Grandezas y miserias del rey David

Segundo libro de Samuel (Libros históricos IV)

08 DE ABRIL DE 2015 · 16:00

,rey David

El primer libro de Samuel concluía con un episodio especialmente trágico. Israel había sido derrotado en el campo de batalla por los filisteos y Saúl y sus hijos yacían muertos.

La vida de David se desarrollará ahora de manera diferente mostrando claroscuros muy acentuados.

Lejos de mostrar resentimiento hacia Saúl, David acogió la noticia de su muerte con gran pesar sabedor de la tragedia que se había desencadenado (c. 1).

David fue proclamado rey de Judá (c. 2), pero hubo de esperar años antes de que Israel también lo aceptara como rey (c. 5).

David trasladó la capital a Jerusalén –una medida muy inteligente porque la ciudad estaba en el centro del reino, como sucede con Madrid en España, y permitía gobernarlo con inteligencia– trasladó a esta ciudad el arca (c. 6), renovó el pacto con Dios esencial para la venida del mesías (c. 7) y venció a los enemigos de Israel (c. 8 y 10).

Sin embargo, II Samuel dista mucho de trazar retratos idealizados incluso de los héroes.

El capítulo 11 narra el terrible pecado de David que no sólo cometió adulterio sino también asesinato y el 12 describe cómo la justicia de Dios no se detuvo ante David.

Hasta qué punto este relato resulta incómodo para un nacionalista lo podemos ver incluso a día de hoy en los escritos de los rabinos que se empeñan en decir que David no cometió pecado alguno y que de sus horribles acciones –no reconocidas como tales– sólo tienen un contenido simbólico. No cabe duda de que la Biblia no abraza semejante explicación que desafía el sentido común más elemental así como la lectura sencilla del texto.

Los capítulos 13 a 18 describen además la amargura que nace de la poligamia.

Los hijos enfrentados, rebeldes, sin compasión son sólo una muestra de ello y motivo de reflexión para comprender la monogamia cristiana y los peligros de la poligamia predicada por Mahoma.

A pesar de todo –pecado, culpa, castigo, fracaso…- David se mantuvo fiel a Dios y ésa es, sin duda alguna, su grandeza.

Los capítulos 22-23 muestran el alma del héroe que sabe que es frágil, que no puede jactarse de nada ante Dios y que la salvación es pura gracia ya que sólo los necios, los ignorantes y los soberbios pueden creer que la ganan con sus esfuerzos.

Aún al final de sus días, David volverá a comportarse incorrectamente al realizar un censo (c. 24), pero incluso entonces podrá decir de todo corazón: “caigamos ahora en manos de YHVH porque son numerosas sus misericordias, pero no caiga yo en manos de los hombres” (24: 14).

David se arrepentirá de nuevo y, efectivamente, Dios volverá a perdonarlo. Porque Dios no busca corazones encadenados a una institución que dice representarlo ni que identifiquen la vida espiritual con ritos, ceremonias ni dogmas. Lo que desea es personas que se acerquen a El humildemente, que reconozcan sus pecados y que acudan a El cada vez que tengan necesidad de perdón o de cualquier otra cosa.

Cuando los corazones actúan de esa manera sucede, incluso en las peores crisis, lo que anuncia el último versículo de II Samuel: “y YHVH escuchó las súplicas de la tierra y cesó la plaga en Israel”.

 

Lecturas recomendadas: El pacto de Dios con David (c. 7); pecado y castigo de David (c. 11 y 12); Absalón (c. 13-18) y el censo (c. 24)

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