El gnosticismo ha sido una constante en el pensamiento y práctica cristiana a lo largo de los siglos. En el Nuevo Testamento ya se hace mención de ellos. Por ello podemos afirmar, que desde su inicio, el cristianismo ha tenido algunos grupos que pretendían convertir a éste en un movimiento esotérico.
Los cátaros eran prácticamente una versión moderna de los modelos religiosos gnósticos del siglo I. El significado etimológico de la palabra “cátaro” viene del griego y significa puro.
Los cátaros se asentaron en muchos países de Europa occidental, pero tuvieron su centro principal en la ciudad francesa de Toulouse.
Los albigenses o cátaros provenían del Imperio Bizantino y pertenecían a los antiguos movimiento maniqueos que habían proliferado en Asia y África. Se tiene constancia de ellos desde finales del siglo X y principios del siglo XI. Las crónicas hablan de la ejecución de varios adeptos en Lemosín entre los años 1012 y el 1020.
A mediados del siglo XI se enviaron predicadores para combatir las doctrinas cátaras y frenar así su avance.
Las creencias cátaras se centraban en su profundo dualismo, según ellos el bien y el mal eran dos poderes iguales pero enfrentados, además creían que la materia era mala y había sido creada por Satanás. Uno de sus dogmas más curiosos era su creencia en la reencarnación, proceso que únicamente podía romperse viviendo una vida ascética que te llevaba al cielo. En esto sus enseñanzas eran muy similares a otras religiones orientales. No aceptaban el bautismo, tampoco el matrimonio, al que consideraban carnal. No creían en la encarnación de Jesús y pensaban que el Dios del Antiguo Testamento era realmente el Diablo.
A mediados del siglo XII, el papa Eugenio II envió un legado para combatir esta herejía, pero el problema persistió hasta entrado el siglo XIII.
La doctrina albigense se afianzó tanto en Toulouse que el conde que gobernaba la ciudad se puso de su parte. Muchos se unían a la secta por la crítica que ésta hacía a la Iglesia de Roma.
En España, los cátaros se extendieron sobre todo por Aragón y los condados catalanes.
El papa Inocencio III ordenó una cruzada contras los cátaros, tras la muerte de su legado a manos de un hombre del conde de Toulouse. El rey Felipe II de Francia no respondió a su llamado, pero al final lo permitió, aunque el papa tuvo que organizar un ejército que combatiera la herejía.
En el 1211, la mayor parte de los territorios dominados por los cátaros estaban conquistados, pero el conde de Toulouse resistía y el papa accedió a convocar un concilio ante la insistencia del emperador Otón IV. El concilio no resolvió nada y Pedro el Católico, rey de Aragón, terminó poniéndose al lado del conde de Toulouse. El rey aragonés morirá en la batalla de Muret, el 12 de septiembre de 1213.
El conflicto continuó todavía unos años, hasta la matanza del 16 de marzo de 1244, cuando la mayoría de los líderes cátaros fueron arrojados al fuego.
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- Los cátaros o albigenses