La epigenética acabó con los genes egoístas de Dawkins

¿Qué valoración se puede hacer hoy de estas antiguas ideas, después de los últimos descubrimientos genéticos?

01 DE JUNIO DE 2023 · 13:30

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Imagen de Sangharsh Lohakare en Unsplash.

Hace casi medio siglo que el biólogo ateo Richard Dawkins publicó su polémico libro El gen egoísta, que la editorial Labor editó en castellano en 1979.1 En dicho texto se decían cosas como que los seres humanos “somos máquinas supervivientes, vehículos autómatas programados a ciegas con el fin de preservar las egoístas moléculas conocidas con el nombre de genes” (pág. 11). La consecuencia lógica de tal afirmación era que “el amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que, simplemente, carecen de sentido en cuanto a la evolución” (pág. 17). ¿Qué valoración se puede hacer hoy de estas antiguas ideas, después de los últimos descubrimientos genéticos?

El concepto del gen egoísta sostiene que la selección natural tiene lugar a nivel genético y que los genes serían por tanto las unidades de dicha selección. Sin embargo, la reciente disciplina de la epigenética no se ajusta a este concepto del gen egoísta. ¿Qué dice la epigenética? Ésta se define como el estudio de los mecanismos que modifican la expresión génica pero que no son hereditarios. Actualmente se ha podido comprobar que tanto el comportamiento de los seres vivos como el entorno ambiental en el que viven afectan al funcionamiento de sus genes. Tales influencias son capaces de activar o desactivar genes y esto le da más importancia al fenotipo (conjunto de rasgos observables de un individuo) que al genotipo (conjunto de genes de un individuo). Entonces, ¿qué beneficio puede tener para un determinado gen -por muy egoísta que éste sea- un cambio no hereditario que sólo afecta al organismo que lo posee? ¿Por qué se seleccionaría un mecanismo así? Este es el problema que plantea la epigenética a la teoría del gen egoísta. La influencia del comportamiento y del medio ambiente sobre los genes tiene sentido a nivel de todo el organismo y no sólo de su ADN. Por tanto, la unidad de selección no sería el gen sino todo el sistema del organismo en cuestión.

Por ejemplo, los genes maestros o reguladores (genes Hox), -llamados así porque están muy implicados en el desarrollo embrionario ya que se encargan de la regulación de la diferenciación celular y del aspecto general de los seres vivos- dependen de otros genes para su activación y función. Es decir que actúan dentro del contexto de todo el sistema vivo y están indefensos e inoperantes sin la acción de los demás genes activadores. ¿Cómo podrían tales genes Hox ser una unidad de selección? ¿Acaso cabría pensar que son egoístas y prefieren reproducirse o perpetuarse a sí mismos, más que servir al organismo del que forman parte? Desde luego que no. No hay ninguna evidencia de ello. Más que egoísmo, lo que se observa en estos mecanismos genéticos es cooperación y dependencia, enfocadas al buen funcionamiento de todo el ser vivo. De manera que la epigenética le ha dado la puntilla definitiva al gen egoísta de Dawkins.

 

Notas

1 Dawkins, R. 1979, El gen egoísta, Labor, Barcelona.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - La epigenética acabó con los genes egoístas de Dawkins