Venciendo la sombra (VII): Vivir sin miedo cuando la muerte toca a la puerta
¿Cómo se vive sin miedo cuando la muerte sigue siendo la última enemiga (1 Corintios 15:26)? La respuesta no es una técnica psicológica, sino una persona: Jesucristo resucitado.
03 DE DICIEMBRE DE 2025 · 10:30
El 21 de febrero de 2018, en una sencilla casa de madera en las montañas de Carolina del Norte (Estados Unidos), el hombre que había predicado a más de 215 millones de personas en 185 países yacía en su cama. Billy Graham tenía 99 años, respiraba con dificultad y apenas podía moverse. Sus hijos y nietos estaban a su alrededor, cantando suavemente el himno que él mismo había hecho famoso en todo el mundo: «Because He lives, I can face tomorrow…»[1]. De pronto, Billy abrió los ojos, sonrió con una claridad que sorprendió a todos y dijo con voz firme: «Me voy a casa. Os quiero a todos». Cerró los ojos y, sin un solo gesto de dolor ni miedo, dejó de respirar. Su rostro quedó iluminado por una paz que Franklin Graham, su hijo, describió así: «Murió exactamente como vivió: confiando plenamente en Jesucristo».[2]
Esa escena no fue un final dramático; fue la consecuencia lógica de la vida de un hombre que había creído, sin vacilar, que la muerte había sido vencida en una cruz hace dos mil años. Mientras el mundo ofrece sedantes, distracciones o negación, el Evangelio da una certeza que disipa el terror y convierte el último aliento en una bienvenida.
En esta serie, «Venciendo la sombra», hemos reflexionado sobre el origen de la muerte, la victoria de Cristo sobre la tumba, lo que ocurre tras el velo, y hemos examinado con rigor las experiencias cercanas a la muerte y en el lecho de muerte. Ahora llegamos al corazón práctico de todo lo visto hasta aquí: ¿cómo se vive sin miedo cuando la muerte sigue siendo la última enemiga (1 Corintios 15:26)? La respuesta no es una técnica psicológica, sino una persona: Jesucristo resucitado. Vamos a desarrollar el tema en siete puntos:
1. El temor a la muerte es universal y razonable
Hebreos 2:15 lo dice sin rodeos: la humanidad entera vive «sujeta a servidumbre por el temor a la muerte». Sigmund Freud, en su ensayo de 1915 sobre la guerra y la muerte, consideró el temor a la propia muerte como la angustia más profunda e inimaginable del ser humano[3].
Los antiguos egipcios llenaban tumbas de bienes para calmarla; los griegos inventaron el Hades sombrío; los romanos organizaban juegos para distraerse; hoy gastamos fortunas en criogenia, seguros de vida y cosméticos antiedad. El miedo no es irracional: la muerte rompe vínculos, anula proyectos, nos arranca del único mundo que conocemos. Pero la Biblia revela que ese miedo tiene una raíz teológica: es consecuencia del pecado y del juicio (Génesis 2:17; Romanos 6:23). Sin Cristo, el temor es lógico. Con Cristo, es innecesario.
2. La cruz y la tumba vacía: el hecho que lo cambia todo
La resurrección de Jesús no es un mito consolador; es un acontecimiento histórico con consecuencias eternas. Porque Él resucitó, la muerte ha perdido su aguijón (1 Corintios 15:55-57). El mismo Pablo que antes temblaba ante la ley ahora declara: «Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21). ¿Cómo llega un hombre a decir eso? Porque ha visto al Resucitado y sabe que «ausente del cuerpo» equivale a «presente al Señor» (2 Corintios 5:8). La tumba vacía convierte el final en puerta, el luto en esperanza, el miedo en audacia.
3. Textos que matan el miedo
Hay dos promesas que han sostenido a generaciones de creyentes cuando el valle se vuelve más oscuro.
La primera es un versículo del salmo del Buen Pastor: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento» (Salmo 23:4).
No pide que el valle desaparezca. Dice que el Buen Pastor camina dentro del valle contigo. La muerte puede rugir, pero no tiene la última palabra; la tiene el Pastor que ya pasó por ella y salió vivo. Por eso Billy Graham, en su lecho, no tembló: sabía que la sombra no era el final, sino la puerta custodiada por Aquel que lleva sus ovejas en brazos.
La segunda es una de las declaraciones más explosivas de todo el Nuevo Testamento. La encontramos en Juan 11:25-26:
«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?».
Jesús no ofrece una teoría; se ofrece a sí mismo. La resurrección no es un evento futuro; es una Persona presente. Cuando cerramos los ojos, no nos durmimos en la nada; nos despertamos en los brazos del que había dicho «Yo soy».
Dos textos, dos promesas, un Salvador. Así el miedo se rompe.
4. Ejemplos que inspiran
Joni Eareckson Tada, tetrapléjica desde los 17 años, ha vivido más de medio siglo postrada en una silla de ruedas, con dolor crónico y dependencia total. En sus libros y charlas repite una frase que desarma:
«Tengo una ventaja sobre muchos: ya he muerto a mis sueños terrenales; por eso puedo mirar a la muerte sin miedo»[4].
Cuando le preguntan cómo enfrentará el final, responde con una sonrisa radiante:
«Cuando llegue el momento, no voy a necesitar que me empujen la silla; Jesús me llevará en brazos».[5]
No habla desde la teoría; habla desde una vida que ya ha abrazado la cruz cada día. Su cuerpo roto le recuerda constantemente que su verdadera vida «está escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3:3). Por eso la muerte no es enemiga; es la puerta a la curación completa.
Cambiamos el escenario. Estamos en Libia. Es el 15 de febrero de 2015. Veintiún hombres, trabajadores coptos humildes, arrodillados en la playa. Los cuchillos ya brillan. El verdugo del Estado Islámico les da una última oportunidad: «Renegad de Jesús y os dejamos vivir».
Uno a uno, con voces temblorosas pero firmes, responden: «¡Señor Jesucristo!». El vídeo del ISIS muestra cómo, mientras la sangre corre, siguen cantando «¡Abba, Padre!» y «¡Jesús!». No hay pánico. No hay súplica. Solo alabanza.[6]
Murieron como vivieron: sabiendo que la tumba está vacía y que el Resucitado los esperaba al otro lado del mar.
Son dos ejemplos. Una mujer que no puede mover ni un dedo. Veintiún obreros sin nombre muriendo en la arena. Y todos miraron a la muerte a los ojos… y sonrieron.
Porque habían visto antes al que la venció.
5. Cómo vivir sin miedo hoy: algunas aplicaciones prácticas
Ninguno de nosotros faltará a esta última cita. Por eso vale la pena prepararse a tiempo. Personalmente, encuentro las siguientes pautas de gran ayuda para el día de la Gran Cita.
● Medita diariamente en la resurrección
Lee 1 Corintios 15 cada semana. Charles Spurgeon lo hacía cada domingo. La mente que se empapa de la tumba vacía no tiene espacio para el terror.
● Ora el Salmo 23 en voz alta cuando llegue la ansiedad
Muchos creyentes han descubierto que recitar «tu vara y tu cayado me infunden aliento» disipa el pánico en noches de insomnio o ante diagnósticos graves. John Piper lo recomienda como «medicina para el alma».
● Habla de la muerte en casa
Las familias cristianas que hablan abiertamente de la muerte (sin morbosidad y con esperanza) crían hijos que no la temen. En muchos lugares cristianos de África y América Latina, los funerales evangelicos son celebraciones porque saben a dónde van los suyos. En Europa, donde la muerte es tabú, hasta algún que otro entierro protestante es más deprimente que causa de esperanza.
● Sirve a los moribundos
Visita residencias de ancianos y acompaña enfermos terminales. Ver cómo mueren los que conocen a Cristo es la mejor vacuna contra el miedo. Elisabeth Elliot, tras la muerte de Jim, escribió: «La muerte de un creyente es la experiencia más hermosa que he presenciado».
● Escribe tu propio «testamento de esperanza»
Muchos creyentes redactan una carta para su funeral. Leerla de vez en cuanto en vida quita el miedo.
Hace unos meses recibí una carta de una querida hermana que formó parte de la misma misión que un servidor. Ella redactó personalmente la carta que anunciaba su muerte. Después de citar 1 Pedro 1:13b, dice:
“Jesucristo me ha llamado hoy. Voy a Él, confiando plenamente en la gracia de Dios y la redención de Cristo. Al mismo tiempo me despido muy agradecida de todas las personas queridas que me han mostrado su afecto. ¡Y había muchas!”
● Memoriza Filipenses 1:21
«Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia». Repítelo cuando llegue la ansiedad. Es el antídoto perfecto.
● Celebra la Cena del Señor con conciencia escatológica
Cada vez que tomas el pan y el vino, recuerdas que anuncias «la muerte del Señor hasta que Él venga» (1 Corintios 11:26). La muerte ya no es enemiga; es sierva que nos lleva al banquete.
6. El secreto de los que mueren en paz
Estudios en cuidados paliativos muestran que los pacientes con una fe cristiana sólida requieren menos sedación en sus últimas horas. No es que no sientan dolor físico; sencillamente no tienen miedo existencial. La diferencia no es química; es teológica. Un estudio de la Universidad de Duke (2009) con más de 2.000 pacientes terminales constató que quienes tenían «certeza espiritual» experimentaban significativamente menos ansiedad y depresión que los demás.
7. Un reto final
Si la muerte ya está vencida, ¿por qué seguimos viviendo como esclavos del miedo? ¿Por qué aplazamos la reconciliación familiar por orgullo? ¿Por qué callamos el Evangelio por temor al rechazo? ¿Por qué acumulamos riquezas como si fuéramos a vivir mil años?
Lo más importante es esta sencilla verdad: Al final, Jesús nos toma de la mano y nos lleva a casa. Esta certeza no es evasión; es libertad.
Vive hoy como quien ya ha muerto en Cristo y ha resucitado con Él (Colosenses 3:1). Entonces la muerte no será un salto al vacío, sino un regreso al hogar. Y cuando llegue el momento, podrás decir con Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia» (2 Timoteo 4:7-8).
Porque Cristo resucitó, el miedo ha muerto.
Notas
[1] “Porque Él vive, puedo enfrentar el mañana…”
[2] billygraham.org/story/billy-graham-goes-home
Franklin Graham, comunicado oficial del 21 de febrero de 2018
Anne Graham Lotz, artículo «My Daddy Is Home», 22 de febrero de 2018)
[3] Freud, S. (1915). «Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte», parte II: «Nuestra actitud hacia la muerte». En Obras Completas, tomo XIV (traducción López-Ballesteros), Biblioteca Nueva, Madrid, pp. 302-304.
[4] Joni Eareckson Tada, Heaven: Your Real Home (Zondervan, 2015), p. 147
[5] Joni and Friends (episodio "Heavenly Hope", 2019, disponible en joniandfriends.org)IslámicoIslámico
[6] Artículo de The Atlantic (marzo 2015): «The ISIS Video: What They Said Before They Died».
Christianity Today (marzo 2015): «21 Egyptian Christians: “Lord Jesus Christ” Were Their Last Words».
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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Teología - Venciendo la sombra (VII): Vivir sin miedo cuando la muerte toca a la puerta