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Manuel Aguas, el Lutero de México (I)

Manuel Aguas: de sacerdote católico a precursor del protestantismo en México. la ruptura de 1871 (*)

08 DE OCTUBRE DE 2011 · 22:00

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Ningún sacerdote católico, de honradez y criterio puede pasar de buena fe ni por convicción al protestantismo […] será si quiere un filósofo, un incrédulo, pero no un protestante. Juan N. Enríquez Orestes [A Manuel Aguas] se le puso negra la lengua después de predicar un sermón contra la Inmaculada Concepción de la Virgen. MarianoCuevas [Manuel Aguas] el Lutero de México. Hans-Jürgen Prien Para entender mejor el enraizamiento del protestantismo en México es necesario conocer tanto los esfuerzos exógenos como el contexto y personajes endógenos que facilitaron la implantación de la nueva creencia. Es un desatino histórico que varias de las denominaciones cristianas evangélicas de México tracen sus orígenes al tiempo que llegaron los misioneros extranjeros al país.Cuando queda demostrado, fehacientemente, que los misioneros de fuera son los iniciadores de una obra determinada hay que reconocerlo y difundirlo. Sin embargo, en no pocos casos y me parece que por desconocimiento, se han marginado a nacionales que actuaron como precursores y determinantes en el establecimiento de iglesias protestantes. Aclaro que no se trata de favorecer un nacionalismo excluyente, sino de ser justo con el espíritu del historiador Lucas, y escribir ordenadamente los acontecimientos, después de haber investigado todo con esmero (Lucas 1:3). Prácticamente al otro día de consumada la Independencia nacional arrecian los debates sobre el porvenir del país. Los conservadores buscaron afanosamente mantener inamovible la identidad religiosa católica de la nación. Para tal propósito edificaron un cuerpo legal que vedaba la práctica pública de cualquier otra religión distinta al catolicismo. Veían con temor la posibilidad de que el protestantismo incursionara en México. Otros consideraban que esa presencia era inevitable, pero que la misma debía posponerse para otros tiempos en que la sociedad mexicana tuviera más preparación para aceptar una creencia y práctica religiosa distinta a la católica. Así, por ejemplo, Carlos María de Bustamante,[i] sostuvo: “Llegará el día en que nuestra gente pueda tratar con protestantes, pero por el momento la tolerancia, además de peligrosa sería, impolítica”.[ii] Entre 1813 y 1827 (año de su deceso), José Joaquín Fernández de Lizardi a la vez que critica el autoritarismo de la cúpula clerical católica, se pronuncia crecientemente por la tolerancia religiosa.Aunque en franca minoría, no está solo en sus alegatos por abrir el país a la práctica de otros credos religiosos. En el periodo que va de finales de 1822 a los primeros meses de 1823, importantes personajes políticos respaldan que México se abra no sólo políticamente sino también religiosamente. Andrés Quintana Roo, Joaquín Parrés y Vicente Rocafuerte toman partido en el sentido antes mencionado.[iii] Mientras las élites políticas e intelectuales se enfrentaban sobre prohibir o no la tolerancia religiosa, el 29 de abril de 1827 James Thomson desembarca en Veracruz, enviado por un organismo de raigambre protestante, la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Pocos días después se establece en la ciudad de México, hace en ella su base y viaja por distintas partes del país para promocionar y vender la Biblia. Se dedica por tres años a sus tareas de promotor bíblico, sale del país cuando la combinación de intereses religiosos católicos con la debilidad de funcionarios políticos que no atajan al poder clerical hacen prácticamente imposible la obra de Thomson. De todas maneras su esforzada labor deja miles de porciones bíblicas, y biblias completas, en manos de posibles lectores que podrían descubrir enseñanzas contrastantes con las de la Iglesia católica.[iv] No con la misma fuerza que el liberalismo político, pero se fue gestando en México un liberalismo religioso en la década de los cincuenta del siglo XIX. Una manifestación clara de este último fue el grupo de los Padres constitucionalistas. Fueron sacerdotes católicos que se organizaron en 1854, y su movimiento se caracterizó por ser “reformista intracatólico, nacionalista y antirromanista”.[v] Los Padres constitucionalistas hicieron activismo e favor de la Constitución liberal de 1857, en cuyas sesiones se deliberó acaloradamente sobre la libertad de cultos, pero que finalmente no fue aprobada como pugnaban los liberales radicales.[vi] Por distintas vías algunos pocos nacionales entran en contacto con el protestantismo en la década de los sesenta del siglo XIX. Tiene lugar esto en ciertos casos al relacionarse con personas extranjeras de esa confesión que difunden el credo. Así sucedió en Monterrey, donde el grupo de Melinda Rankin,[vii] Santiago Hickey[viii] y Tomás Westrup[ix] trabaja con creyentes locales. Lo mismo acontece en Zacatecas, donde Julio Mallet Prevost[x] inicia estudios bíblicos caseros y, posteriormente, junto con nacionales que hacen suyo el mensaje evangélico inician la pujante congregación protestante de Villa de Cos. En la ciudad de México el agente de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, John Butler conforma un pequeño grupo que se reúne con él para tener estudios bíblicos. No mucho después del decreto de tolerancia de cultos promulgado por el emperador Maximiliano (26 de febrero de 1865),[xi] Butler, Sóstenes Juárez y algunos Padres constitucionalistas forman la Sociedad de Amigos Cristianos. El 18 de noviembre de ese año se celebra “por primera vez en la ciudad de México el culto evangélico, en la calles de San José del Real número 21”.[xii] Al triunfo de la República sobre los conservadores y Maximiliano, dicha Sociedad trasmuta su nombre por el de Comité de la Sociedad Evangélica, y sus integrantes abren al público sus reuniones que continúan desarrollándose en San José del Real.[xiii] Por la lectura individual de la Biblia distintas personas se alejan del catolicismo e inician contactos con las células protestantes de la ciudad de México. Son los casos, entre otros de dos personajes que serían claves para el posterior desarrollo del protestantismo mexicano: Arcadio Morales y Manuel Aguas.Esta vertiente, la de quienes como paso inicial leen la Biblia para después vincularse al protestantismo, ha sido importante no nada más en el caso mexicano sino igualmente en otros países latinoamericanos: “De forma general se puede decir que la Biblia ha jugado un papel destacado en el arraigo del protestantismo en América Latina. Siempre empezó apareciendo la Biblia y, detrás de ella, un predicador evangélico, cuando no era el propio agente bíblico quien actuaba también de evangelizador”.[xiv] A los trece años, por estímulo de su madre, Arcadio Morales[xv] inicia la lectura de la Biblia. Seis años después asiste a una reunión en San José del Real 21, va enviado por su progenitora dado que ella estaba imposibilitada de asistir por un compromiso doméstico. El siguiente es el testimonio de Arcadio Morales sobre lo sucedido el 26 de enero de 1869: El templo quedaba en el fondo de unos callejones tortuosos, oscuros, en el tercer piso de la casa mencionada […] me acompañaban el señor Luis Ortega, amigo mío y el señor Julián Rodríguez, que en paz goce, y que era el que se había empeñado en llevarme a su culto. Por fin llegamos a la capilla, y cual no sería mi sorpresa al encontrarme en una sala casi hermosa, limpia y bien alumbrada, como que era nada menos que la biblioteca de los padres filipinos, pues todo aquel edificio había pertenecido al convento de los jesuitas de la Profesa,[xvi] que por virtud de las Leyes de Reforma había sido secularizado. Allí se hallaban reunidos como unos veinte individuos pertenecientes a la clase humilde del pueblo; campesinos y obreros todos; no había ni una sola señora ni un niño; pero, los hombres que se hallaban allí era muy devotos y reverentes. El señor Sóstenes Juárez, profesor, era el pastor de aquel rebaño, y en aquella noche tenía como ayudante al señor Coronel Lauro González, quien leía la fórmula bautismal. Cuando el señor González leyó el capítulo tercero del Evangelio de San Mateo, me pareció al momento reconocer a un antiguo amigo mío, un viejo conocido que, al oírlo me llenaba de placer. Al concluir el culto fuimos presentados al pastor y su ayudante, quienes nos invitaron a volver. Al salir de la capilla pregunté al señor Rodríguez: “Este es el culto protestante. Sí, señor, me contestó. ¿Nada más? Nada más leer las Escrituras sagradas, hacer oración y explicar sencillamente el Evangelio. Entonces, dije para mí, yo he sido protestante hace mucho tiempo. ¡Qué equivocado estaba!”[xvii] Otro lector solitario de la Biblia, primero, y después junto con varios colaboradores y seguidores, habría de sacudir al México de los primeros años setenta del siglo XIX. Manuel Aguas nace en el norteño estado mexicano de Chihuahua, en 1830. Es hijo de un español, Francisco Aguas, llegado a México para sofocar la Independencia y de Marcela N. La familia se traslada a la ciudad de México, donde Manuel hace sus estudios universitarios y musicales. A la edad de veinte años ingresa a la orden de los dominicos. En 1857, debido a una orden del gobierno liberal, tiene lugar la exclaustración de monjas y frailes, por lo que Manuel Aguas se dedica a estudiar homeopatía. En 1863 las autoridades de su orden lo nombran para hacerse cargo del curato de Cuautla, Morelos, donde el templo se atiborra de feligreses para escuchar sus intensos sermones.[xviii] Alrededor de 1859-1860 retorna a la ciudad de México, y abre el Colegio Guadalupano que en poco tiempo alcanza alta reputación. Aguas predicaba en el templo de San José de Gracia, donde la muchedumbre llena el lugar para seguir las enseñanzas del dominico. Parece que es en 1867 cuando muda su ministerio al curato de Azcapotzalco, en aquel entonces un poblado aledaño a la ciudad de México y en nuestros días un barrio más de la misma. En Azcapotzalco se presenta ante él una persona que dice ser protestante, después de varias horas de discusión entre ambos, el protestante acepta reconciliarse con la Iglesia católica. En una carta fechada en octubre de 1871, en la que Aguas da cuenta de su itinerario de lo que él llama el romanismo a la verdadera religión, escribe que entre sus tareas como párroco estaba enseñar sobre la “pestilencia [del protestantismo] que vendría a hacernos en México más desafortunados que nunca”.[xix] Manuel Aguas daba tiempo a combatir una presencia que no era imaginaria, como antes hemos visto, sino que ya contaba en la ciudad de México y sus alrededores con algunos núcleos y seguidores. De Azcapotzalco es promovido para ser el confesor oficial de los canónigos de la Catedral Metropolitana, en la capital del país. Entre sus deberes estaba predicar con cierta regularidad ante el arzobispo y el capítulo catedralicio. Al tiempo de realizar lo anterior, Aguas entra crecientemente en una crisis de fe. En el documento antes citado menciona que “no tenía paz en el alma, dudaba de mi salvación, y nunca creía que estaba haciendo suficientes obras para obtenerla”. Por el tiempo de sus dudas llega a manos de Manuel Aguas un panfleto protestante titulado Verdadera libertad. Su primera reacción es combatir el tratado con lo que él llama “su arsenal romanista”. Pero la voz de su conciencia le lleva a pensar que tal vez él estaba en el error. El todavía sacerdote decide ponerse a estudiar, dice, “todos los libros y panfletos protestantes que pudiese conseguir”. Subraya que con mucho cuidado se dedica a la tarea de leer la Historiade la Reforma del siglo XVI, de Merle D’Aubigné. Es importante referir que el autor del libro mencionado por Manuel Aguas, Merle Jean Henri D’Aubigné (1794-1872) nace en un poblado cercano a Ginebra, es hijo de una distinguida familia hugonota (calvinista). D’Aubigné tiene una conversión en 1816 mediante las campañas evangelísticas de los hermanos Robert y James Haldane, escoceses revivalistas y vinculados a la Iglesia bautista. Un personaje ya mencionado que tiene un lugar central en la distribución de la Biblia en México, James Thomson que es colportor en nuestro país en dos periodos (1827-1830 y 1842-1844) se vincula con los Haldane (quienes evangelizan a D’Aubigné) en su adolescencia, trabaja con ellos y hasta antes de emprender su primer viaje a tierras latinoamericanas (Argentina en 1818), les ayuda en las tareas pastorales en la Iglesia bautista de Leite Walk, en Edimburgo. Merle D’Aubigné publica su Histoire de la Reformation du XVI siecle en 5 volúmenes, el primero aparece en 1835 y el ultimo en 1853. La obra tuvo varias reediciones y traducciones, fue muy usada por lectores protestantes durante la segunda mitad del siglo XIX. Muy probablemente Manuel Aguas lee la obra en francés y se hace de un panorama amplio del desarrollo y características de la Reforma protestante. En la misiva de 1871, enviada a las oficinas de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos con el fin de que apoye el trabajo evangélico que los mexicanos están realizando en el país, Manuel Aguas insiste en que además de los libros protestantes, sobre todo, se da a la tarea de estudiar la Biblia.Esentonces cuando “comienza a ver la luz del Señor” y queda totalmente convencido de la “la falsedad del sistema romano […] encontré la largamente deseada paz de mi alma”. Por lo que escribe después parece que decide dejar de practicar el sacerdocio católico pero no hace pública, en ese momento (¿1870?) su conversión, sino que se sostiene por su trabajo de médico y “en las tardes leía la Santa Escritura a mi familia, y oraba con ella”. Una vez que tiene claro que él ya es protestante, Manuel Aguas comienza a reunirse en la que llama en su misiva Iglesia protestante provisional. En ésta ministraba el misionero Henry C. Riley, nacido en Chile en 1835, educado en Estados Unidos e Inglaterra y ordenado como ministro de la Iglesia episcopal en 1866. Antes de llegar a México, en 1868,[xx] Riley pastoreaba una iglesia de habla castellana en Nueva York. De la manifestación pública de su fe evangélica, la excomunión contra él por parte de las autoridades eclesiásticas católicas, la respuesta de Aguas y su activismo evangelizador y docente en la Iglesia de Jesús nos ocuparemos en nuestra próxima entrega.


* Ponencia presentada en el Coloquio Internacional Historia, Protestantismo e Identidad en las Américas, organizado por la UNAM, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la Fraternidad Teológica Latinoamericana, México, 6-8 de octubre del 2011. [i] Intelectual y político de larga trayectoria. En 1805, junto con Jacobo de Villaurrutia, funda el Diario de México. Decidido partidario de la Independencia de México. En 1822 es presidente del Congreso nacional. Por ser acérrimo crítico de Agustín de Iturbide y su ensayo imperial, Bustamante es encarcelado, recobra la libertad en marzo de 1823 y retoma su puesto parlamentario. Participa activamente en el Congreso Constituyente que elabora la Constitución de 1824. Diccionario Porrúa. Historia, biografía y geografía de México, Editorial Porrúa, México, sexta edición, 1995, p. 501.
[ii] La Águila Mexicana, 11/XII/1823, pp.1-2; citado por Evelia Trejo, “La introducción del protestantismo en México. Aspectos diplomáticos”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, volumen 11, 1988, p. 1 (versión de Internet).
[iii] Al respecto me ocupo del tema en “De la presencia ideológica a la presencia física del protestantismo en el México independiente”, en Carlos Mondragón (coordinador), Ecos del Bicentenario. El protestantismo y las nuevas repúblicas latinoamericanas, Ediciones Kairós, Buenos Aires, 2011, pp. 205-227.
[iv] En un libro de mi autoría me ocupo del personaje y sus actividades en nuestro país, James Thomson: un escocés distribuidor de la Biblia en México, 1827-1830, Editorial Cajica, Puebla, 2011.
[v] Daniel Kirk Crane, La formación de una Iglesia mexicana, 1859-1872, tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos, UNAM, 1999, p. 47.
[vi] Los pros y contras en la discusión en Los debates sobre la libertad de creencias, Facultad de Derecho UNAM, México, 1994.
[vii] Para conocer a detalle la obra de Melinda Rankin en el norte de México, sobre todo en Nuevo León, consultar sus memorias Veinte años entre los mexicanos. Relato de una labor misionera, Fondo Editorial de Nuevo León, México, 2008.
[viii] Irlandés agente de la Sociedad Bíblica Americana, por cinco años (1861-1866, año de su muerte) distribuye la Biblia a la vez que pone los fundamentos de la Iglesia bautista en Monterrey. Para más datos Justo Anderson, Historia de los bautistas. Sus comienzos y desarrollo en Asia, África y América Latina, tomo III, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1990, pp. 18-23.
[ix] Discípulo de Santiago Hickey, nacido en Inglaterra en 1837 y emigra a México en 1852. Se convierte a la fe evangélica y es bautizado por Hickey el 30 de enero de 1864. Al morir su mentor (1866), Westrup es nombrado representante de la Sociedad Bíblica Americana. Mayor información en Horacio Westrup P., “Tomás Martín Westrup”, Paladines del Evangelio en México, Casa Unida de Publicaciones-Editorial La Aurora, México-Buenos Aires, 1953, pp. 13-35.
[x] Ciudadano estadunidense, casado en 1850 con Mariana Cosío, hija del liberal Severo Cosío. La boda debió celebrarse en Brownsville, Texas, bajo la liturgia presbiteriana. Pormenores sobre el personaje y su papel en la difusión del protestantismo en Zacatecas los consigna Joel Martínez López, Orígenes del presbiterianismo en México, s/e,Matamoros, Tamaulipas, 1991, pp. 60-64.
[xii] Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 15 de abril de 1897.
[xiii] Abraham Téllez, Op. cit., p. 169.
[xiv] Hans-Jürgen Prien, La historia del cristianismo en América Latina, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1985, p. 715.
[xv] Nacido en la ciudad de México, el 12 de enero de 1850. Hijo de Bartolo Morales y Felipa Escalona.
[xvi] El templo se localiza en las actuales calles de Isabel la Católica esquina con Francisco I. Madero.
[xvii] Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15 de junio de 1947.
[xviii] Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia nacional presbiteriana El Divino Salvador, bajo el pastorado del presbítero y doctor Arcadio Morales Escalona (1869-1922), s/e, México, 1998, p. 27.
[xix] Manuel Aguas, Letter from Manuel Aguas, T. Whittaker Publisher and Bookseller, No. 2, Bible House, New York, p. 1.
[xx] Daniel Kirk Crane, Op. cit., p. 98.

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