El justo por su fe vivirá

Vivir en Cristo es mucho más que ‘ir a la iglesia’ o ser ‘alguien’ en ella.

29 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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Algunos lectores habrán de asociar el título de esta nota con la Reforma del siglo XVI o con la doctrina apostólica de la justificación; y otros recordarán el texto bíblico del AT en que se basa.
Los que estudian sus Biblias lo encontrarán en el libro de Habacuc, profeta que presumiblemente lo escribió entre los años 610 y 605 a.C. (más de 2.600 años atrás).
El texto completo dice así:
“He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.” (1)
La Redención provista por nuestro justo y misericordioso Dios es tan real que marca una clara división en la humanidad: los que viven por fe y los que viven en la incredulidad.
La conducta de los hombres y mujeres es una consecuencia directa de aquello en lo que se afirma para vivir.
El libro en su contexto histórico (2)
Habacuc vivió, según la mayoría de los eruditos, durante el dominio del imperio caldeo- babilonio que oprimía con crueldad a los pueblos que conquistaba, incluido el judío, cuyo rey era Joacím (3). Este profeta cuestionaba a Dios por permitir que Su pueblo elegido fuese sometido y sufriese tanta maldad de manos del invasor enemigo:
“¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? (4)
Dios revela al profeta lo difícil que es creer en Su palabra a aquellos que padecen a causa de la injusticia:
“aun cuando se os contare, no la creeréis.” (5)
Habacuc insiste en preguntar; está escuchando a Dios pero no comprende que Él use a las naciones paganas para hacer justicia con su pueblo. Aún así, no deja de creer en Él:
¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos.” (6)
Dios sigue informándole y le dice que la tierra debe guardar silencio ante Él (7).
Finalmente, Habacuc comprende que los caminos del Altísimo son muy superiores a los de los hombres, y concluye el libro con un salmo en el que confiesa su fe en Él, en medio de las pruebas. (8)
Influencia de Habacuc en el Evangelio de Jesucristo
El Apóstol Pablo reitera la doctrina de la justificación por la fe citando dos veces el texto de Habacuc (9). Enseña de manera clarísima que la fe no es de origen humano sino un don (un regalo) de Dios que se recibe solo por medio de Jesucristo. Afirma que esa fe es la única que salva al pecador arrepentido (10) y lo sostiene a lo largo de su vida terrenal; que de la manera que recibimos a Cristo debemos andar en Él: ejerciendo esa única y gratuita fe; recibiendo de gracia y dando de gracia (11). El autor de la epístola a los Hebreos también lo cita cuando hacer ver que el verdadero creyente es aquella persona que, una vez rendida a Jesucristo, no vuelve atrás ni se estanca en su vida de fe (12).
Para salvarlo, el Señor envía al pecador esa fe capaz de vencer su orgullo, sus deseos egoístas y su alma que no es recta delante de Él. No hay manera de confundir la nueva vida de fe en Cristo con la antigua manera de vivir bajo el peso de la Ley.
Mientras el pecador irredento vive centrado en sí mismo, con hábitos basados en la autosuficiencia, autoestima y autosatisfacción, el creyente vive en paz con Dios y sus semejantes pues ya está justificado plenamente gracias a la perfecta justicia ejercida por Dios en Su Hijo, una vez y para siempre (13).
Por su parte, los Reformadores redescubrieron y proclamaron la doctrina bíblica de la justificación por la fe en los años más oscuros de la Edad Media. El sacerdote agustino Martín Lutero intentó un cambio radical dentro de la ICR, pero la corrupción del papado produjo el cisma del que nacen las iglesias denominadas ‘protestantes’.
De Habacuc a Santiago
Releyendo al profeta sufriente por causa de la injusticia reinante, se puede llegar a la conclusión de que Dios no impidió ser cuestionado en lo que estaba haciendo con su pueblo escogido, puesto que Habacuc hizo oír su queja en forma reverente y respetuosa. Por eso recibió la respuesta que necesitaba, su fe fue fortalecida y adoró a Dios.
Es evidente que el apóstol Pablo había leído a Habacuc; por eso aclara aún más el pasaje:
“porque no hay acepción de personas para con Dios. Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.”(14)
Santiago demuestra no contradecir a Pablo al cuestionar a los que expresan su fe solo en forma verbal (y no siempre correctamente). Muestra que las injusticias existentes en este mundo reclaman una activa participación del que dice creer en Dios; que no basta con ser solo oidores de la Palabra.
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (15)
Para muchos creyentes tener fe es cumplir ‘yendo a la iglesia’ y no perder nada del programa semanal. Inculcan en sus hijos esos mismos hábitos con la esperanza de que los hagan mejores seres humanos. No siempre los resultados son los deseados. Puedo dar gracias a Dios por haber tenido padres que me llevaban con ellos a las reuniones de la iglesia. Sin embargo, el Señor tuvo mucha paciencia conmigo para hacerme entender que no es lo mismo una membresía institucional que una relación personal con Jesucristo; que vivir en Cristo es mucho más que ‘ir a la iglesia’ o ser ‘alguien’ en ella.
Finalmente me hizo entender que Él me salvó para que yo fuese un hacedor de Su Palabra, no solo un oidor; para practicar sincera y honestamente Su palabra, no conformarme con recitarla. Esto es lo que debo recordar siempre para no volver atrás.
La carta a los Hebreos agrega una advertencia importante al texto de Habacuc citado por Pablo:
“Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma.” (16)
Algunas veces no entendemos por qué suceden las cosas que nos afligen; en particular si pasamos por prolongadas estrecheces económicas o enfermedades. En otras ocasiones vemos a nuestros enemigos prosperar mientras nosotros no podemos salir de las crisis. Independientemente del necesario análisis que ameriten, es en cada una de tales situaciones que debemos aferrarnos a nuestro soberano Dios; solo Él es omnipotente y actúa conforme a un Plan perfecto.
Recordemos que el Señor nunca deja de trabajar y va cumpliendo con todas Sus promesas; si nos aquietamos – si dejamos de intentar resolver los problemas por nuestra propia cuenta - y esperamos en Él, a Su tiempo, Él recompensará nuestra fe y dará su merecido a los incrédulos. El camino bíblico es vivir confiando solo en Él.
Habacuc lo supo, por eso finalmente cantó con júbilo y de manera triunfal:
“Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar.” (17)
Como ya vimos en nuestra nota anterior, la fe viene al pecador por el oír la palabra viva. Ésta, ninguna otra cosa con la que se pretenda sustituirla, es la que abre el oído al pecador – que está muerto a causa de sus pecados – y le genera la fe necesaria para pasar de la muerte a la vida: nacer de nuevo por la obra del Espíritu de Dios.
¿Qué obra hace el pecador para renacer? Ninguna (18).
¿Qué obra es la primera que hace el nacido de nuevo? Creer y confesar el nombre de Jesucristo (19).
A partir de este momento en que el nacido de nuevo manifiesta su fe en Jesucristo comienzan las distintas formas que algunos desean imponerles como ‘la verdadera’ expresión de su nueva vida. ¿Qué nos dice el apóstol Pablo?
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias.” (20)
¿De qué manera hemos recibido al Señor Jesucristo?
Creyendo y confesando Su nombre, gracias a la fe que nos viene de oír la Palabra de Dios.
Veíamos que la primera obra del nacido del Espíritu es fe en acción. Hablar es lo primero que todos hacemos desde niños para integrarnos socialmente. Nos enseñan a hablar antes que ninguna otra cosa. Y el niño aprende porque asocia el sonido de la voz con el movimiento de los labios del que le habla.
Toda persona que ha recibido a Cristo por la fe que le ha sido dada, deja de hacer las cosas inconvenientes que hacía antes. Ahora es una nueva criatura ‘las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas’ (21).
La persona que discipula a otra que acaba de nacer por el Espíritu, no solo debe haber recibido por la fe a Jesucristo sino que debe andar de la misma manera: por fe; porque, naturalmente, el nuevo discípulo imita a la persona que lo discipula; por eso Pablo nos aconseja:
“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. (…) Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.” (22)
CONCLUSIONES
Santiago escribe su carta mientras era obispo de la iglesia en Jerusalén, la primera y madre de todas las demás iglesias que se fueron agregando gracias a la obra misionera de los apóstoles. Los comentaristas mejor informados explican que ese es el principal motivo por el cual la dirige a "todas las tribus de Israel en la dispersión" (23).
Este hombre de fe y oración se ocupaba de aquellos judíos que vivían fuera de la ciudad, de lo que era la antigua Canaán, en otras naciones y mezclados entre los gentiles. Uno de los historiadores, Hegesipo (24), relata que Santiago pasaba largas horas en oración intercediendo por los judíos convertidos a Cristo, al punto que sus rodillas estaban deformadas por los callos. Su humildad contrasta con su pasión; Santiago no dice de sí nada que lo ponga por encima de nadie; solo que es
"Siervo de Dios y del Señor Jesucristo" (25)
La recomendación que hace a los judíos que reciben el Evangelio de Jesucristo es a no caer en el error de creer que la fe es una experiencia mística, sensorial y emocional alejada de la realidad del mundo donde viven. Cuando les dice que "la fe sin obras está muerta" (26) asocia esta declaración con la necesidad de poner en acción la palabra "como cuando un hermano está desnudo y necesitado de alimento diario ¿de qué servirá que alguno le diga ‘id en paz, cuidaos del frío y comed a satisfacción’, si no le dais lo necesario para el sustento del cuerpo?" (27)
Se ocupa también de que sus hermanos no confundan las obras del ritual judaico con las obras que son el resultado de la fe en acción. Su recomendación apunta a desmantelar todo intento de caer en los extremos que son comprobables – aún hoy - en la predicación de las iglesias y la realidad que las rodea. Por esa razón rechaza la discriminación que se hace con los pobres, y reclama relaciones humanas de amor con una justa distribución de los bienes (28); amonesta a los que oran para tener éxito mundano beneficiando a sus intereses egoístas de prosperidad (29) olvidando que "quien quiere ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios" (30). Recuerda a Jesús cuando enseñaba a no jurar (31); alienta a los creyentes a decir siempre la verdad con sencillez y sin temor (32); y a pedir a los líderes oración por los enfermos ungiéndoles con aceite (33).
Al terminar, hace un llamado a orar por los enfermos y los que han cometido faltas, a "confesarse mutuamente los pecados y orar mutuamente los unos por los otros", "porque mucho vale la oración perseverante del justo" y "quien logra que se convierta el pecador de su camino equivocado, salvará un alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados" (34).
Podemos afirmar que Santiago lejos de enseñar a cumplir con la Ley, alienta a superar toda clase de pruebas que rodean al que cree, proyectando una fe viva sobre todas las situaciones, tanto personales como sociales (35).
El salmista sabía perfectamente cómo vivir, por eso ora: “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.” (36)
El creyente que deposita su confianza en Dios en el día a día y para la eternidad es el que ha sido justificado por su fe en Jesucristo y es visto como justo por el Padre. Esta es una doctrina clave de la fe Evangélica que tiene sus raíces en el AT y es enfatizada tres veces en el NT: “El justo por su fe vivirá”. No es por obras humana alguna para que nadie pueda jactarse de hacer algo digno de ser tenido en cuenta por Dios.
El mismo Señor Jesús enseñó a sus discípulos, y a nosotros por extensión:
“Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.” (37)
¡Gracias Señor por tu provisión y por tu misericordiosa justicia!
Notas
Ilustración: El estudio de la palabra de Dios es un privilegio al que todo ser humano puede acceder; pero no deja de ser un mandamiento a cumplir para alimentar nuestra fe en el Señor. Por algo Él nos anima siempre a guardar Su palabra y no la de los hombres
1. Habacuc 2:4
2. Este libro profético es anterior a la caída de Jerusalén (587 a.C.), de la deportación de los judíos a Babilonia y de la incorporación de Daniel y sus jóvenes compañeros en la Corte imperial. La primera parte del libro de Habacuc (1:1 a 2:4) expone en un diálogo con Jehová el drama de los poderes humanos, políticos y económicos, ansiosos por conquistar pueblos, territorios y riquezas y como consecuencia las víctimas tiranizadas, saqueadas y masacradas. El profeta asume la vocería de las víctimas y clama por la redención. Expresa la certeza de la intervención de Jehová en favor de los débiles y ratifica que la visión profética se cumplirá en una fecha concreta y si se tarda hay que esperarla, porque vendrá ciertamente y el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:3-4). La segunda parte (2.5 a 2:20) es una colección de condenas a los explotadores, opresores e idólatras. El rechazo a la ganancia injusta y a la avaricia se expresa en estilo literario que prepara la tercera parte (capítulo 3), un cántico de gran belleza a la salvación de Yahvéh, cuya elevada calidad literaria ha hecho pensar a varios críticos que se trata de la obra de un autor diferente al de las dos primeras partes. Los caldeos fueron una tribu semítica de origen desconocido que se asentó en Mesopotamia meridional en la parte anterior del I milenio a. C.. Por su lengua se asume que están relacionados con los arameos, aunque se asentaron más al sur que los arameos, quienes se habían asentado en Mesopotamia superior y Siria. No obstante los caldeos "propiamente dichos" eran los sumir o turaníes que se impusieron a los otros dos elementos de la población que eran los Casitas y Semitas. Los autores romanos llamaron caldeos a los astrólogos y a los matemáticos de Babilonia (fuente: Wikipedia)
3.2ª Crónicas 36:4-10; este rey es uno de los que hizo lo malo a los ojos de Dios; su reinado fue corrupto, idólatra e injusto
4.Habacuc 2:2
5.Ibíd.5
6.Ibíd. 12
7.Ibíd. 2:2-20
8.Ibíd. 3:1-19
9.Romanos 1:7; Gálatas 3:11.
10. Efesios 2:8,9
11. Mateo 10:8
12. Hebreos 10:38
13. 2ª Corintios 5:21; Hebreos 9:27,28; 1ª Pedro 3:18
14. Romanos 2:11b-13; Gálatas 2:9
15. Santiago 1:22
16. Hebreos 10:38
17. Habacuc 3:19
18. Juan 3:3-8
19. Romanos 10:10
20. Colosenses 2:6,7
21. 2ª Corintios 5:17
22. 1ª Corintios 11:1 (…) Filipenses 3:17
23. Santiago 1:1b
24. Sobre este historiador del paleocristiano recomiendo leer la síntesis de Wikipedia en la que hay bibliografía de colaboradores de P+D
25. Santiago 1:1a. En la Biblia no se hace mención que sea hijo de María la madre de Jesús, pero tampoco que no lo sea. Lo importante es que él consideraba que su rol ministerial no estaba ligado a un lazo sanguíneo, terrenal, de parentesco, sino exclusivamente espiritual. Compárese esta actitud con la de muchos líderes cristianos hoy día, que incluyen a sus esposas, hijos y parientes en el círculo íntimo del directorio de sus empresas ministeriales con las que mueven bienes incalculables y no se avergüenzan de ostentarlo
26. Santiago 2:14-26
27. Ibíd. 21-27
28. Ibíd. 5:1-6
29. Ibíd. 4:3
30. Ibíd. 4:4
31. Mateo 5:33-37; compárese con la difundida enseñanza de ‘pactar’ (juramentarse) con Dios’ o ‘decir la palabra de fe’ para obtener aquello que deseamos
32. Santiago 5:12
33. Ibíd. 14
34. Ibíd. 5:16-20
35. Ibíd. 1:12
36. Salmos 16:1
37. Lucas 17:10

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