Felipe y el Eunuco, los grandes ignorados de la misión hoy (2)

Segundo artículo de la serie "Recuperando algunos de los pasajes clave sobre misiones".

BARCELONA · 23 DE NOVIEMBRE DE 2024 · 23:00

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Foto por Parsing Eye / Unsplash.

Nos encontramos aquí con la primera ocasión en la que el Espíritu Santo se comunica de forma audible: “Y el Espíritu dijo a Felipe: Ve y júntate a ese carruaje” (8:29). Por ocho capítulos, en el libro que según no pocos estudiosos bien podría llamarse “Los Hechos del Espíritu Santo”, el protagonista por excelencia –el Espíritu Santo– guarda un sepul­cral silencio. Siendo así, ¿qué le movió aquí a romper con su mutismo? Desde que Jesús les dio instrucciones a los suyos por el Espíritu (1:2), el Espíritu Santo no vuelve a pronunciar palabra hasta el capítulo ocho. Con Felipe primero le envía uno de sus emisarios habituales: “Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. (Este es un camino desierto)” (8:26). Pero cuando Felipe divisa a un viajero en ese camino el Espíritu toma la palabra y puntualiza... Parece decir: “Ve, no lo dejes escapar” (8:29). No le dice al ángel que repita la instrucción, sino que se persona el mismo y pone los puntos sobre las íes. Como si aplicara la máxima de Napoleón: “Si quieres que algo se haga bien, hazlo tú mismo”. ¿Qué es eso tan importante que el Espíritu no lo relega a sus subalternos los ángeles?

En la tarea global lo importante generalmente se pasa por alto o pasa desa­per­ci­bido. Vamos a descubrir cómo la historia sobre Felipe y el Eunuco (Hch 8:26-35) nos desvela elementos clave de la proclamación del Evangelio a las naciones. Y eso que al lector en general éste le parece apenas un relato anecdótico, que no sabe muy bien porqué está allí… El pasaje es harto conocido y a la vez desconocido. [1]

En este pasaje encontramos por lo pronto:

  1. ¡La primera vez que el Espíritu habla!
  2. ¡La primera vez que se convierte un gentil!
  3. ¡La primera vez que el evangelio sale para otro continente!

¿Qué más le podemos pedir al pasaje? Pues hay más…

El Espíritu Santo no sintió la necesidad de hablar en el avivamien­to (i.e. conversiones en masa) que ocurrió poco antes entre los samaritanos, quienes están a medio camino entre judíos y gentiles, y por eso eran conocedores y seguidores de la Torá. No vio preciso hacer oír Su voz a Felipe ante las multitudes, pero muestra un especial interés por este único viajero cuando está regresando a su país. En Samaria bastaba con seguir los procedimientos institucionales: que vinieran los Apóstoles desde Jerusalén para aprobar y confirmar la obra hecha allí (Hch 8:14). No así con el eunuco. Para el Espíritu Santo una sola oveja buscando su camino de regreso al hogar celestial es más importante que los 99 o los 999, o que una mega iglesia (y veremos cómo la Biblia misma nos corrobora esto). El eunuco era una persona que buscaba al Señor. Aunque era un alto dignatario, su razón para venir des­de 2.000 km al sur y llegar hasta Jerusalén no era diplomática, sino que “había venido a Jerusalén para adorar” (8:27). Sabía algo acerca del Dios úni­co y amaba a ese Dios único, aunque todavía no lo conocía plenamente. Es más, en Jerusalén adquirió una porción de las Escrituras. En concreto, un rollo del libro de Isaías.

¿Dónde había oído hablar el eunuco del templo y de donde le vino esta afición por las Escrituras? ¿Acaso los ecos de los tiempos de la reina de Saba, quién visitó a Salomón en su es­plendor, aún resonaban por esas latitudes? O quizás acu­diría a una de las muchas sinagogas esparcidas por todo el mundo, quien sabe si también en Etiopía. El caso es que, de ser así, se habría llevado un gran chasco. Imaginémonos el panorama: el eu­nuco llamando a la puerta de la sinagoga y el encargado judío abriendo y viéndose cara a cara con un eunuco. ¿Qué le diría? Pues si era un fiel observador de la Ley lo enviaría con cajas destempladas. Ya que el Pentateuco de forma explícita dice: “Ninguno que haya sido castrado o que tenga cortado su miembro viril entrará en la asamblea del SEÑOR” (Dt 23:1). ¿Qué es un eunuco sino “alguien castrado”? ¿Cómo osaba este inmundo profanar el lugar del Señor? ¡Aun y así el eunuco no desistió! Y eso que le ocurrió lo mismo que a muchos de culturas extrañas que llaman a la puerta de nuestras iglesias: lo miraron como a un bicho raro y no le dieron el primer lugar, al contrario de lo que nos anima a hacer Santiago (cf. Stg 2). ¿Volvería alguien así a visitarnos, si no fuera un genuino buscador?

Los desiertos espirituales están llenos de este tipo de buscadores, esperando a que tú o yo vayamos y les hablemos. ¿No nos lo ha indicado así el Espíritu Santo todavía? Quizás es que todavía no sabemos escuchar suficientemente Su voz. Creo que no es casualidad que la primera vez que el Espíritu rompe su silencio, lo primero que dice es: “Ve…” (Hch 8:29, LBLA). ¿Qué nos había dicho Jesús antes de irse de este mundo? “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Jn 16:12-13). ¿Qué es lo último que dijo Jesús? “Id…” (Mt 28:19). ¿Qué es lo primero que dice el Espíritu, retomando el mensaje donde Jesús lo había dejado? “Ve…” (Hch 8:29, LBLA). Ya lo dijimos: Generalmente lo primero y lo último que se dice en la Biblia respecto a algo, marca tendencia. Y aquí lo que Jesús dijo lo último en el plano general (“Id…”), el Espíritu lo traslada al plano individual en su primera intervención audible (“Ve…”). ¿Se nos ocurre otro tema que pueda ser lo primero y lo último a la vez? Esto le da una vuelta de tuerca a la Gran Comisión. Es decir, si en la Gran Comisión el llamado va dirigido en general a la iglesia, y pensamos que unos van y otros se quedan, en la primera alocución del Espíritu, que representa lo más importante que nos quiere decir a título individual a cada uno, la palabra es: “Ve…”. Con lo cual ya no hay unos que van y otros que se quedan, sino que todos debemos ir. Unos desplazándose y otros literalmente acompañando con sus palabras de estímulo, sus oraciones y su apoyo económico. Pero nadie se libra de “ir”. El Espíritu te da dos opciones: ¡O eres de los que van con todas sus consecuencias, o eres de los que envían con todas sus consecuencias! Al igual que esto, la última Palabra que pronuncia el Espíritu en las Escrituras es “Ven…” (Ap 22:17). Y es una invitación que extiende juntamente con toda la iglesia (con la “esposa”). Es decir, no son unos pocos en la iglesia los que tienen que decir “ven” al mundo entero; es toda la iglesia, en su conjunto y cada uno en particular, aquí y hasta los confines de la tierra.

Años atrás llegó un joven a nuestra iglesia de Estambul cuyo nombre traducido significa “Celestial”. Muy respetuoso y educado me dijo que no quiso llegar “de vació” y que por eso antes de venir ¡se había leído la Biblia tres veces de tapa a tapa! Y tenía tres preguntas. Sólo me acuerdo de una, pero todas eran a cuál más detallada. Sin abrir las Escrituras me dijo: “En el Salmo 15 dice «¿Quién habitará en tu santo mon­te?» y en el verso 5 replica, «El que su dinero no da a interés». Sin embargo, en la Parábola de los Talentos Jesús recrimina a aquel que no dio su capital a los banqueros para obtener intereses. ¿Por qué es así?” ¡Realmente se la había leído! (Y si alguien le pica la curiosidad y quiere saber la respuesta, y está dispuesto/a a implicarse en misiones, puede escribirme). Hay muchas más historias que contar sobre Celestial, pero este no es el momento. Basta con decir que, si hubiera vivido en Etiopía en esa época, es del tipo de persona que la reina habría pues­to sobre todos sus tesoros, como al eunuco (8:27). ¡Hoy Celestial está pastoreando una de nuestras iglesias en Turquía!

¿Pero cómo habría entrado en contacto “Celestial” con los que pudieran aclarar sus dudas si una iglesia de avanzadilla no hubiera llegado hasta sus terrenos ignotos para el Evangelio? ¿Y cómo existiría tal iglesia si antes unos mensajeros no hubieran llegado con tal cometido? ¿Y cómo habrían llegado los emisarios hasta allí si no se hubieran tomado en serio el llamado y desafío de llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra? ¿Y cómo es que se les ocurrió todo esto si leían la misma Biblia que leen la gran mayoría de creyentes, aquellos creyentes a los que no se les ocurre implicarse en misiones? ¿Es que en sus Biblias hay otro mensaje?

Ahora, la pregunta del millón no es ninguna de estas de arriba, sino la siguiente: ¿Por qué el Espíritu no guio a Felipe al templo dos días antes, en vez de enviarlo dos días después al desierto de Gaza? La Franja de Gaza lamentablemente sigue siendo hoy noticia... Y en tiempos de Jesús era también un lugar como el que se relata en la parábola del Buen Samaritano, lleno de asaltadores, bandoleros y peligros (por donde campaba a sus anchas el Curro Jiménez cananeo). ¿Acaso el Espíritu nos está diciendo aquí que quiere que vayamos a los lugares peligrosos? ¿No habría sido más placentero, y sobre todo más seguro para Felipe, que el Espíritu Santo lo hubiera guiado a compartir con el eunuco en el templo dos días antes? Seguro que sí. Por otra parte, para llegar desde Samaria a la Franja de Gaza Felipe tenía que pasar por Judea, es decir por Jerusalén. Un viaje que le tomaría unos días. Incluso es probable que Felipe y el eunuco estuvieran casi al mismo tiempo en Jerusalén. De no ser así Felipe difícilmente habría alcanzado al eunuco, porque ambos viajaban dirección al sur. ¿Por qué el Espíritu Santo lo haría todo tan complicado de no tener un propósito muy específico?

La estrategia de Dios en el AT para llevar las buenas nuevas a los gentiles era que estos acudieran al templo. Su estrategia en el NT es que el nuevo “templo” (i.e. nosotros los creyentes) vaya a los gentiles. Con el templo de piedra eran ellos los que tenían que desplazarse, pero ahora Dios lo ha cambiado por un templo de “piedras vivas” (1Pe 2:5), para que seamos nosotros quienes se desplacen hasta los confines del mundo. En el AT la estrategia era centrípeta, en el NT es centrí­fuga. Él quiere que todos los creyentes salgan des­pedi­dos hacia los cuatro puntos cardinales. Como un aspersor que riegue los campos del mundo. ¡Por eso el Espí­ritu esperó dos días, y por eso no quiso correr el riesgo de que sus indicaciones se desoyeran o malinterpretaran y rompió precisamente entonces Su silencio! Él ejemplifica con Felipe a la iglesia que sale a los extremos de la tierra a través de sus enviados. Esta es la marca distintiva que Él quiere para su pueblo hoy. Y por eso este pasaje nos comunica elementos clave de la evangelización a las naciones:

  1. ¡Los buscadores aislados en los desiertos son más valiosos que las 99 del rebaño seguro!
  2. ¡Toda iglesia debe tener sus Felipes, dispuestos a ir a los desiertos y llegar a las naciones!
  3. ¡El empeño del Espíritu Santo es que así salgamos todos al encuentro de los buscadores!

Pero aún hay más…

El asunto es que el Espíritu Santo no hace nada por azar (o eso creo yo). Veámoslo: El eunuco iba leyendo un ejemplar de Isaías y estaba en el bien conocido capítulo 53. Felipe le aclara el pasaje, el eunuco se convierte, se bautiza y sigue su camino. Y parece que aquí se acaba todo… Pero avanzando en su lectura el eunuco, no mucho después, llegaría al capítulo 56. ¡Y allí de repente se quedaría estupefacto! Al leer:

3 El extranjero que se ha allegado al SEÑOR, no diga: Ciertamente el SEÑOR me separará de su pueblo. Ni diga el eunuco: He aquí, soy un árbol seco.

4 Porque así dice el SEÑOR: A los eunucos que guardan mis días de reposo, escogen lo que me agrada y se mantienen firmes en mi pacto,

5 les daré en mi casa y en mis muros un lugar, y un nombre mejor que el de hijos e hijas; les daré nombre eterno que nunca será borrado.

6 Y a los extranjeros que se alleguen al SEÑOR para servirle, y para amar el nombre del SEÑOR, para ser sus siervos, a todos los que guardan el día de reposo sin profanarlo, y se mantienen firmes en mi pacto,

7 yo los traeré a mi santo monte, y los alegraré en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.

Aquel castrado que no tenía valor en una sociedad don­de la prole lo es todo, ¡de repente lee que ya no es un “árbol seco”! Ahora podrá tener hijos e hijas espirituales... Aquel eunuco que había sido abochornado en la sinagoga, ¡de repente lee que Dios le ha asignado un lugar en la casa y en la obra del Señor! Podrá servirlo alcanzando una nación para Su gloria. Aquel buscador aislado que no goza de avivamientos ni de las multitudes, ¡de repente descubre que tiene más dignidad y “mejor nombre” que aquellos que como tú y yo han sido recibidos como “hijos” e “hijas”! (cf. Is 56:5). Para Dios cuentan más los eunucos, que los 99 o los 99 mil. ¡Realmente los eunucos aislados que nos esperan en los desiertos espirituales valen más que cualquier mega iglesia!

¿Por qué el Espíritu Santo está tan interesado en el eunu­co? ¿Por qué lo aborda en el desierto y no en el templo? ¿Por qué lo induce a comprar un ejemplar de Isaías? Por lo mismo que nos dice Isaías, por lo mismo que Jesús declaró cuando echó a los cambistas, y por lo mismo que Él nos quiere mostrar ahora a nosotros: que la iglesia es solamente su casa cuando es “casa… de oración para todos los pueblos”. Pero fijémonos que no dice “casa de oración POR todos los pueblos”, sino “PARA todos los pueblos”. Es decir, no sólo indica que en las iglesias se debe orar POR todos los pueblos, sino que las iglesias deben alcanzar, convocar, y ser de cobijo PARA gente de todos los pueblos. ¡Por eso debe ser una Casa que va a todos los pueblos! Como Felipe. ¡Que abraza a todos los pueblos! Como al eunuco. ¡Qué llega a los desiertos! ¿Cómo nosotros…?

Pero aún hay más…

Los eruditos de la Palabra nos dicen que con Pedro predicándole a Cornelio, el Evangelio se abrió oficialmente a los gentiles. Por algo a él se le habían entregado “las llaves del reino de los cielos” (Mt 16:19, y por eso mismo él “abrió” la puerta del reino a la multitud en Jerusalén con su discurso de Pentecostés). Con Cornelio y Pedro se abre la puerta del Evangelio esta vez para las naciones. O por lo menos eso se dice… Sin embargo, esto no es del todo cierto. ¿Y el eunuco? ¡El gran olvidado! ¿No era él también un gentil? ¿No era de una nación lejana? ¿No se convirtió antes que Cornelio? ¿No abrió el itinerario del Evangelio a un nuevo continente: África? Así las almas en los desiertos espirituales, aunque son las grandes olvidadas por parte de la “casa” del Señor, son las más valorados por el Señor de la casa. Dándole todo el protagonismo a Pedro, nos olvidamos de que el Señor es un Dios que rompe moldes, incluso sus propios moldes. ¿No recibe a los eunucos en su templo en Isaías, cuando en Deuteronomio les había prohibido la entrada? Y aquí hay una advertencia para toda iglesia que se acomoda e institucionaliza: corre el riesgo de olvidarse de lo primordial. Porque Dios quiere que traspase límites y fronteras…

No sólo esto, sino que Dios hace esta obra que marca un hito en el cielo y en la tierra con Felipe, quien no tiene ni autoridad rabínica ni apostólica para asumir tal responsabilidad; él es un servidor de mesas… Es como muchos de nosotros los latinos, lo que los gringos llaman un practitioner, porque no tiene doctorados, solamente tienen práctica. Pero ¡gloria a Dios por esa práctica! Hoy hay tantos que disertan desde su escritorio sobre lo que debería implicar la misión, pero tan pocos los que la hacen al pie del cañón, en el campo practicando la misión. Más vale ser un practitioner, si realmente estamos llegando a los eunucos, que no un teórico con todos los doctorados del mundo, que no se mueve de su sillón. Con todo, así como la falta de preparación académica no debe ser una excusa para no abordar la misión, tampoco debe usarse como apaño para improvisar irresponsablemente. Pero aún hay más…

En el avivamiento de Samaria el Espíritu no acudió hasta que llegaron Pedro y Juan para que impusieran las manos y así ratificaran la obra con su autoridad apostólica (Hch. 8:14-15). Por decirlo a nuestra manera, vinieron a poner la bandera de la iglesia de Jerusalén y de la denominación Apostólica. Sin embargo, con el eunuco no aparecen para nada. Nadie pudo poner su bandera. No les dio tiempo… ¡Así quiere que hagamos el Señor en los desiertos espirituales! Tenemos que desistir de una vez y por todas del vicio de querer reproducir nuestra denominación en culturas diferentes, cualquiera que sea ésta (y no hablo aquí de renunciar a ningún principio bíblico). Sino que hemos de intentar recuperar el espíritu de la iglesia primitiva, no a base de reproducir sus formas arcaicas, sino por identificarnos solamente con Jesús, y con ningún otro nombre. Pero aún hay más, y con esto finalizo…

Felipe fue arrebatado de la escena con tal brusquedad que no le dio tiempo a tomarse una foto con el eunuco (Hch 8:39-40). No pudo ponerla en su carta de oración, no le dio tiempo ni a preguntarle el nombre. De forma que la gloria sólo fuera para el Señor. ¡Ni para los Felipes, ni para los Apóstoles, ni para los ángeles! Los Felipes, los eunucos, los desiertos son los grandes ignorados hoy en día por parte del pueblo de Dios y de los hombres. Porque cada vez más el “pueblo de Dios” sólo quiere historias triunfalistas de “éxito”. En tal situación ¿quién va a estar dispuesto a ir a los lugares olvidados del mundo, para ser olvidado él o ella misma por todos? ¿Quién aceptará “gastar” su vida, para que después de los años quizás haya un solo convertido? ¿Y quién los va a apoyar teniendo en cuenta el ambiente evangélico actual donde si no hay números de convertidos, parece que la inversión de los que apoyan no produce sus réditos? (Evidentemente el que va no puede ni debe dormirse en los laureles…) ¡Pero precisamente los que van a los desiertos, y se ocupan quizás de un único eunuco son los grandes héroes y protagonistas para Dios! ¡Y quienes Le dan mayor gloria!

Permitidme explicarlo con una analogía. Encontrar una margarita en un jardín botánico de un país tropical ¿a quién le sorprende? Es lo natural… Pero encontrarla en medio del desierto del Sahara ¡No tiene explicación! ¿De dónde procede la semilla, cómo encuentra el agua, dónde ha echado raíces si solo hay arena, cómo resiste los rayos abrasadores del sol? ¡Esto sí que es un milagro! ¡Sólo puede ser obra de Dios! ¿Qué Lo glorifica más: miles de margaritas en los parques botánicos del trópico o aquella margarita malviviendo sola en el desierto? ¡Malviviendo, pero bien erguida! La mentalidad triunfalista busca los parques botánicos. La mentalidad que busca glorificar a Dios, los desiertos.[2]

Porque en el corazón de Dios los menos valorados por el hombre son los más importantes para Él, son sus predilectos. Son los frutos que más gloria le dan, por ser los más imposibles. ¡Entonces Él brilla como Dios de lo imposible! En nuestras prioridades, ¿estaremos coincidiendo con Su corazón? [3]

Por lo tanto:

  1. ¡la iglesia debe ser casa de oración, orando al lado de todos los pueblos! Para ello…
  2. ¡La prioridad debe ser buscar aquellos lugares donde Cristo no haya sido predicado! Y…
  3. ¡La obra misionera no es para nuestra gloria, sino para la de Aquel que habita en lo secreto!

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PARA REFLEXIONAR:

  1. A la luz de las prohibiciones sobre los eunucos en Levítico y el anuncio que hace en Isaías, ¿qué lección debemos aprender del hecho de que el Espíritu Santo muestre un especial interés por un eunuco? ¿Qué nos enseña el entrelazado de estos pasajes?
  2. ¿En la práctica cómo debe impactar al movimiento evangélico el hecho de que la estrategia del Nuevo Testamento para la iglesia es centrífuga, móvil, peregrina, sin arraigo terrenal, sin buscar riquezas, ni comodidades, ni autopromoción…?
  3. ¿Cuánta preparación necesitamos para salir a las misiones? Evidentemente toda preparación es poca… ¿Pero no será que ponemos esto de excusa porque el desafío nos da miedo tanto a los que vayamos a salir como a los que vayamos a enviarlos?

Para más información sobre misiones puedes ponerte en contacto con:

https://alianzaevangelica.es/iglesia-y-mision/misiones/        

 


[1] Este artículo aparece en mi libro Recomponiendo la Misión con Jesús, aunque aquí se han hecho modificaciones y ampliaciones: amazon.es/Recomponiendo-Misión-Jesús-Reflexiones-Implicaciones/dp/8494911279.

[2]  Carlos Madrigal, Recomponiendo la misión con Jesús, 2018, pág. 127, amazon.es/dp/8494911279.

[3]  Dios en nuestro ministerio en el extranjero nos ha permitido ver muchos más de lo que siquiera imaginábamos, desde conseguir el reconocimiento oficial de no pocas iglesias por parte del estado en Turquía, hasta dar testimonio a millones a través de canales nacionales de TV. Así que no hago estas reflexiones para excusar ninguna falta de resultados, sino para reivindicar única y exclusivamente Su gloria y Su deseo de llegar a los más olvidados en el avance de la obra.

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