El pez payaso

El pez payaso mantiene una sorprendente relación con las anémonas venenosas del Mar Rojo. Una prtección de carácter retroactivo que comienza a cocerse desde la 'infancia' de la especia, cuando todavía son larvas minúsculas por formarse. 

06 DE AGOSTO DE 2015 · 20:35

Un pez payaso del Mar Rojo. Foto: Antonio Cruz,Pez payaso naturaleza
Un pez payaso del Mar Rojo. Foto: Antonio Cruz

El pequeño pez payaso de dos franjas (Amphiprion bicinctus) del Mar Rojo, como éste que capté al sur de la península del Sinaí, se refugia entre los tentáculos de anémonas venenosas, de las que obtiene cobijo y defensa frente a posibles atacantes. Están protegidos de las células urticantes de la anémona por la mucosidad que recubre su cuerpo, que lleva la “firma” química de la especie de anémona en la que se refugia.

Cuando el pez es tan sólo una larva minúscula y se instala en la base de su hospedadora, adquiere la inmunidad que le protegerá toda la vida contra el veneno específico de esa especie de anémona.

A cambio, los peces payaso ofrecen la posibilidad de acercar alimento a la boca de la anémona, y, con su continuo movimiento, limpian el disco oral y los tentáculos de ésta, evitándole así posibles infecciones bacterianas. Existe pues entre ambas especies una muy buena relación con beneficio mutuo.

A los humanos nos ocurre algo parecido a lo que experimenta el pez payaso. La educación y los estímulos que recibimos durante los primeros años de existencia suelen marcar, para bien o para mal, el resto de nuestra vida. Es verdad que la herencia genética cumple bien su función en la modelación del carácter.

Sin embargo, es el ambiente el que generalmente resulta determinante. Quizás si se tuviera mayor conciencia de lo decisiva que llega a ser la infancia en la vida adulta de la persona, trataríamos a los niños con más amor y cordura, tal como dice la Biblia: Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él (Prov. 22:6).

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