El endemoniado gadareno (1): breve visita de grandes consecuencias

Los evangelistas nos muestran a Jesús como el que tiene todo el poder sobre los elementos de la naturaleza, sobre los demonios, sobre las enfermedades incurables y sobre la misma muerte.

07 DE NOVIEMBRE DE 2021 · 11:00

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Foto de Marcella Oscar en Unsplash CC.

“Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos”

(Marcos 5:1)

 

Después de la teoría viene la práctica

En el capítulo cuatro de este evangelio de Marcos vemos a Jesús impartiendo a sus discípulos lecciones teóricas acerca del reino de Dios. Esta vez se trata de cuatro lecciones: Parábola del sembrador (4: 1-20), parábola de la lámpara debajo del almud (21-25), parábola del crecimiento de la semilla (26-29) y parábola de la semilla de mostaza (30-32).

En el capítulo 6 le vemos enviar a los doce de dos en dos a predicar, a liberar a los poseídos de los demonios y a sanar a los enfermos. Esto constituía un verdadero reto para los apóstoles; por eso Jesús los va a animar añadiendo a las lecciones teóricas una serie de lecciones prácticas, para que tomen conciencia de quién es el que les envía y cuál es su maravilloso poder. Poder que les imparte a ellos en la medida necesaria para su inmediato ministerio.

Como la teoría en este caso, también la práctica es impartida en cuatro lecciones por Jesús. Estas lecciones prácticas tienen por objeto potenciar la fe de los discípulos en Jesús, que revela en cada acción un poder divino. Estas cuatro escenas tienen que ver con el poder del Maestro sobre los elementos de la naturaleza al calmar la tempestad (4:35-41), el poder de Jesús sobre los demonios (5:1-20), el poder de Jesús sobre las enfermedades incurables, manifestado en la sanidad de la mujer que padecía de flujo de sangre (5:21-34) y el poder de Jesús sobre la muerte, evidenciado en la resurrección de la hija de Jairo (5:35-43). Y es que, Jesús no es solo el más grande maestro, sino también el más poderoso salvador. Naturaleza, demonios, enfermedades y muerte les están sujetos, no se les pueden resistir.

Una cosa digna de ser resaltada es la profunda calma y el cómodo dominio que ejerce Jesús sobre esos cuatro poderes imposibles para el hombre. No hay en él esfuerzos agónicos, no hay luchas desgarradoras, no hay dudas acerca de la victoria final, no hay conatos de resistencia. Lo que hay es un dominio total y absoluto, revestido de una calma soberana. Así es el poder de Jesús sobre todas las cosas y sobre los mismos demonios. Nosotros deberíamos ser hoy también muy conscientes de esta bendita realidad, porque nos haría mucho bien espiritual.

El lugar: ¿Gadara, Gerasa o Gérgesa?

La barca que llevaba a Jesús recaló, al fin, en la otra orilla del mar de Galilea, la orilla este donde habitaban los gadarenos o, como apuntan otros manuscritos más exactamente, los “gergesenos”. Los manuscritos difieren en cuanto al nombre de esta zona. Unos dicen “gadarenos”, otros, “gerasenos” y otros “gersesenos”. “Gadarenos” procede de Gadara, una ciudad ubicada a 10 Km al sudeste del mar de Galilea o lago de Genesaret. Esta Gadara estaba políticamente integrada en la Decápolis, un conjunto de diez ciudades helenistas que estaban bajo la gobernación de Herodes Filippus, hijo de Herodes el Grande. 

Si aceptamos la definición de “gadarenos”, el territorio de la ciudad se extendería hasta el lago de Genesaret, lo cual sería perfectamente posible. De hecho, se han encontrado monedas de esta Gadara con inscripciones de barcos. Pero la distancia de 10 Km es excesiva para que los porqueros vayan y vuelvan tras avisar a los dueños de la piara, recorriendo en tan poco tiempo una distancia de veinte kilómetros. Por otra parte ,“gerasenos” procede de Gerasa. Pero esta ciudad dista 60 Km del lago, lo que la descalifica por completo. Y, finalmente, otros manuscritos hablan de la región de los “gergesenos” (Lucas 12:26). Considerando que el término “región” en griego se traduce también por “sitio” o “lugar”, tenemos que esta es la alternativa más aconsejable. Éstos gergesenos serían los habitantes de la pequeña población ribereña de “Gérgesa”, el actual pueblecito de El-Kursi. Esta Gérgesa estaba ubicada directamente junto a la orilla del lago y tenía un puerto pesquero, cuyos restos se pueden ver todavía hoy. En el acantilado que hay detrás de sus ruinas se encuentran varias cuevas, sepulcros excavados en la roca caliza. Un poco más al norte desemboca en el lago la corriente del Samach. En este territorio se dan todos los requisitos de la descripción topográfica que hace Marcos 5:1ss. Por eso nos inclinamos por esta ubicación y por el gentilicio de “gergesenos” en lugar de “gadarenos”. Tengamos también en cuenta que el evangelista dice que Jesús llegó a la “región” de los gergesenos, no al puerto de Gérgesa.

Durante la construcción de una carretera en 1970 se descubrieron los restos de una iglesia y de un monasterio cristianos, datados en el siglo V después de Cristo. Esto demuestra que desde muy temprano los cristianos consideraron esta región como el escenario de los sucesos que narra Marcos 5:1ss.

El viaje hasta esta orilla del lago en tierra de los gergesenos no fue fácil. Durante el trayecto se levantó una tempestad con fuerte viento, de manera que la barca se estaba anegando y los discípulos temían por sus vidas, a pesar de que Jesús iba con ellos en la barca.

¿Por qué hizo Jesús este viaje? El contexto del relato en los evangelios de Marcos y Lucas nos revela que Jesús estaba impartiendo a sus discípulos una importante lección acerca de su poder antes de enviarlos a predicar bajo su autoridad. Y es que, unas horas antes Jesús había demostrado un poder divino al calmar la terrible tempestad con el auxilio de su sola palabra. Esto maravilló tanto a sus discípulos que se decían: “¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas mandan, y le obedecen?” Después de esta manifestación de poder extraordinario, van a ser testigos del poder de Jesús sobre los demonios, así en plural, pues no se enfrentará Jesús a un par de demonios a la vez, sino a toda una legión de ellos, o sea, a varios miles. Después de esta experiencia los discípulos serán testigos del poder de Jesús para resucitar a los muertos, poder ejemplarizado esta vez en la hija muerta de Jairo. Y anteriormente habrán sido testigos del poder de Jesús para curar enfermedades imposibles para el hombre y su ciencia, sanando a una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, que había sufrido mucho a manos de los médicos y que había gastado todo lo que tenía, pero sin ningún resultado positivo. 

Los evangelistas, pues, nos muestran a Jesús como el que tiene todo el poder sobre los elementos de la naturaleza, sobre los demonios, sobre las enfermedades incurables y sobre la misma muerte. Por eso, ante todo esto, y al igual que los discípulos de antaño, nosotros también deberíamos preguntarnos: ¿Quién es éste? ¿Qué respondemos a esto? ¿Quién es Jesús para ti?

La razón del viaje

Además de la anterior, existe otra razón para este viaje de Jesús. Y es que, en la tierra de los gergesenos le aguardaba una misión que solo él podía realizar. Esta visita de Jesús iba a tener notorias consecuencias. Significaría ayuda personal para el pobre endemoniado, instrucción para los discípulos y esperanza para los gentiles de la Decápolis.

En un principio, la tierra de los gergesenos le cerró sus puertas. Apenas hubo llegado, tan pronto como realizó aquella maravillosa liberación en el endemoniado, los gergesenos le rogaban que se fuese de sus tierras. Ellos preferían quedarse con sus cerdos y sus endemoniados antes que con Jesús. Así de ciego es el ser humano. ¡Cuántos son hoy los que, a la llegada de Jesús a sus cercanías, le cierran las puertas de sus corazones y le dan la espalda; lo que no es más que otra forma de decirle: vete de aquí, vete de mi vida. El Señor secundó el ruego de ellos y abandonó su tierra inmediatamente.

Pero, en un sentido, Jesús había estado el tiempo suficiente en aquella región. Había usado su corta estancia para liberar al endemoniado de sus terribles ataduras a los poderes de las tinieblas.

Jesús había viajado al lugar para encontrarse con este hombre. Por la misma razón atravesará Samaria para encontrarse con la samaritana y, a su través bendecir a todo un pueblo. Y es que, cuando se trata de ayudar a una persona, no hay camino demasiado largo ni tortuoso para Jesús. Él siempre irá allí donde puede ayudar y sanar.

Así de valiosa es una sola alma a los ojos de Jesús. A los gergesenos no les importaba nada el endemoniado. Para ellos era simplemente una desgracia más que tenían que soportar. Habían hecho todo lo posible para que este hombre no hiciera daño a nadie. Pero el asunto de su salvación espiritual era otro cantar del que ellos no sabían nada o no querían saberlo. Esto quedó demostrado después, cuando el hombre hubo sido restaurado a sus cabales.

Pero si a los gergesenos no les importaba el endemoniado, a Jesús sí que le importaba. Jesús había pensado en él. Por su causa cruzó el mar y se enfrentó a la tormenta para ayudarle. ¡De tanto valor le era esta persona!

¡Que maravilloso salvador! Él es el buen pastor que deja las noventa y nueve ovejas en el redil y sale en busca de la que se había perdido. 

Es posible que tú sientas que no vales nada a los ojos de las gentes. Nadie te echaría en falta ni notaría tu ausencia si no estuvieras ahí. Pero hay uno que sí te echaría de menos: ¡Jesús! Cada persona le es importante y valiosa. Y por eso hace todo lo necesario para llegar a todos. Su amor le impulsa a salir al encuentro del hombre y de la mujer en su necesidad espiritual concreta. Siempre busca nuevos caminos y recurre a nuevos medios para alcanzar el corazón del hombre y la mujer. ¿Has tomado ya conciencia de que Jesús te está saliendo al encuentro? La propia lectura de estas páginas es un indicador de esta maravillosa verdad espiritual. 

Seguramente que si arrojas una mirada en tu pasado, podrás descubrir que, efectivamente, Jesús ya se te acercó para ayudarte. Es posible que vinera a ti en medio de la tormenta, en el azote y la tribulación de la enfermedad y de los dolorosos reveses de la vida. A veces él procede así. Muchas personas no se preocupan lo más mínimo de su bienestar espiritual en los días de bonanza, salud y prosperidad; pero en los días de la enfermedad y la tribulación Jesús llegó a su orilla, para traerles su salvación y ofrecerles una vida nueva.

Una visita de bendición

Hay visitas que nos dejan con mal sabor de boca, pero cuando el que nos visita es Jesús, nos trae su bendición y nos deja su salvación y su paz. ¡Qué visita tan bienhechora la de Jesús cuando llega a la orilla donde vivimos y encuentra un sitio permanente en nuestro corazón! 

Fueron muy pocas las horas que Jesús pasó en la tierra de los gergesenos, pero estas pocas horas bastaron para convertir al pobre y desgraciado poseído en un hombre feliz y en un incansable predicador de la gracia y del poder de Dios que él había experimentado tan personalmente.

Fue una conversación muy breve la que Jesús había sostenido con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob. Pero este corto diálogo provocó un maravilloso cambio en su vida, la levantó del fango del pecado y puso sus pies sobre la roca firme de la eternidad.

Fue una breve visita inesperada la que Jesús hizo a la casa del jefe de los recaudadores de impuestos de Jericó, llamado Zaqueo. Pero esta breve visita fue suficiente para transformar al avaro Zaqueo en un benefactor de los pobres. Y es que, cuando Jesús nos visita, lo cambia todo ¡Bendita visita la de Jesús! ¿Te has abierto ya a su llegada? ¿Le has dejado entrar en tu vida?

No creas que cuando Jesús entre en tu vida te vas a empobrecer o te inundará la tristeza o se recortarán tus libertades. Eso es lo que piensan algunos que no saben de lo que están hablando. Pero los que han experimentado en sus vidas la gracia de haber sido visitados por Jesús, piensan y hablan al respecto de una manera diferente.

Cuando pasamos junto a una catedral, nos llama la atención lo sucios y oscuros que están los ventanales. No hay belleza en las cristaleras. El aspecto es triste y lamentable. En cambio, para los que están dentro la visión es completamente diferente. Desde el interior de las catedrales los ventanales nos ofrecen maravillosas pinturas en vivos y brillantes colores. Lo que por fuera parece feo, triste y sin interés alguno, por dentro es bello, luminoso e inspirador, gracias a la luz del sol.

Así es también la vida de comunión con Jesucristo. Quien no la conoce, quien no está dentro en comunión con él, no puede opinar sobre ello. Y si esta persona manifiesta su opinión, ésta no tiene ningún valor, porque no sabe de qué está hablando porque no conoce la maravillosa belleza de una vida iluminada con la luz de Jesucristo, con su comunión. 

Por eso, no creas a las personas que no conocen a Jesús, sino cree el testimonio de los que cultivan la gloria de la comunión con él. Cree el testimonio de los que te pueden decir que sus vidas han sido transformadas cuando Jesús llegó a ellos.

Así es en realidad. Adonde llega Jesús, llega la paz y la felicidad. Allí irrumpe la vida y la bienaventuranza. Y esto porque Jesús es la vida y él es nuestra paz.

Si la ignorancia y el miedo te condujeron a decir como los gergesanos: Jesús, vete de nuestra tierra, vete de nuestra vida, déjanos en paz; cambia hoy tus pensamientos y palabras, y di en oración: Ven, ven Jesús salvador, abierta está para ti la puerta de mi corazón. Ven a mí con toda tu gracia, y que mi vida entera refleje la gloria de tu poder y tu presencia.

Y él vendrá a ti con su gracia. Experimentarás su liberación y te inundará su dulce paz y felicidad. Quiera el Señor concederte pronto la gracia de esta bendita experiencia. La experiencia de una visita de Jesús a tu vida.

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