El aspecto místico de la teología
Ni la teología ni el estudio de la teología tiene por qué secar la vida espiritual de nadie, sino todo lo contrario.
30 DE JULIO DE 2025 · 17:30

Introcucción
Existe la idea, bastante generalizada en ciertos contextos “evangélicos”, de que estudiar teología seca la vida espiritual.
Esto se debe a que muchos de los que comenzaron a estudiar teología, en el transcurso sufrieron un proceso por el cual vieron cómo su vida espiritual fue afectada al punto de terminar viéndose “secos” y sin la fe que tenían cuando comenzaron.
Claro, lo dicho anteriormente podría deberse a varios factores. Dejo de lado el aspecto que tiene que ver con una teología que, de entrada, niega la inspiración de las Sagradas Escrituras así cómo las doctrinas fundamentales del cristianismo.
En una institución con esa posición cualquiera poco formado podría “secarse” y hasta perder su fe. Pero no es eso. Nos referimos al hecho de “estudiar teología” en una institución que respeta y enseña todo lo referente a los fundamentos del cristianismo histórico suscritos en los grandes credos y confesiones de la fe cristiana.
Aclarado ese punto, es en ese sentido que decía el autor Henri J.M. Nouwen:
“Hoy la teología es sólo una disciplina académica entre otras muchas, y frecuentemente los teólogos tienen dificultades para orar. Pero para el futuro liderazgo cristiano es de vital importancia retomar el aspecto místico de la teología para que toda palabra pronunciada, todo consejo dado y toda estrategia llevada adelante, pueda salir de un corazón que conoce a Dios íntimamente” (Henri J.M. Nouwen).
El autor de las palabras recogidas más arriba sabía lo que decía. Y no solo por el hecho de que lo habría aprendido por experiencia propia sino por observación de otros, al darse cuenta que se puede ser teólogo y haberse dedicado al estudio de la teología durante muchos años, pero sin darse cuenta de lo fácil que es abandonar “el aspecto místico de la teología”.
Lo cual afecta de una forma importante al teólogo y como Nouwen escribió: “-a- toda la palabra pronunciada, todo el consejo dado y toda estrategia llevada adelante”.
Muchos aseguran haberse secado con el estudio de la teología
Al respecto he oído y leído varias veces decir a algunos que cuando estudiaron teología en todo el proceso se secaron espiritualmente. Con ese comentario parecía que echaban la culpa de su sequedad espiritual al estudio de la teología. Pero en ningún caso eso tiene por pué ser así.
En todo caso, el estudio no tiene porqué entorpecer ese aspecto místico del estudio teológico acompañado de la oración, la alabanza y la adoración. Porque ese es el contexto apropiado en el cual el estudiante de teología es iluminado para poder entender la Revelación divina, base de su continuo, perseverante y apasionado estudio.
Porque si creemos que con llenar la mente de conocimiento, solamente, vamos a conservar la vida y el vigor espiritual, entonces no hemos entendido el asunto del "estudio de la teología".
Por eso antes de seguir adelante es necesario aclarar que no deberíamos referirnos al estudio de la teología como algo “aparte” de lo que hacemos casi todos los días al coger la Biblia y estudiar ese texto, ese capítulo, aquel pasaje del cual todavía no hemos podido captar su mensaje completo todavía.
Y para ese menester, casi cotidiano, cogemos un comentario bíblico, un diccionario, una concordancia o un atlas bíblico tratando de entender el todo del pasaje al considerar todos los aspectos que lo envuelven.
Y esa tarea que hace aquel que no estudió en una institución teológica y al cual llamamos autodidacta también la llamamos estudio de teología.
No nos damos cuenta de que en la medida que estudiamos las Sagradas Escrituras, en parte y como un todo, y tratamos de entenderlas y profundizar en ellas, estamos “estudiando teología”. ¿Y por qué esa tiene que ser una tarea que nos lleve a la sequedad espiritual?
El ejemplo de los “teólogos” antiguos
Un ejemplo que puede ilustrar esto que decimos lo encontramos en los hombres de Dios antiguos por medio de los cuales “Dios habló a los padres” (Heb.1.1-3). Dice el texto bíblico:
"Los profetas que profetizaron de esta gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que o para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas por el Evangelio…” (1ªP.1.10-11).
De estos hombres de Dios aprendemos algunas cosas que todos los creyentes deberíamos tener en cuenta, pero principalmente, los que hemos sido llamados al ministerio de predicar y enseñara la Palabra de Dios. Veamos:
1.- “El Espíritu de Cristo que estaba en ellos” (V.11). En primer lugar hemos de resaltar esas palabras que ponen de manifiesto la presencia del “Espíritu de Cristo que estaba en ellos”.
Ese fue el mismo Espíritu Santo que les “impulsó” a hablar y/o escribir “la profecía, que nunca fue traída por voluntad humana, sino que hablaron siendo impulsados por el Espíritu Santo” (Ver, 2ªP.1.21).
No imagino a los “santos hombres de Dios” “secarse” en esa actividad a la cual fueron llamados. ¿Por qué tendría que ser diferente con nosotros, los “estudiantes de teología”? ¿Acaso no tenemos al Espíritu de Dios con y en nosotros “para siempre” y en todo momento, para realizar la obra de Dios en nosotros? (J.14.15-17).
2.- En segundo lugar, aquellos hombres no se distraían con cosas superfluas y sin provecho. En su búsqueda se dedicaron con solicitud al estudio diligente, indagando y escudriñando acerca del Mesías que había de venir, tanto en su primera como en su segunda venida.
Y en toda esa ardua tarea ellos hacían preguntas al texto bíblico donde se recogían las revelaciones dadas; pero también hacían preguntas al Señor que había dado la Revelación respecto de las cosas que habrían de venir.
Ellos buscaban respuestas a sus preguntas. Como también hacemos nosotros, los estudiantes de teología, modernos. Nosotros también hacemos preguntas al texto bíblico y buscamos las respuestas adecuadas antes, durante y después de hacer un ejercicio hermenéutico y exegético. ¿Y por qué habría de secarnos tan santa actividad?
3.- En tercer lugar, tenemos que destacar una gran diferencia entre aquellos “santos hombres de Dios” (del A. Testamento y los del N. Testamento) y nosotros: Aquellos recibían revelación de Dios para el pueblo (Ver, 1ªP.1.12), pero nosotros no esperemos recibir revelación alguna.
Dios ya habló todo cuanto tenía que hablar y dicha revelación fue culminada con la persona del Señor Jesucristo (Ver, Heb.1.1-3). En todo caso, el mismo Espíritu Santo que les asistió a aquellos, dándoles la revelación, nos asistirá a nosotros con su obra iluminadora para entender la revelación recibida de ellos a través de las Sagradas Escrituras.
Hacer esta distinción es muy importante, porque revelación no es igual que iluminación. Hay que insistir en ello: La Revelación ya fue dada y completada; la iluminación se nos da a todos los creyentes para entender la Revelación que Dios ya dio.
Es importante señalar aquí que algunas de las sectas que han surgido –que son plagios de la religión cristiana- basan sus principales doctrinas en “revelaciones” que tuvieron sus fundadores o líderes. ¡Ni caso!
Conclusión
Después de lo visto hasta aquí hemos de enfatizar la importancia del ejemplo que nos dejaron aquellos “santos hombres de Dios” en su búsqueda de la revelación de Dios y lo que tuvo que suponer su “estudio” serio sobre la base de lo revelado, mientras que su oración en forma de preguntas y ruegos les llevaron en muchas ocasiones a la adoración, la alabanza y a un conocimiento más profundo del Dios al cual servían, de sus propósitos para el pueblo y para las generaciones futuras; pero también llegaron a conocerse mejor a sí mismos.
En ellos encontramos todo esto que venimos diciendo, como es la búsqueda continua de la revelación de Dios; por eso oraban haciendo preguntas al Señor, escudriñaban, indagaban, y administraban la revelación que iban recibiendo de parte de Dios.
Para nada eran unos especuladores; pero tampoco "se secaron" sino que su vigor espiritual era pleno y aunque ellos mismos no participaron de forma directa de las cosas que de forma profética anticiparon, ellos mismos se gozaron en esperanza, y de cuyas tareas "diligentes" hoy día nosotros también nos alimentamos y nos gozamos espiritualmente "con gozo inefable y glorioso" (1ªP.1.8-9).
Entonces, ¿Dónde está el problema con el estudio de la teología? Más bien podríamos decir con seguridad que la falta de estudio de la teología podría llevar a equívocos serios sobre muchas de las cosas de las cuales nos habla el texto bíblico. Sobre todo de Dios mismo. Como dijo C.S. Lewis: “Si no estudias teología no significa que no tendrás ideas sobre Dios, sino que tendrás muchas ideas equivocadas sobre Dios” (Mero Cristianismo, 1995).
Y podríamos añadir: Y sobre otras muchos temas también podríamos tener ideas equivocadas.
Por tanto, no. Ni la teología ni el estudio de la teología tiene por qué secar la vida espiritual de nadie, sino todo lo contrario. “El aspecto místico de la teología” –que diría Nouwem- no tiene porqué perderse; al contrario podría revitalizarse de formas que antes no habíamos conocido; y con esa revitalización ampliarse también el horizonte de nuestra visión y la eficacia en la misión que nos fue encomendada por el Señor de la Revelación.
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