F. de Enzinas: los «herejes» de Lovaina
La persecución contra los evangélicos en los territorios de los Países Bajos empieza a generalizarse.
26 DE MARZO DE 2011 · 23:00

Si bien desde 1521 la persecución contra los protestantes y sus posesiones había sido algo normal en estos territorios, las cifras de condenados y asesinados por causa de herejía se multiplican.
En el corto periodo comprendido entre los años 1521 y 1565, 2.793 personas fueron acusadas de herejía, en una población aproximada de 350.000 personas. La mayor parte provenían de los estratos bajos y medios de la sociedad, aunque también había algunos nobles y clérigos.
Al parecer el Acuerdo de Crepy fue el detonante de la persecución oficial contra los evangélicos flamencos.Esta estuvo apoyada por un cuerpo de leyes civiles y la libertad casi total de los inquisidores, que podían detener a cualquier persona sin previo aviso, incluidos todo tipo de funcionarios públicos.
Francisco de Enzinas decide volver a Lovaina, sin hacer caso a las amenazas que se cernían sobre su cabeza, para llevar a cabo la empresa que se había propuesto realizar para la gloria de su Dios.
Sus amigos flamencos desaprueban su actitud y desean alejarle del “peligro”, pero nuestro protagonista haciendo caso omiso, se reúne con sus compatriotas buscando apoyo. Sus familiares y amigos españoles le recogen con gran amabilidad, animando así su mermado entusiasmo.
A instancias de un familiar de Amberes deja la ciudad una semana para descansar de las tensiones que le producen el enjuiciamiento de sus hermanos en la fe. Poco después está de vuelta en la ciudad con el empeño de no dilatar más la publicación del Nuevo Testamento en castellano.
A su regreso contempla con estupor el nefasto trato que se da a las mujeres enjuiciadas por “herejía”, empleado contra ellas los métodos más brutales. Las mujeres, en su mayor parte, defendieron con ahínco sus creencias, pagando su osadía con la muerte. El castigo contra ellas era más cruel que el que se empleaba con los hombres, enterrando vivas a las que se negaban a abjurar de su fe.
Francisco nos relata en sus “Memorias” el calvario por el que tuvieron que pasar muchos de sus contemporáneos por el simple hecho de no acatar la religión oficialy su deseo de leer y practicar las enseñanzas de la Biblia.
La “herejía” de la que eran acusados estos hombres y mujeres, y que por desgracia sigue siendo el calificativo con el que se les nombra en los libros de historia era, como el mismo Enzinas nos dice: “...contradecir una sola de las palabras de las supersticiones e impiedades con que desde la más temprana edad han sido instruidos y empapados, al punto la llaman herejía”.
Continuará
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