El protestantismo de Carlos Monsiváis: una veta inagotable (y casi desconocida)
Se observa como una estela vivencial, textual y cultural que nunca dejó de ser el telón de fondo, a veces bastante velado, de su escritura y su actuación pública.
26 DE JUNIO DE 2025 · 17:00

Los integrantes de una minoría cultural se saben distintos, no sólo por sus creencias o conductas específicas, sino por el registro externo de esas creencias que, en el caso del protestantismo, describían una fe antinacional, ridiculizable y de mal gusto. En los años cuarenta y en los cincuenta ni existía ni se concebía la pluralidad. México era un país católico, guadalupano, priísta, mestizo, machista y formalmente laico.[1]
C.M.
“Los protestantes siempre me invitan a cosas serias” dijo alguna vez al referirse a las no muchas ocasiones en que participó en eventos ligados a la tradición religiosa y teológica en la que se formó.[2] Se recuerdan al menos cuatro en los años 80 y 90: en pleno salinismo, ante la cercanía de los cambios constitucionales del momento, presentó la tesis doctoral de Jean-Pierre Bastian, nada menos.[3] “Es tan extravagante, que hasta dice que es protestante”:[4] se volvió un lugar común para hablar de la filiación que lo incomodó tanto en sus años formativos. “¡Que pase al pizarrón el aleluya!” y “…los niños católicos denostaban a la evidente minoría protestante siempre representada por mí”, según cuenta en su autobiografía precoz de 1966.[5] “La Biblia de Reina-Valera me parece uno de los momentos más brillantes de nuestra lengua”[6] y acto seguido repetía un par de citas obligadas de Antonio Alatorre,[7] sin olvidar el consabido Salmo 19 que recitaba a la menor provocación.[8] Publicó Protestantismo, diversidad y tolerancia en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en 2002 junto a Carlos Martínez García.[9] Denunció las persecuciones y burlas hacia los protestantes en diversos foros y nunca dejó de preocuparse por ellas en varias etapas de su vida en todos los tonos y matices: “Me acuerdo, una vez, en la secundaria, cuando la madre de un compañero, muy católica según me habían dicho, me preguntó: ‘¿Y qué hace tu familia los domingos?’. Intimidado, repliqué eludiendo la mención de los himnos y la Biblia: ‘Fíjese que nos dedicamos a la lectura y la vocalización’”.[10] “No estamos en contra de las libertades sino de su ejercicio”, sintetizó al parafrasear el sentir del catolicismo ultramontano.[11] Wikipedia afirma erróneamente que estudió en el Seminario Presbiteriano,[12] aunque habría que esperar que los archivos lo confirmen.
Y así podríamos seguir en una larga cadena de referencias sobre el tema anunciado, el protestantismo de Monsiváis como una estela vivencial, textual y cultural que nunca dejó de ser el telón de fondo, a veces bastante velado, de su escritura y su actuación pública. Así lo han reconocido amigos y observadores tan acuciosos como Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Adolfo Castañón, especialmente este último mediante una verdadera suma transversal sobre el Nuevo catecismo para indios remisos en donde señala: “De la Iglesia le interesa a Monsiváis, en primer lugar, su discurso como instrumento jerárquico y de dominación y su realidad imaginaria burocrática, su funcionamiento como maquinaria jerárquica y espacio de poder. Pero ese interés […] remite menos a una praxis derivada de una arqueología cultural que a una experiencia literaria, es decir a una experiencia estética de la dialéctica de la secularización en un país ávido por volver al indiscreto encanto ”.[13]
Incluso alguien tan libre de sospecha monsivaíta como Christopher Domínguez Michael lo denominó “moralista jacobino” (“Más allá de su retrato del Niño Fidencio en Los rituales del caos o de su rastreo cotidiano de las procacidades emitidas por los jerarcas de la Iglesia romana, Monsiváis es, venturosamente, algo más que un anticlerical. Estamos ante el más severo y profundo de los anticatólicos mexicanos. A su lado, Martín Luis Guzmán queda como un jacobino autoritario ayuno de cualquier noción de religiosidad”[14]) y otros espíritus lo han comparado con André Gide, también de cuna protestante y con inclinaciones moralistas a la par de sus elecciones personales íntimas, y hasta con Oscar Wilde, por razones similares.[15]
En otro lugar, quien les habla ha recordado, a propósito del cronista de la Portales al pensador francés Fréderic Hoffet, en un libro casi olvidado de impensable traducción castellana, quien subraya la forma en que la impronta protestante pervive en aquellos que, incluso alejados de la práctica formal de esta fe, la continúan desarrollando muchas veces incluso a su pesar:
Incrédulo o ateo, el hombre protestante mantiene su “conciencia” [...]
Estos rasgos [la tolerancia, el respeto a la libertad de los demás] subsisten, aun cuando la religión haya pasado del plano consciente al inconsciente. Practicante o no, el hombre protestante es siempre semejante a sí mismo [...]
La religión forma al hombre: ella imprime a su carácter un molde que permanece, aun cuando haya abandonado prácticas y creencias.[16]
Su indeclinable “protestantismo cultural”, cómo podría resumirse la manera en que canalizó su orientación religiosa original, nunca lo abandonó y así lo hizo ver, abigarrada y crípticamente si se quiere, en los instantes autocelebratorios (que los tuvo), como fue su llegada a los 70 años. En esa ocasión, la referencia fue el Salmo 90, aludido en el título del artículo correspondiente: “Los días de nuestra edad”, guiño abierto a la interpretación de quienes podían captarlo desde un protestantismo “ilustrado” por llamarlo desde una perspectiva documentadamente optimista. Porque en ese texto el Salmo mosaico se desdobla en una reflexión sobre la vida y la memoria pautada con el consabido estilo mordaz y autocrítico sin ninguna concesión a las referencias explícitas.[17]
Si algo le preocupó a Monsiváis, no fue tanto encontrar la esencia del “ser protestante” cuanto la forma en que esa filiación fue capaz de encarnarse en las realidades ideológicas, sociopolíticas y culturales, y no sé si en ese orden, porque al referirse a las “batallas culturales” o al “partido de la victoria cultural” (como catalogaba al ultracatólico Acción Nacional) tocaba justamente esa fibra de la realidad, en donde, para él, se decidían más las cosas que en los sesudos debates intelectuales o teológicos. Así lo dijo en la entrevista con Vera: “…mi formación genuina como protestante se la debo en gran medida a las percepciones externas, que situaban a las minorías religiosas en el espacio de lo ajeno, lo choteable, lo amenazante. Durante la primaria y la secundaria, no conseguí olvidar mi condición protestante porque los demás nunca lo hicieron y una de mis tareas importantes (aunque esto se me aclaró mucho después) fue rechazar la identidad que se me atribuía”.[18] Y en la de Luis Vázquez Buenfil: “Uno siempre tiene nostalgia de sus años formativos, pero luego me encuentro con pastores tan llenos de prejuicios, tan conservadores, que no me alientan para nada. Mi idea de una comunidad es la cuáquera, que en México casi no existe, o los unitarios de Nueva Inglaterra en el siglo XIX, que eran enormemente progresistas, liberales, etcétera. Yo sería muy rápidamente cuáquero y unitario. Pero otras confesiones protestantes, muy sometidas al molde del derechismo, no me atraen”.[19]
Por cierto, nunca se consideró teólogo, como lo dijo a Poniatowska,[20] aun cuando los ensayos más sesudos, especialmente el que publicó en la Revista de la Universidad de México (16 pp.) es una auténtica pieza que ejemplifica cómo fue capaz de articular argumentos teológicos filtrados en su muy peculiar estilo:
La “privatización de la teología” queda a cargo de los especialistas. ¿Cuántos están al tanto de lo que quiere decir “ataraxia”, el ideal supremo de felicidad que alcanza el alma después de calibrarse por la moderación en los placeres del cuerpo y el espíritu? ¿Cuántos entienden el latín mientras dura como lenguaje de las misas? ¿Cuántos saben de la dulía y la hiperdulía, las formas de culto por encima de todo? ¿Cuántos lograrían definir el monofisismo, la doctrina según la cual todos los seres humanos provienen del matrimonio de Adán y Eva? Pero la teología muy especializada nada puede contra un grabado de Doré. […][21]
Su percepción de la distinción entre teología “profesional” y “popular” le sirvió para un buen ejercicio de autocrítica como resultado de la larga convivencia con la vida comunitaria:
Los protestantes leen la Biblia en la versión admirable de Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera, memorizan versículos y le dan carácter de apólogos o de relatos de enseñanza profunda a lo que pasaba como anecdotario, pero no se especializan en la teología porque lo urgente es consolidar la fe a través de la Palabra y su reverberación en la memoria, y a través de la experiencia emocional, y esto no sólo en el caso de los pentecostales. Ser protestante es asumir la disidencia y vivir el rechazo, y esto sólo se capta a fondo desde el manejo de las emociones. Y la experiencia personal que consolidan los fragmentos bíblicos hace las voces del tratado de teología. Además hay que tomar en cuenta los niveles diversos de información cultural, y las dificultades de una “teología para las masas”.[22]
Eso le permitió apreciar algunas dimensiones de lo que representa “convertirse” a una fe o a una creencia, y lo que sucedía en el ambiente protestante mexicano que conoció tan de cerca (al grado de que lo representó en una reunión juvenil en Guatemala en 1956[23]):
La teología, dice Tomás de Aquino, es una forma de plegaria. Si ésta es así, el acto mismo de la conversión, la raíz del protestantismo evangélico en México, es la cima de su educación teológica, porque toda conversión se envuelve en el diálogo con la Otredad, en la búsqueda de nuevos significados, en el nombrar de nuevo el mundo, a partir de un desconocimiento de la persona que se ha sido. Convertirse es vivir otra cultura donde las vivencias sustituyen a los rituales.[24]
Como se ve, ser protestante, lo protestante y el protestantismo, para él fueron cosas diferentes. Lo primero, porque siendo una cuestión de identidad que va más allá de las imposiciones tradicionales, se es protestante desde el anticatolicismo “natural” fruto de la intolerancia ancestral. Lo segundo, porque lo protestante choca frontalmente con los hábitos imperantes. Es la parte positiva de ese credo por causa de sus tendencias democráticas, libertarias y contestarias. Lo tercero: el protestantismo es la expresión real de esos ideales inalcanzables: las comunidades de fe no actualizan las creencias fundantes y se quedan solamente con el cascarón. Esto va en la línea del “principio protestante” de Paul Tillich. Esto fue lo que lo impacientó y lo alejó de la práctica religiosa para siempre, aun cuando reconoció que seguía mental e ideológicamente, pero sobre todo musicalmente en ese camino: “Yo soy cultural y musicalmente cristiano, pero no tengo una relación activa con el credo […] Mi familia sí es muy protestante. Son muy militantes todos. Pero yo tuve más bien una enorme inclinación por la Biblia como literatura que sigo teniendo, y por la historia de las iglesias reformadas. Pero no tanto por la práctica cotidiana. Soy, al respecto, de un ‘cristianismo marginal’, no sé si así se pueda decir”.[25] Y cómo no si la cultura evangélica que conoció se quedó estancada desde los años 70, si no es que antes. Él asoció eso a varias debilidades básicas: “La cerrazón fanática. El olvido del mundo por un criterio mesiánico. El conservadurismo es materia de costumbres y, algo que también me importa mucho, considerar que no pueden intervenir en la vida pública porque el protestantismo es una limitación”.[26] Y también lamentó la desmerecida calidad de la revisión 1960 de la Biblia, pero sobre todo el acendrado priísmo del que las comunidades no pudieron desligarse hasta caer en los brazos de la derecha provida poco después de su muerte.
Da terror solo pensar lo que habría dicho y escrito si hubiera visto la participación evangélica en las marchas contra los cambios de la Constitución al lado de los grupos católicos más vociferantes o la existencia de los lobbies que presionan a los organismos internacionales en nombre de las causas más cuestionables a nombre del triunfalismo estadístico de las iglesias de hoy, cuando las llamadas “históricas” han sido prácticamente borradas de la visibilidad social e ideológica. Para él, un protestante de la vieja guardia, eso ya era impensable, con todo y que atendió las “migraciones espirituales” en Aires de familia, su panorama latinoamericano más amplio y abarcador.[27]
Texto leído en el homenaje a Carlos Monsiváis el 25 de junio de 2025, 19 hrs., en la librería Papiro 52, Ciudad de México.
Notas
[1] Rodrigo Vera, “Monsiváis, protestante de raíz familiar: ‘Serlo es ya una opción social legítima, salvo en zonas con cacicazgos exterminadores o clero católico muy intolerante’”, en Proceso, núm. 1018, 6 de mayo de 1996, p. 24.
[2] Mario Édgar López Ramírez, “Los protestantes siempre me invitan a cosas serias”, en Folios, Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Jalisco, año III, núm. 20, otoño de 2010, www.revistafolios.mx/www.revistafolios.mx/los-protestantes-siempre-me-invitan-a-cosas-serias.
[3] C. Monsiváis, “La intolerancia religiosa: ‘Si no compartes mi fe, te parto la madre’”, en C. Monsiváis y C. Martínez García, Protestantismo, diversidad y tolerancia. México, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2002, p. 159: “Como lo prueba Jean-Pierre Bastian en su historia del protestantismo en México, la conciencia protestante es, en todo momento, conciencia liberal. La disidencia religiosa necesita asumir a fondo la defensa de las libertades y el juarismo militante se vuelve militancia maderista, zapatista, constitucionalista”.
[4] C. Martínez García, “Presentación”, en C. Monsiváis y C. Martínez García, op. cit., p. 8.
[5] Carlos Monsiváis. México, Empresas Editoriales, 1966 (Nuevos escritores del siglo XX presentados por sí mismos), p. 14.
[6] Véase el video disponible en: www.youtube.com/watch?v=Sa_nFJQ98sQ.
[7] “La única cultura ‘superior’ de las masas, precisa [Antonio] Alatorre, es la religión, y de allí la enorme influencia de esa producción de letrados en el desarrollo de nuestra lengua, de manera similar a la influencia de la versión de la Biblia de King James en los países anglosajones […] y a la enorme presencia de la versión de la Biblia hecha por Lutero en el desarrollo del idioma alemán”. La cita directa de Alatorre es: “La lectura de la Biblia quedó prohibida en el Imperio español desde el siglo XVI. Si hubiera sido ‘autorizada’ la hermosa traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, protestantes españoles del siglo XVI, la historia de nuestra lengua sería sin duda distinta de lo que es” (Los 1,1001 de la lengua española. México, FCE-Colmex, 1979, p. 189).
[8] C. Monsiváis, Las alusiones perdidas. Barcelona, Anagrama, 2007, p. 31.
[9] C. Monsiváis y C. Martínez García, op. cit.
[10] Rodrigo Vera, op. cit.
[11] Cf. C. Monsiváis, “‘No estamos en contra de las libertades sino de su ejercicio’ (Sobre la derecha en México)”, en Debate Feminista, año XIV, vol. 27, 1 de abril de 2003, pp. 3-27, https://debatefeminista.cieg.unam.mx/index.php/debate_feminista/article/view/757/671.
[12] Cf. Carlos Monsiváis, en https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Monsiv%C3%A1is.
[13] A. Castañón, “Una experiencia estética de la dialéctica de la secularización”, en Nada mexicano me es ajeno. Papeles sobre Carlos Monsiváis. México, Bonilla Artigas Ediciones, 2018, p. 41. Énfasis original.
[14] C. Domínguez Michael, “¿Quién le teme a Carlos Monsiváis”, en Letras Libres, 31 de julio de 2002, https://letraslibres.com/libros/carlos-monsivais-culture-and-chronicle-in-contemporary-mexico-de-linda-egan/
[15] C. Domínguez Michael, “Cliente de su ingenio: Salvador Novo (1904-1974)”, en Letras Libres, agosto de 2004, https://letraslibres.com/revista-mexico/cliente-de-su-ingenio-salvador-novo-1904-1974. Cf. René A. Tec-López, “Entre lo queer y lo protestante: Monsiváis, el cronista irreverente de las minorías”, en Otros Cruces, 26 de junio de 2020, https://otroscruces.org/entre-lo-queer-y-lo-protestante-monsivais-el-cronista-irreverente-de-las-minorias/
[16] F. Hoffet, El imperialismo protestante. Consideraciones sobre el destino desigual de los pueblos protestantes y católicos en el mundo actual. Buenos Aires-México, La Aurora-Casa Unida de Publicaciones, 1951, p. 64, 67-68.
[17] C. Monsiváis, “Los días de nuestra edad”, en La Jornada, 4 de mayo de 2008, www.jornada.com.mx/2008/05/04/index.php?section=cultura&article=a03a1cul.
[18] R. Vera, op. cit.
[19] Luis Vázquez Buenfil, “El protestantismo ha hecho progresos, pero todavía tiene zonas conservadoras, sostiene el escritor Carlos Monsiváis”, en El Faro, mayo-junio de 1994, p. 81.
[20] E. Poniatowska, “Los pecados de Carlos Monsiváis”, en La Jornada Semanal, 23 de febrero de 1997, www.jornada.com.mx/1997/02/23/sem-monsivais.html.
[21] C. Monsiváis, “Danos hoy nuestra teología cotidiana”, en Revista de la Universidad de México, núm. 62, 2009, p. 6, www.revistadelauniversidad.mx/articles/e174fcaf-45ed-4d30-8d2a-5c1ce52550f0/danos-hoy-nuestra-teologia-cotidiana.
[22] Ibid., p. 20.
[23] Véase: Miguel Ángel Morales, “Primeros pasos de Carlos Monsiváis”, en El Cultural, supl. de La Razón, 17 de octubre de 2018, p. 7, www.razon.com.mx/el-cultural/2018/10/27/primeros-pasos-de-carlos-monsivais/
[24] C. Monsiváis, “Danos hoy nuestra teología…”, p. 20.
[25] Luis Vázquez Buenfil, op. cit., p. 82.
[26] Ibid., p. 83.
[27] C. Monsiváis, Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina. Barcelona, Anagrama, 2000 (Argumentos, 246), pp. 176-178.
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