La Biblia que distribuyó J. Thomson en México (III)

Alonso de Montufar, nombrado en 1554 segundo arzobispo de la Nueva España, tiene como una de sus primeras medidas la prohibición de libros que, según su percepción, difundieran ideas erasmistas. Por otra parte, entre 1539 y 1585 se imprimen en la Nueva España catecismos en cantidades muy importantes."/>

1782: la Biblia puede ser leída en México

La Biblia que distribuyó J. Thomson en México (III)

Alonso de Montufar, nombrado en 1554 segundo arzobispo de la Nueva España, tiene como una de sus primeras medidas la prohibición de libros que, según su percepción, difundieran ideas erasmistas. Por otra parte, entre 1539 y 1585 se imprimen en la Nueva España catecismos en cantidades muy importantes.

25 DE SEPTIEMBRE DE 2010 · 22:00

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Los concilios provinciales de 1565 y 1585 decretan la prohibición de sermones, epístolas, evangelios y otras partes de la Biblia vertidos a lenguas indígenas como el náhuatl, tarasco y otras que se destinaran al uso de los feligreses. Los franciscanos se oponen a que un proyecto iniciado por ellos, la traducción de las Escrituras, fuese vetado en forma tan severa. En una consulta que tiene lugar en 1572, para decidir acerca de los materiales a usarse en la indoctrinación de los indígenas, los franciscanos Alonso de Molina y Bernardino de Sahagún son partidarios de estimular la traducción de la Biblia o por lo menos porciones de ella. Ambos consideran que así los predicadores contarían con mejores recursos para enseñar la nueva fe a los indios. Igualmente abogan porque los convertidos puedan leer esa traducciones y, en consecuencia, comprender mejor la naturaleza de la doctrina cristiana. Por su parte los dominicos Domingo de la Anunciación y Juan de la Cruz mantienen un punto de vista opuesto y son muy contundentes al decir que “todos los libros, de mano o de molde, sería muy bien que les fuesen quitados a los indios”. Uno de los catecismos franciscanos, el de Maturino Gilberti (1498-1585), escrito en purépecha incluye la transcripción de algunos textos bíblicos, al igual que recomendaciones contra la exagerada devoción de imágenes. Conocedores del personaje y sus escritos reconocen influencias de Erasmo en su pensamiento.(1) La obra de Gilberti es duramente atacada por clérigos tradicionalistas y autoridades, por lo que no es de extrañar que se le haya iniciado un proceso inquisitorial. El modelo que se impone es el de vedar a los indígenas, y otros sectores de la población novohispana, el acceso a la Biblia. Pedro Moya de Contreras, primer Inquisidor General de la Nueva España, hace circular el año de su llegada (1571) un edicto titulado Contra la herética pravedad y apostasía en la gran Ciudad de Tenuxchxtitlan México y su arzobispado. En él se refiere a los libros sospechosos de criticar la fe católica en los siguientes términos:
Por ser como son, pozos públicos y fuentes perpetuas de ponzoña y raíces profundas de veneno con los herejes antiguos, especialmente los de estos tiempos, secuaces del malvado heresiarca Lutero [ordeno] que ninguna iglesia ni monasterio, colegio ni universidad, ni persona en particular de cualquier estado, condición o preeminencia que sean, sea osado de tener ni leer ni vender ninguna de las biblias o nuevos testamentos de cualquier impresión y año que sean… de aquí en adelante, ningún librero ni mercader de libros ni otra persona alguna sea osado de traer a estas partes, biblias o testamentos nuevos de las susodichas impresiones depravadas o de otras que contengan algunos errores, aunque los traigan borrados en la forma que ahora se mandan borrar los errores de las biblias y nuevos testamentos.
El comentario que hace Alejandro de Antuñano Maurer al documento del Inquisidor es certero, porque señala el daño cultural que la acción prohibicionista tiene en su momento y, me parece a mí, sus nefastas consecuencias hasta el día de hoy: “… el Edicto de Moya de Contreras condenaba al inmovilismo intelectual a todo aquel que quisiera ensanchar su vida cultural. Al mismo tiempo, afectaba profundamente al reducido ámbito de pioneros en el comercio del libro, que se arriesgaban en una actividad incierta”.(2) La Inquisición española mantiene la prohibición de leer la Biblia en el idioma del pueblo hasta 1782, cuando el inquisidor Felipe Beltrán considera que las razones para la censura “han cesado ya por la variedad de los tiempos”. La derogación hace factible que la Biblia pudiera llegar al Nuevo Mundo, aunque con restricciones en cuanto a la versión factible de ser promovida públicamente. Después de siglos de ser literatura perseguida, clandestina, la Biblia llega al antiguo Imperio azteca, a la Nueva España, a México-Tenochtitlan, y es distribuida como nunca antes por el enviado de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE), James Thomson.
1) Carlos Herrerón, 2000: 190. 2) 1986: 52.
Artículos anteriores de esta serie:
 1Los mexicanos, «hijos de la Contrareforma» 
 2El Santo Oficio en México. 

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