El rey es inviolable… ¡ay, la Constitución!

En una democracia, la legitimidad que da sustento a toda autoridad es la legitimidad moral.

21 DE MAYO DE 2022 · 23:27

Constitución Española. /Dominio Público,
Constitución Española. /Dominio Público

“La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad.” Eso dice la Constitución española. Un número de evangélicos españoles entiende que Ro 13 obliga a obedecer sin más a las autoridades y a aceptar acríticamente lo que sanciona la Constitución, incluido este artículo. Esta misma mentalidad es la que llevó a notables dirigentes evangélicos al inicio de la dictadura de Franco a dirigirle una carta al tirano reconociéndolo como un instrumento de Dios al servicio de la paz, a ponerse a su disposición y pedirle un poco de tolerancia.

Este tipo de sumisión acrítica tiene poco que ver con una correcta interpretación del concepto bíblico de la autoridad política y con la tradición histórica protestante. El ejemplo paradigmático del enfrentamiento de los protestantes a la pretensión del monarca de no sentirse obligado a rendir cuentas lo encontramos en Inglaterra en el levantamiento contra Carlos I y posteriormente en la Revolución Gloriosa, que derrocó al tirano Jacobo II para poner en su lugar a Guillermo de Orange con la exigencia de que debía someterse al Parlamento. John Milton, que participó en la guerra contra Carlos I, dice así: “puesto que el rey o el magistrado recibe su autoridad del pueblo, tanto original como naturalmente, para bien de éste en primer lugar, y no para el suyo propio, el pueblo puede escogerlo o rechazarlo, mantenerlo o deponerlo con la frecuencia que juzgue más adecuada”1. En este mecanismo no hay lugar para la inviolabilidad o ausencia de responsabilidad.

La Biblia es clara: Desde David (2S 11.1-12.12) a Acab (1Re 21), los reyes de Israel tuvieron que asumir responsabilidades y rendir cuentas de sus desmanes, pero con la Constitución española en la mano David y Acab se habrían ido limpios de polvo y paja y la acusación de Natán habría sido inconstitucional. Con la Biblia en la mano, el rey emérito habría tenido que rendir cuentas de cómo adquirió su patrimonio y, en su caso, devolver las presuntas comisiones al erario público por cuadriplicado (Lc 19.8). Pero al Sr. Borbón parece que la Biblia le ha servido para poco más que para jurar sobre ella los Principios Fundamentales de la dictadura.

¿Y cómo se puede justificar que alguien tenga un cargo de máxima responsabilidad por ser hijo de fulanito y nieto de menganito? El rey actual es hijo de una monarca con un patrimonio inmenso de origen no aclarado y es bisnieto de otro monarca que fue acusado de negocios poco ejemplares que al parecer estaban detrás de la política de España en Marruecos y el desastre de Anual2; es descendiente de una lista llena de tiranos autócratas y de vida poco ejemplar (por cierto, llena de seculares perseguidores de protestantes, desde Carlos I a Isabel II). Si el linaje es la razón única para reconocer a alguien como rey, el linaje de la monarquía española acumula méritos poco respetables.

Hay algo que tanto los monarcas como los responsables políticos deben entender: En una democracia, la legitimidad que da sustento a toda autoridad es la legitimidad moral. La Constitución puede eximir de responsabilidades al monarca, pero si este se acoge a esa prerrogativa se estará desnudando de su pretendida autoridad. Puede tener todo el apoyo de la legislación vigente, puede ser legal, pero en términos del famoso cuento, el rey va desnudo.

 

Notas

1 MILTON, John. El título de reyes y magistrados. Ed. Escolar y Mayo, Madrid, 2009, p. 83.

2 Ver el Expediente Picasso y sus avatares hasta el advenimiento de la II República.

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