Los orificios nasales de los halcones
Todas las especies de halcones poseen un pequeño cono en el interior de cada orificio nasal que les permite respirar a más de trescientos kilómetros por hora.
18 DE MAYO DE 2023 · 19:40

¿Cómo puede respirar un ave a una velocidad de 320 km/h?
A estas elevadas velocidades, los pequeños orificios nasales que tienen sobre el pico son incapaces de absorber aire ya que a su alrededor se genera una lámina del fluido gaseoso que tapona dichos orificios.
Esto es lo que se desprende de la mecánica de fluidos, por tanto en esas condiciones es muy complicado respirar. A los primeros aviones con motores a reacción les ocurría lo mismo. Cuando alcanzaban cierta velocidad, el flujo de aire se dividía en dos láminas externas y dejaba de entrar en los motores.
Sin embargo, todas las especies de halcones -las aves rapaces más veloces que se conocen- poseen un pequeño cono en el interior de cada orificio nasal que les permite respirar a más de trescientos kilómetros por hora.
Estas pequeñas estructuras cónicas evitan la formación de tapones de aire en los orificios nasales y proporcionan la presión adecuada para que el aire pueda entrar en los pulmones del animal sin dañarlos.
La ciencia que estudia a los seres vivos para entender y aplicar sus soluciones naturales a los problemas humanos se conoce como biomimética.
Pues bien, esta disciplina diseñó también un cono metálico (spinner) para colocarlo en el centro de los motores a reacción de los aviones y solucionó así el problema de la falta de aire y el recalentamiento en su interior.
Además de resolver este problema aeronáutico, el pequeño cono de los halcones ha servido también para inspirar a los ingenieros a que puedan aprovechar el mismo viento, que mueve las aspas de los aerogeneradores, para refrigerar sus motores ya que esto mejora mucho la eficiencia de los mismos.
Generalmente, cuando se habla de estas soluciones naturales a los problemas que plantea la física, suele decirse que la naturaleza es sabia o que tales resoluciones fueron logradas por la evolución al azar, después de muchos millones de años de intentos fallidos.
Se concede así a las leyes de la naturaleza el beneficio de lograr diseños que parecen inteligentes pero que, en realidad, sólo serían el producto de la casualidad sobre la ruleta del tiempo.
Sin embargo, las matemáticas demuestran que esto no puede ser así. Los cuatro mil millones de años que se le suponen a la vida en nuestro planeta no dan para lograr tanto diseño sofisticado, mediante la lotería de las mutaciones aleatorias.
Se requiere algo más. Yo creo que este algo es el Dios que hizo los cielos, la tierra y la vida dentro de ella, por medio de un acto sobrenatural que la ciencia es incapaz de comprender.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Los orificios nasales de los halcones