Las luces del firmamento

Lo que ocurrió el cuarto día o etapa creacional fue que dicha luz llegó por primera vez a la superficie de nuestro planeta y empezó lentamente a transformarlo.

26 DE ENERO DE 2025 · 11:20

Foto: Antonio Cruz,
Foto: Antonio Cruz

“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto” (Gn. 1:14-19).

Si uno estuviera navegando sobre la superficie líquida de Júpiter y mirara hacia arriba, lo vería todo oscuro. No detectaría la luz solar, ni mucho menos la de las estrellas, sino sólo y exclusivamente el destello de algún relámpago fugaz en la eterna oscuridad del planeta.

Esto es debido a que las espesas nubes de su atmósfera están formadas sobre todo por cristales helados de hidrosulfuro de amoníaco, una sustancia que huele a huevos podridos y no deja pasar la luz.

Pues bien, algo así pasaba también en la Tierra primitiva. Durante millones de años, la atmósfera terrestre estuvo cargada de polvo procedente de las erupciones volcánicas, así como de niveles superiores a los actuales de vapor de agua y dióxido de carbono, que le proporcionaban una mayor humedad y una gran opacidad a la luz.

Tales nubes no permitían ver el Sol, ni la Luna o las estrellas, puesto que eran demasiado espesas y la concentración de oxígeno era más baja que la actual.

Sin embargo, estas condiciones y otros factores ambientales fueron cambiando poco a poco hasta que la atmósfera pasó de ser opaca a translúcida y por último a transparente como la actual.

Finalmente, los organismos terrestres empezaron a ser iluminados por los rayos solares que atravesaban sin dificultad la clara atmósfera del planeta.

El texto bíblico no pretende afirmar que Dios creara el Sol, la Luna y las estrellas durante el cuarto día de la creación. Demasiado sabía el escritor humano de Génesis uno que toda luz observable desde la Tierra proviene necesariamente del Sol y de los demás astros.

El verbo hebreo “asa” que se tradujo como “haya” se refiere a una acción pasada y en el versículo 14 podría traducirse también por “aparezcan” lumbreras en la expansión de los cielos. Dichas lumbreras ya fueron creadas antes del primer día, cuando Dios hizo los cielos y la tierra.

En esta cuarta jornada creativa, es como si el creador hubiera descorrido las espesas y oscuras cortinas atmosféricas de la Tierra para que la luz de los astros llegara por primera vez a la superficie terrestre y permitiera las actividades fotosintéticas de los vegetales.

La vida primitiva apareció en el planeta en el momento más adecuado para prosperar. Dios fue creando a los distintos organismos y al propio ser humano en la etapa más conveniente para maximizar su desarrollo y duración, dotándoles de los recursos necesarios para ello.

Este mismo verbo “asa”, que vuelve a aparecer en el versículo 16 como “hizo” y que, como decimos, se refiere al pasado o a una acción ya realizada, no especifica en qué momento pretérito se llevó a cabo la creación del Sol, la Luna y las estrellas.

Sin embargo, los dos versículos siguientes sí proporcionan cierta información al respecto. Los textos 17 y 18 -referidos al día cuarto- indican que el propósito de las lumbreras era “alumbrar sobre la tierra”, “señorear en el día y en la noche” y “separar la luz de las tinieblas”.

Estas palabras recuerdan las dichas el primer día, a propósito de la creación de la luz: “y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche”. ¿A qué puede deberse semejante repetición de términos?

En mi opinión, se está sugiriendo aquí cuándo y por qué hizo el creador los astros del firmamento. El Sol, la Luna y las estrellas ya fueron creadas antes del primer día de la creación (versículo uno) y de ellos irradiaba la luz de ese día que envolvía la Tierra, pero sin arribar al suelo ni calentar su superficie.

Sin embargo, lo que ocurrió el cuarto día o etapa creacional fue que dicha luz llegó por primera vez a la superficie de nuestro planeta y empezó lentamente a transformarlo.

El segundo propósito de las lumbreras espaciales era el de servir como señales para determinar las estaciones, “para días y años”. Hasta ahora, ningún ser vivo creado tenía necesidad de contar el tiempo, ni de saber dónde estaba el Sol o la Luna.

Sin embargo, a partir de ese momento, los organismos superiores que aparecerán requerirán ciertos ritmos biológicos que vendrán determinados por el movimiento periódico de tales astros.

Estos ciclos astronómicos influirán de manera notable en los instintos animales, permitiéndoles así conformar sus vidas y marcar las diferentes etapas biológicas, tales como madurez, celo, reproducción, alimentación, migración o hibernación, etc.

Por tanto, la sucesión de grandes acontecimientos físicos que expone el relato de Génesis, imprescindibles para la vida en el planeta, es coherente con lo que ha descubierto también la ciencia humana.

¿De dónde pudo Moisés obtener toda esta información, que estaba por encima de los conocimientos humanos de aquella época? Sólo el Dios creador pudo revelárselo de manera sobrenatural.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia - Las luces del firmamento