazos de lo que fuiste, y construir con ellos algo más fuerte, más real, más tú. Y siempre con Dios, dejándole a él, pero con toda nuestra fuerza, decisión y empeño.

Los momentos de crisis, pérdida o cansancio extremo suelen ser la antesala del despertar, es como si nuestro Dios nos vaciara para poder llenarnos de nuevo.

Pero para que esto ocurra, hay que rendirse sin resignarse, hay que decir con fuerza, desde el alma: "Acepto lo que fue, abrazo lo que es, y me abro a lo que vendrá siempre de la mano de mi Dios.”

El alma no evoluciona a través del confort, lo hace cuando se enfrenta a sus sombras, cuando se quiebra y luego elige reconstruirse con más luz.

Y en ese proceso, poco a poco, se empieza a experimentar algo maravilloso, una paz que no depende de las circunstancias.

El primer nacimiento es biológico, el segundo y principal es el nuevo nacimiento al aceptar a Jesús en nuestros corazones y, en ocasiones, tienes que romper con lo que te marca la gente, con dolores, heridas... ¡levantarte y comenzar de nuevo con Dios al frente, sin importante nada más!

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