Después de la dimisión de Mario Draghi y la ruptura del acuerdo de gobierno hace apenas un mes, la campaña electoral ha comenzado en Italia. Prácticamente, los mismos nombres y las mismas caras del panorama político italiano que se ha mantenido hasta ahora, excepto algún cambio y la cartelería, que sí cambia con ocasión de cada votación.

El ambiente, sin embargo, está hasta cierto punto caldeado. El fracaso de la gran coalición de partidos, que deja un rastro de tres gabinetes fallidos (dos con Guiseppe Conte y uno con Draghi) ha abocado los comicios anticipados al descontento general de la población. 

La comidilla de las nuevas elecciones, sobre todo a nivel mediático, es el desenlace de la pugna entre las formaciones de derecha con planteamientos más radicales en cuanto a la migración o la presencia de Italia en la Unión Europea. Si hace cuarto años el líder de La Lega, Matteo Salvini, era el gran protagonista de titulares y tertulias, ahora lo es la candidata de Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), Giorgia Meloni.

Siendo una de las pocas formaciones que no ha participado en la última gran coalición de gobierno, y con un discurso que apela al descontento general, a la delicada situación económica y al orgullo nacional, las encuestas dan a Meloni cerca de un 24% de los sufragios, empatando con el Partido Demócrata de Enrico Letta. Los mismos sondeos también dejan entrever una posible suma de fuerzas entre partido de ultraderecha, que podrían llegar a aglutinar hasta el 45% de los votos.

“Probablemente, Hermanos de Italia será premiado electoralmente por la linealidad y sencillez de sus posiciones, contrarias a los cambios de los otros partidos durante la última legislatura”, explica el presidente de la Alianza Evangélica Italiana, Giacomo Ciccone.

La crisis del partidismo

En la política italiana, el gran escollo de los últimos años ha sido el partidismo. Algo que no parece haber cambiado para las elecciones del 25 de septiembre, con hasta once formaciones distintas que ya cuentan con representación parlamentaria, entre ellas la coalición Forza Italia todavía liderada por el polémico ex-primer ministro Silvio Berlusconi, de 86 años, que en las últimas elecciones sugería aumentar la esperanza de vida de la población italiana hasta los 120 años. 

“La fragmentación en Italia se debe a una cuestión cultural, el conocido individualismo latino, y a un problema técnico, la complejidad de nuestros sistemas electorales durante los últimos 20-25 años”, asegura Ciccone. Por eso considera que “una terapia de choque en la línea del parlamentarismo clásico sería saludable para el país”. “En los primeros años de la década de los 90 estábamos muy cerca de una mayoría ‘pura’ en un sistema de turno único, pero justo después de eso la ‘partidocracia’ ha dado la vuelta a las tornas”, añade.

En este escenario, hay poco margen para las expectativas. “Tal vez un resultado deseable podría ser que se eliminasen algunos métodos y tácticas habituales en Italia para forzar a las partes a repensar y reconfigurarse”, dice Ciccone. Mientras tanto, como otras voces de la propia Alianza Evangélica Italiana, centra su principal preocupación en lo que considera como un cambio necesario de la forma de hacer política en el país. “Como evangélicos sabemos que una solución realista no es únicamente técnica. Necesitamos una reforma profunda de nuestra cultura y comunidad. ¡Necesitamos una reforma!”, señala.

El “peligroso” sistema electoral italiano

Desde la Alianza Evangélica Italiana entienden que una parte práctica de esa transformación necesaria tienen que ver con una modificación del carácter y el funcionamiento del sistema electoral. “El peligro oscila entre no realizar ninguna reforma y volver siempre al punto de partida, y entre la posibilidad de realizar demasiadas reformas, es decir, implementar reformas desproporcionadas”, considera Ciccone.

En este sentido, el presidente de la Alianza Evangélica Italiana expresa su preocupación por el “peligro” que podría suponer “una nueva configuración política que permita un salto adelante hacia reformas constitucionales desequilibradas”. “Por ejemplo, muchos hablan de presidencialismo, y mi pregunta es: ‘¿qué poderes podría concentrar un presidente en un ¿futuro?’”, remarca.

“Parte de los evangélicos son fácilmente atrapados por una ‘chaqueta’ en política”

Ciccone lamenta que la fragmentación general ocasionada por la política también haya alcanzado a la realidad de las iglesias evangélicas en Italia. “Una parte de los evangélicos son fácilmente atrapados por una ‘chaqueta’ en la política”, dice. 

Desde la Alianza Evangélica han invertido tiempo y recursos durante muchos años para “promover una alternativa social y política efectiva que se nutra del evangelio”. El documento Por el bien de Italia (2008) y el compromiso con la libertad religiosa, por la separación entre la Iglesia y el Estado y con el pluralismo social “van en esta dirección”, señala el presidente de la entidad. “Siempre estamos dispuestos a interactuar con la política, pero evitando cualquier imposición, superioridad o dependencia”, añade.

En cuanto a las iglesias, tanto italianos como de otros países, Ciccone hace un llamado especial a orar “para que el Señor pueda facilitar una reforma espiritual y sacudir todos los ídolos y baluartes del sistema italiano”. “Todos juntos podemos orar para que el Evangelio pueda brilla en los corazones ganados, en nuestra cultura, en nuestra sociedad y en la política de nuestro hermoso país”, remarca.