Los cuervos no siembran ni siegan

Jesús emplea el ejemplo de los cuervos para enseñar a sus discípulos que lo más importante en la vida cristiana debe ser el Reino de Dios y no el afán por el alimento.

04 DE ABRIL DE 2024 · 19:40

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@nimmedia">Nico Meier</a>, Unsplash, CC0.,
Foto: Nico Meier, Unsplash, CC0.

Jesús dijo a sus discípulos: Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? (Lc. 12:24).

La Biblia se refiere a los cuervos con la palabra hebrea, oreb, עֹרֵב, que proviene de la raíz, arab, ערב, cuyo significado es “oscurecerse”. Evidentemente se resalta el color negro de estas aves.

Después del Diluvio, Noé soltó un cuervo (Gn. 8:7) que “salió, y estuvo yendo y volviendo hasta que las aguas se secaron sobre la tierra”. En la antigüedad, era frecuente el uso de aves para orientar a los navegantes y los cuervos tenían buena reputación en este sentido ya que se dirigían siempre a tierra, guiando así las embarcaciones a buen puerto.

En diversas ocasiones se señala que Dios cuida de estas aves (Job 38:41; Sal. 147:9; Lc. 12:24), aunque sean especies impuras (Dt. 14:14). Sus costumbres carroñeras quedan bien patentes en el libro de Proverbios (30:17) donde se les mencionan sacándoles los ojos a los malos hijos.

También se resaltan sus hábitos solitarios y la desolación de los lugares que habitan (Is. 34:11). Sin embargo, a pesar de su mala reputación, los cuervos fueron usados por Dios para alimentar al profeta Elías (1 R. 17:4-6) puesto que el Creador puede valerse de las causas segundas.

Los cuervos a que se refiere la Biblia constituyen un conjunto de especies del orden Passeriformes pertenecientes a la familia Corvidae. Las Sagradas Escrituras engloban bajo el término “cuervos” a diversas especies, todas presentes en Tierra Santa (Lv. 11:15; Dt. 14:14).

Tales como la grajilla occidental (Corvus monedula), que presenta la parte trasera de la cabeza de color grisáceo y suele posarse sobre acantilados, árboles y edificios viejos; la corneja cenicienta (Corvus cornix), que presenta la cabeza, las alas y la cola negras mientras el resto del cuerpo es gris y abunda en las ciudades de Israel, donde se dedica a consumir casi todos los desechos orgánicos y desperdicios que encuentra; el cuervo grande (Corvus corax), que es el mayor córvido del mundo, completamente negro y con una envergadura alar de hasta un metro y medio y, en fin, otras especies como Corvus rhipidurus y Corvus ruficolis propias del mar Muerto y el desierto del Neguev respectivamente.

En Israel existen unas ocho especies de cuervos que constituyen las aves más abundantes del país. Son carroñeros activos como los buitres, milanos, perros, chacales o hienas.

Tales hábitos han contribuido a la mala fama que tienen en la Biblia como animales que buscan alimento en los estercoleros, que están siempre vagabundeando a la espera de alguna oportunidad, que son capaces de atacar a otros animales heridos o débiles y de habitar también en los desiertos o lugares desolados, etc.

Cuando no disponen de carroña, pueden también entrar en los campos de cultivo y comerse los granos que el agricultor acaba de sembrar. De ahí el nombre que le dieron los griegos al cuervo, como “recolector de semillas” (spermologos), que más tarde se convertiría en sinónimo de “zarrapastroso”.

Algunos autores creen que este último calificativo es el que, en realidad, aplicaron al apóstol Pablo sus escépticos oyentes griegos del areópago ateniense y que, por un error de traducción, se habría transcrito como “palabrero” o “sembrador de palabras” en nuestras versiones bíblicas (Hch. 17:18).[1] 

No obstante, como pasa con tantas hipótesis, podría haber sido así pero es imposible demostrarlo.

Los cuervos son unas de las aves más inteligentes que existen y hasta son capaces de usar herramientas rudimentarias para lograr su alimento o jugar con la nieve. Suelen emparejarse de por vida y constituyen pequeñas bandadas que se agrupan para buscar alimento y comer casi de todo.

Tienen una longevidad que oscila entre los 10 y los 15 años. Sus nidos son enormes y están formados por gruesos palos, lana, hierbas y brezo que colocan sobre árboles altos o bajo saledizos de los acantilados. Suelen poner de 2 a 6 huevos azulados y moteados.

El Señor Jesús emplea el ejemplo de los cuervos para enseñar a sus discípulos que lo más importante en la vida cristiana debe ser el Reino de Dios y no el afán por el alimento.

Estas aves oscuras estaban siempre picoteando en los estercoleros o en los sembrados. Según las prescripciones del Antiguo Testamento, eran consideradas como animales impuros.

Incluso los griegos tenían expresiones despectivas como “vete a los cuervos”. Es decir, a la basura, a la porquería o a los excrementos. Desde luego, no se trataba de pájaros comestibles como aquellos otros que se vendían dos por un cuarto (Mt. 10:29).

Pues bien, a pesar de eso, Dios los protege y alimenta. Con cuánta mayor razón Él cuidará de sus hijos. En la Escritura, el ser humano siempre tiene prioridad sobre el resto de la creación.

A primera vista, estas palabras del Maestro pueden sonar chocantes. ¿Acaso no debemos preocuparnos por conseguir el necesario alimento para nosotros y para nuestra familia? ¿Es posible vivir sin ninguna posesión?

Jesús no está diciendo esto sino que más bien contrapone aquí la tarea ardua del labrador con la actividad despreocupada de los cuervos.

Si el primero tienen que sembrar, cosechar y almacenar, las aves sólo se dedican a picotear en el suelo. El acento de este ejemplo recae sobre la acumulación excesiva frente a la dependencia divina.

De la misma manera que los israelitas recogían el maná en el desierto pero no podían acumularlo en graneros para el futuro, tampoco debemos obsesionarnos por lograr mucho más de lo necesario para vivir.

Dios sabe perfectamente cuáles son nuestras necesidades y tiene el control de nuestra vida, por eso condena la acumulación injusta de bienes materiales.

La preocupación desmesurada, afanosa y agobiante, que quita el sueño pensando siempre en la seguridad futura, evidencia una falta de confianza en el Señor.

La vida es más que el alimento y el cuerpo mucho más que el vestido. La existencia del cristiano debe estar marcada sobre todo por la dedicación y el servicio comprometido al Reino de Dios.

[1] https://ec.aciprensa.com/wiki/Animales_en_la_Biblia

 

 

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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Los cuervos no siembran ni siegan