“El asna que habló”, por Stuart Park
El escritor inglés escribe sobre seis animales que figuran en las páginas de la Biblia.
16 DE ENERO DE 2020 · 23:05

¿Puede hablar una burra? Según la Biblia y el libro de Park, sí. ¿Puede hablar un burro? No lo sé, pero a lo que dicen, sí, también. El escritor Noel Clarasó, dramaturgo, novelista, ensayista, humorista, autor de una abundante producción literaria escrita toda ella durante el siglo XX, Premio de novela de la Olimpiada del Humor, cuenta de un burro que además de hablar oraba. En su libro Antología de Maravillas y Curiosidades (Ediciones Acervo, Barcelona 1972), reproduce lo que llama la oración del burro, que consta así:
“Señor, ayúdanos a mantener los cascos bien firmes sobre la tierra, y las orejas alzadas hacia el cielo para no perdernos ni una sola de tus palabras. Danos un lomo valiente, para aguantar aun a los humanos más inaguantables. Ayúdanos a trotar bien derechitos, sin que nos distraigan las caricias de la adulación ni los golpes de la vara. Haznos sordos a las injurias y la ingratitud. Es la única sordera que te pedimos. No nos dejes andar siempre angustiados por evitar las meteduras de pata; un burro siempre va a hacer burradas. Ayúdanos sencillamente a no desesperar jamás de tu generosa misericordia con estos burros tan desgraciados, según dicen los pobres seres humanos, que nunca han entendido ni a los burros ni a ti que huiste a Egipto con uno de nuestros hermanos, e hiciste tu entrada profética en Jerusalén sobre el lomo de uno de los nuestros”.
A lo que parece, no hay burros ateos.
La burra habladora de la que trata Park cuenta con el aval de la Biblia. De las 120 páginas que tiene su libro dedica 26 a explicar las circunstancias que motivaron el milagro. Dice que “el asna de Balaam estaba dotada de mayor discernimiento espiritual que su amo”.
En su profundo y a la vez humorístico libro, con fondo de humor inglés, éste prolífico escritor a quien Dios conserve muchos años para bien del protestantismo hispano escribe sobre seis animales que figuran en las páginas de la Biblia. A su juicio, “de todas las historias de animales en la Biblia la más curiosa es sin duda la del asna de Balaam, una muda bestia de carga que hablando con voz de hombre frenó la locura del profeta”, según escribe el apóstol Pedro en el capítulo dos de su segunda epístola.
Este señor Balaam era un supuesto vidente o profeta que fue contratado por Balaq, rey de los amonitas para que maldijera a Israel. El hombre aceptó el encargo. Pero aleccionado por un ángel de Dios y por la propia burra lo que hizo fue pronunciar cuatro vaticinios sobre los destinos gloriosos de Israel. El incidente con la burra se produjo cuando el adivino estaba en camino con disposiciones contrarias a los designios de Dios. Viendo la burra que el ángel de Jehová les cortaba el camino, primero apretó contra un muro el pie de Balaam, luego se dejó caer a tierra.
“Entonces Jehová abrió la boca al asna, la cual dijo a Balaam: ¿Qué te he hecho, que me has azotado estas tres veces? Y Balaam respondió al asna: Porque te has burlado de mí. ¡Ojalá tuviera espada en mi mano, que ahora te mataría! Y el asna dijo a Balaam: ¿No soy yo tu asna? Sobre mi has cabalgado desde que tú me tienes hasta este día; ¿he acostumbrado hacerlo así contigo? Y él respondió: No.
Entonces Jehová abrió los ojos de Balaam, y vio al ángel de Jehová que estaba en el camino, y tenía su espada desnuda en su mano. Y Balaam hizo reverencia, y se inclinó sobre su rostro” (Números 22:28-31).
Otros animalitos de los que escribe Stuart Park son las dos vacas camino de Bet-semes. “Profetas y adivinos” mandaron uncirlas a un carro nuevo que portaba el arca de Jehová (1º de Samuel 6:7-12).
De las vacas el autor pasa a los osos. Un relato terrible. Unos niños que se burlaban de Eliseo. El profeta los maldice y al instante, cuenta la Biblia, “salieron dos osos del monte y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos” (2º de Reyes 2:23-24).
No podía faltar en los cuentos de Park el gran pez que tragó a Jonás. La historia completa se puede leer en el primer capítulo del libro. Ante la aparición de una tempestad que puso en peligro la nave en la que viajaba el huidizo Jonás, éste declaró que era su culpa y pidió a los marineros que lo arrojaran al mar. Así lo hicieron, “pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás. Y estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches” (Jonás 1:17).
La siguiente historia está basada en el Nuevo Testamento. El autor la titula la zorra y la gallina. La zorra nunca existió. Fue algo así como un insulto que Jesús dirigió a Herodes cuando supo que el rey judío quería matarle: “Decid a aquella zorra” (Lucas 13:32). Tampoco existió la gallina. Se trata de un ejemplo puesto por Cristo para destacar el ateísmo práctico de los habitantes de Jerusalén. La historia se narra en el mismo capítulo de Lucas donde Jesús cita a la zorra.
Finalmente está el mismo animal que al principio del libro: el burro. En este caso se trataba de un pollino, hijo de asna, que nadie había montado jamás y el cual Jesús utilizó para su entrada triunfal en Jerusalén (Lucas 19:28-40).
Veo a mi querido Stuart Park tecleando en el ordenador. El libro le ha salido del corazón, no sólo de la mente. Por esto ganará otros corazones. Para que un libro nos agrade no es necesario que haya amor, pero sí mucha ternura. La que Park vierte en cada una de las 120 páginas de esta obra que eleva el espíritu, despierta el pensamiento e inspira el sentimiento.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - “El asna que habló”, por Stuart Park