La autoridad es un regalo
Se otorga como reconocimiento a un carisma sano, lleno de entrega, buena voluntad y sacrificio.
11 DE DICIEMBRE DE 2020 · 09:00

“...en definitiva, no es la autoridad, sino Dios quien reina, y que la autoridad es servidora de Dios”.
(El precio de la gracia. El seguimiento)
Dietrich Bonhoeffer
Son muchos los que luchan por conseguir un puesto de autoridad con el fin de gloriarse y ser obedecidos. La autoridad malinterpretada lleva al abuso, daña a los sometidos. Sin embargo, la persona sabia que hace el bien, que es coherente en su manera de actuar y mantiene su pensamiento recto, hace que brote en el prójimo admiración y ganas de imitarle, no servidumbre.
La autoridad eclesial, esa que tan pomposamente y con tanta fuerza reclaman algunos, a veces los más antiguos, a veces los que entran como vencedores por las puertas del templo, no se impone. Es un regalo que se otorga como reconocimiento a un carisma sano, lleno de entrega, buena voluntad y sacrificio. Tanto si es reconocida en público como si no, se le concede a mujeres y hombres íntegros que amamos y que nos respetan. Lo hacemos libremente, con alegría, sin presiones de ningún tipo. Cuando a una persona se le da esto es porque inspira confianza y cariño, nunca miedo ni obediencia ciega.
Se dona esa preferencia a alguien que sabe conducir a los más débiles hacia un puerto seguro sin intimidaciones, sin doblegarles con amenazas, sin culparles con condenaciones, sin amedrentarles con complejos, sin faltar a su integridad.
Todo individuo que hace uso de su autoridad para limitar el pensamiento y buscar respuestas no es apto para ejercerla, tampoco lo es quien proclama que autoridad es sinónimo de verdad.
Nada puede dirigirnos mejor que nuestro propio discernimiento y este nos lo da Dios, por tanto, seamos obedientes a él.
Más vale ser libres para legar autoridad, que obedientes a la sinrazón por mandato ajeno. Hagámoslo de manera responsable: Está emergiendo un nuevo principio moral que sostiene que la única autoridad que tiene un líder es la que le conceden, de manera libre y consciente, sus propios seguidores; y se la conceden en proporción directa a la capacidad que tiene el líder para ser un verdadero siervo". Robert Greenleaf. (Tomado del libro Más allá de la utopía, Harold Segura, Ediciones Kairos).
En realidad, y con esto concluyo, la persona que recibe autoridad no es más que un servidor de quienes se la otorgan.
Amad si queréis ser amados, respetad, si queréis ser respetados, ya que es en el amor y no en el temor donde tiene su asiento la autoridad.
San Juan Bosco.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - La autoridad es un regalo