“Ayunar para encontrarse con Jesús”: el mediático caso de una secta mortal en Kenia
Mientras Paul Mackenzie Nthenge, el líder del autoproclamado movimiento Iglesia Internacional Buenas Noticias, es juzgado, la Alianza Evangélica nacional condena lo ocurrido y pide acciones legales.
NAIROBI · 03 DE MAYO DE 2023 · 17:29
La noticia de 48 cadáveres hallados en el bosque de Shakahola, en el condado costero de Kilifi (Kenia) el pasado 24 de abril trascendió a nivel internacional. Aquello en lo que más enfocaron su atención los medios fue en que se trataba de víctimas de una secta que habían sido motivadas a “ayunar para encontrarse con Jesús”.
El líder de la autoproclamada Iglesia Internacional Buenas Noticias (Good News International Church), Paul Mackenzie Nthenge fue arrestado y puesto a disposición judicial, mientras las autoridades seguían encontrando más cuerpos en fosas improvisadas en un terreno de más de 300 hectáreas, aproximándose al centenar de fallecidos. Entre las víctimas por inanición también encontraron a ocho personas demacradas, que fallecieron más tarde en el hospital de la zona.
El caso ha sido tan mediático en Kenia y más allá de sus fronteras que incluso el presidente del país, William Ruto, ha comparecido ante la prensa para explicar que ha dado “instrucciones a los organismos responsables para que se ocupen del asunto y lleguen hasta el fondo de las actividades de las personas que quieren utilizar la religión para promover una ideología extraña e inaceptable que está causando pérdidas de vidas innecesarias”. Además, Ruto ha catalogado a Mackenzie de “terrible criminal”. “La gente como él no pertenece a ninguna religión sino que deben estar en prisión”, ha añadido.
Similitudes con el caso de Jonestown
Paul Mackenzie trabajaba como taxista en Nairobi cuando, en 2003, abandonó la capital para trasladarse a la costa y abrir una pequeña iglesia. “Seguía las enseñanzas de William Branham, uno de los más controvertidos dirigentes pentecostales de principios del siglo pasado”, explica José de Segovia, teólogo, escritor y especialista en movimientos sectarios. “Estableció la iglesia en el pueblo de su esposa, en Malindi, que es como se conoce popularmente a su grupo”, añade.
El movimiento de Mackenzie, conocido como la Iglesia Internacional Buenas Noticias, abrió varias comunidades en distintos puntos de la geografía keniana, llegando a superar los 3.000 miembros, mil de ellos en el grupo de Malindi. En 2017 se enfrentó públicamente a las autoridades del país, siendo arrestados dos veces. Entre otras cosas, Mackenzie prohibía a sus feligreses realizar transacciones de dinero o utilizar pelucas, y aseguraba que sus mensajes anticipaban “el fin de los tiempos” y que llevaba “el evangelio de nuestro Señor Jesucristo libre del engaño y del intelecto del hombre”.
En 2019 cerró la iglesia en Malindi y se trasladó al pueblo de Shakahola, al interior, justificando la decisión como una “revelación”. “El caso de Kenia puede recordar a Jonestown, la comunidad del Templo del Pueblo que trasladó Jim Jones de San Francisco a Guyana”, señala De Segovia. “Después de enfrentarse a las autoridades en 2017 inició un éxodo como Jones, que le llevó a formar una remota comuna en la selva, como Jonestown, donde 110 han muerto de hambre para ‘encontrar a Jesús’”, añade.
El caso de Mackenzie tiene sus particularidades, observa Harvey Kwiyani, teólogo malauí afincado en Reino Unido. Por ejemplo, dice, “las estratagemas de líderes carismáticos que no rendían cuentas honestamente a los demás líderes cristianos de la zona, y la elección estratégica de tener su comunidad en un bosque, alejada de la sociedad en general”. “También podemos hablar del mensaje que se predicaba, que el ayuno ‘hasta la muerte’ parece ultra-espiritual, y viene con la promesa de la salvación de esta vida humana terrenal. O el hecho de que los líderes habían adoptado una postura contraria a la educación que impedía que los niños fueran a la escuela, en un intento de evitar la información y la influencia ‘extranjeras’”, señala.
¿Por qué existen las sectas?
Muchos medios de comunicación que se han hecho eco de lo ocurrido en Kenia no ocultaban su sorpresa ante el hecho de que pueda ocurrir algo así. “Históricamente, las sectas abundan allí donde la Iglesia crece. Es un fenómeno paralelo, que se da ya en el Nuevo Testamento. Van Baalen decía que son ‘las cuentas impagadas de la Iglesia’”, explica José de Segovia.
“Las sectas responden a vacíos que hay en la iglesia, faltas y silencios que pretenden cubrir con falsas enseñanzas y revelaciones, que dan lugar a estructuras autoritarias de manipulación y abuso. Estos movimientos, a veces, crean organizaciones, pero otras fomentan simplemente un espíritu sectario, pero su explicación no es sólo económica, como muchos creen. Responden a problemas reales, pero su solución es equivocada”, añade.
Son varias las publicaciones que hablan de un crecimiento rápido del carismatismo y el pentecostalismo en el continente africano. Por ejemplo, según recoge Africa Supreme, que el 20% de la población que suman Kenia, Uganda, Sudán del Sur, Malawi y Burundi son miembros de iglesias pentecostales. O que, ya en 2014, había al menos 10.000 iglesias de esta sensibilidad solo en Ghana. Es en este marco, donde han aparecido cada vez más movimientos sectarios o del tipo del ‘evangelio de la prosperidad’.
“Gran parte de esto ocurre porque en muchas partes de África el cristianismo se ha entendido como una religión extranjera, aunque no siempre sea así). Las personas que buscan indigenizarlo, o disfrutar del poder y el liderazgo, o incluso aquellas que desconfían en general de la influencia exterior, privadas de sus derechos por el colonialismo, tienden a formar sus propias comunidades de fe donde pueden engañar a la gente sin tener que rendir cuentas”, subraya Kwiyani.
“Las sectas no son necesariamente un fenómeno africano”, matiza. “Pero muchas personas en África hoy en día son susceptibles a ellas. Los desafíos de la vida africana contemporánea que, en gran medida, está moldeada por la promesa de una vida mejor que llega como recompensa por algunos actos de fe. Incluso la promesa de una vida mejor en el cielo, como en el caso de la comunidad que hemos conocido recientemente en Kenia, puede hacer que la gente se una a este tipo de comunidades sectarias. Cuando la gente está desesperada, como ocurre en muchos países africanos, las promesas de los líderes sectarios suenan muy atractivas y creíbles”, añade.
Este fenómeno sectario, dice José de Segovia, “hoy tiene poco que ver con las sectas del siglo XIX, que son hoy estudiadas en las universidades de Estados Unidos como ‘religiones americanas’, así como las que vienen de la segunda mitad del siglo pasado no son ya ‘nuevos movimientos religiosos’. “Secta es siempre un término peyorativo, un arma de combate, lo peor que puedes decir de un grupo religioso. Invoca siempre peligro social, explotación económica y manipulación psicológica. Es un lenguaje tan cargado de prejuicios, que te impide entender a qué realmente responden estos movimientos y por qué la mayoría está allí porque quiere”, agrega en relación a la complejidad de la cuestión.
“El mundo se ha hecho más pequeño y lo que era antes un fenómeno típicamente estadounidense, se da ya en cualquier sitio. Hay una interconexión, no sólo tecnológica por Internet, sino también de dependencia cultural y económica, que hace muy complicado saber de dónde vienen ciertas ideas y movimientos”, apunta.
“La mejor prevención es seguir la enseñanza de la Biblia”
Mientras la investigación y el juicio siguen su curso, se repite la pregunta de cómo ayudar a prevenir sucesos como el del bosque Shakahola. “La mejor prevención para evitar estas desviaciones sectarias es, en primer lugar, seguir la enseñanza de la Biblia y no tanto profecías, como la de Nthenge Mackenzie o William Branham”, remarca José de Segovia.
“En segundo lugar, sospechar de un ministerio de ‘pastorado pesado’, como llaman en inglés a un tipo de dirección eclesial que hace dependientes a las personas del consejo y la bendición pastoral, como si su autoridad fuera la de Dios mismo. Y, por último, cuestionar la imposición de disciplinas espirituales como el ayuno, que tienen un valor personal y voluntario, pero que se establecen en algunas iglesias como prácticas que todos han de seguir para ‘encontrar a Jesús’”, añade.
Para Kwiyani es indispensable desarrollar “medidas adecuadas de rendición de cuentas entre los líderes cristianos de todas las localidades y denominaciones”, y “una supervisión gubernamental más estrecha con la obligación de informar, especialmente cuando se trate de personas vulnerables”. “Los líderes carismáticos, abandonados a su suerte, pueden causar problemas”, remarca.
Además, advierte que “el liderazgo espiritual carismático está en auge en África y muchos de esos líderes suelen ser también antiintelectuales y, por tanto, desconfían profundamente de la educación teológica”. “Lo que se necesita es educación teológica, una teología que pueda hablar en contextos en los que el liderazgo carismático es normativo. Una teología del cuerpo de Cristo que diga que todos somos uno y nos necesitamos los unos a los otros. La vida de cada miembro del cuerpo depende de los que le rodean. La vitalidad de todo el cuerpo depende de las conexiones entre los miembros. Cuando vemos que uno de nosotros se excluye, tenemos que responder en consecuencia”, añade Kwiyani.
Condena de la Alianza Evangélica de Kenia
Para la Alianza, el caso “es un claro abuso religioso y una despreciable explotación de ciudadanos inocentes y confiados”. Por eso instan a los kenianos a “desvincularse totalmente de cualquier organización religiosa, iglesia o confraternidad de este tipo”. “Lo que se ha vivido es sectario y animamos a la población a estar alerta. También rogamos a las fuerzas de seguridad que hagan su trabajo y lleven ante la justicia a todos los responsables o a cualquier persona relacionada con ellos”, añaden.
La entidad ha propuesto a Ruto crear una comisión junto con otras de las principales denominaciones cristianas en el país, como el Consejo Nacional de Iglesias de Kenia (NCCK, por sus siglas en inglés) o la Conferencia de Obispos Católicos de Kenia (KCCB, por sus siglas en inglés) para “investigar e informar sobre lo que podría haber ocurrido y ofrecer recomendaciones claras sobre cómo regular plenamente el registro y el funcionamiento de las iglesias e instituciones cristianas en el país”.
“Aconsejamos además al Gobierno que faculte a las organizaciones paraguas reconocidas para racionalizar la autorregulación por el bien común y el orden. Por nuestra parte, como Alianza, tenemos un código de conducta claro para todos nuestros miembros”, añaden.
También piden a la fiscalía que acuse a Mackenzie y el resto de detenidos con cargos de terrorismo, genocidio y crímenes contra la humanidad.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Internacional - “Ayunar para encontrarse con Jesús”: el mediático caso de una secta mortal en Kenia
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