Carlos Monsiváis: 15 años de ausencia muy presente

La obra de Carlos Aceves Monsiváis es incomprensible sin su identidad protestante de profundas raíces bíblicas.

19 DE JUNIO DE 2025 · 21:47

Carlos Monsiváis.,
Carlos Monsiváis.

¿Qué hacer con las fechas? En materia de evocaciones, su función principal es exorcizar la anarquía de los recuentos. […] Y lo más fastidioso y lo mejor de los días culminantes en mi vida es su condición irretornable. No es sólo lo que hice entonces (reconstruido) sino, como suele suceder, el atender en demasía a lo negociable con el olvido. […] Detente oh momento, eres tan bello por tan imposible de evocar con justeza. ¿Y qué es lo determinante entonces? Aquello en donde —por así decirlo— uno ya no distingue entre sentimientos y razonamientos.[1]

 

La conciencia imprescindible

De entrada, hay que decir una verdad tan grande como el mar: la obra de Carlos Aceves Monsiváis es incomprensible sin su identidad protestante de profundas raíces bíblicas. Formado en una familia protestante de la vieja guardia, de las de antes, su fenomenal cultura bíblica avasalló su pensamiento y expresión durante toda su vida. Desde Principados y potestades (1970) hasta Apocalipstick (2010) casi la totalidad de sus textos, ensayos y crónicas está permeada por esa omnipresencia textual que cautivó a sus amigos e incluso a quienes lo veían con suspicacia como Christopher Domínguez Michael, René Avilés Fabila y Luis González de Alba, para hablar de las antípodas entre sus críticos y estudiosos cercanos. Javier Aranda Luna, Juan Villoro y Fabrizio Mejía Madrid se cuecen aparte y la pléyade de amigos/as que reconocen con tristeza su partida pueden dar fe de ello, aunque no lo mencionan como deberían. Prueba de ello es Nostalgia de Monsiváis (de Marta Lamas y Rodrigo Parrini), en el que apenas y hay menciones exactas sobre ello.

A la infinidad inabarcable de blogs, notas, reseñas y entrevistas sobre su vida y trabajo literario-político se le suma el reconocimiento por su esfuerzo en visibilizar minorías que en su momento no alcanzaban los espacios requeridos. Si se volvió un lugar común decir que era tan extravagante que decía que era protestante, sólo por molestar, la constatación de su antigua militancia afloraba incluso en la lectura de textos ocasionales o “frívolos” como los que dio a conocer en revistas como Eros. Tuyo es el Mundo, Yo y Su Otro Yo (que se pueden conocer por aproximación en la Monsiteca de la Biblioteca de México[2]), por decir algo. Que ya es decir bastante. Aun así, abordajes colectivos como La conciencia imprescindible (2009) no le hacen justicia a este tema central en su vida y obra.

La incontinencia textual que lo aquejó toda su vida hizo que no dejara cabos sueltos ni títere con cabeza: cuando en 1982 apareció el Nuevo catecismo para indios remisos (su único texto de ficción) quedó bastante claro que venció sus resistencias para escribir, primero, poesía, que abandonó lúcidamente, y prosa narrativa con altas dosis de ironía que eso es el volumen en cuestión. Que un protestante hablara de santos, beatos y vírgenes, además de ser una ironía más, no dejó de parecer un auténtico desquite ante esa maquinaria religiosa bien aceitada que a lo más que aspiró a reconocer en los protestantes fue a los “hermanos separados” después del concilio Vaticano II. Evidentemente, ese libro es absolutamente posconciliar pues tomó distancia de los mínimos esfuerzos ecuménicos del catolicismo que conoció y que no cambió mucho mientras él vivió. Cuando Elena Poniatowska le preguntó si era un libro anticatólico, dijo:

No critica a la religión católica. No pasa por la fe, pasa por el lado de la locura extendida en algunas creencias. En lo tocante a la religión, el pasmo es tan inmenso que me impide pronunciamientos, pero los desafueros a nombre de esas creencias me han resultado desde niño muy divertidos, y me propuse atender ese mundo no tan marginal, pero nunca central, de las creencias católicas en México y examinarlo a la luz de la sátira. En cuanto al protestantismo, el tipo de supersticiones que ha provocado es distinto al católico, pero no por ello deja de parecerme divertido. Lo que pasa es que me llevaría más tiempo, y no sé si hay el conocimiento suficiente de estos prejuicios para que el resultado no fuese una querella de gueto.[3]

 

Pero incluso a la Virgen de Guadalupe, tan alejada de sus convicciones, le dedicó un texto que hoy merece ser leído y releído (citando a San Juan de la Cruz):

Sí, la señora, la patroncita no es sólo la madre de Dios, paridora de Dios, también es hermosa y a causa de su belleza se expande a lugares nada propicios a la sacralidad, como prostíbulos, tabernas, mesones, cuarteles. La imagen organiza los rudimentos estéticos de una población que, lo sepa o no, al verla revalora hasta donde se puede los rasgos indígenas y también vislumbra la potencia de la desolación. La virgen se vuelve el primer elemento del hogar, lleva bendiciones y uno de los atributos del semblante pleno, del semblante plenamente agraciado, el poder de beneficiar sus alrededores. De haber conocido a los místicos españoles, esto habría musitado a aquellos fieles:

no quieran despreciarme que su color

moreno en mí hallaste

ya bien puedes mirarme después que miraste

que gracia y hermosura en mí dejaste.[4]

 

El entramado bíblico

El intertexto de las palabras de Carlos Monsiváis que abren este texto, escritas a propósito de su 70º cumpleaños es, cómo no habría de serlo, un salmo bíblico, el 90. Sin aludirlo más que desde el título del artículo, la resonancia de ese famoso texto atribuido a Moisés no deja de ser una caja de resonancia para la inacabable afición, que nació en él desde el momento que leyó la traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera en la nunca extinta revisión de 1909, la misma que leyó, memorizó y atormentó a varias generaciones de protestantes mexicanos hasta antes de 1960. Esa versión, casi contemporánea de la Revolución Mexicana contiene los giros estilísticos y las afortunadas elecciones lexicales que aún reflejan los de la Biblia del Oso, dada a las imprentas en 1569, 340 años antes. El propio cronista de Portales lo dijo con irrepetible agudeza y exactitud desde el fondo de su inagotable memoria:

¿Estas notas son autobiográficas o autobibliográficas? Si son lo segundo, como creo, menciono de inmediato el libro primordial en mi formación de lector: la Biblia, en la versión del reformado Casiodoro de Reina, revisada por Cipriano de Valera. En mi niñez Reina y Valera me entregaron mi primera perdurable noticia de la grandeza del idioma, de la belleza literaria que uno (si quiere) le adjudica a la inspiración divina. Dice el salmista [Salmo 19: 1-2]: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y la expansión denuncia la obra de sus manos. El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría”. Desde que oí esto maravillado a los ocho o nueve años de edad, con otras palabras, es decir, con otra perspectiva, es decir, ajeno a lo que voy a decir, advertí que ese idioma de los Siglos de Oro aislaba la grandeza de las palabras, y potenciaba el gozo de algo desconocido, ajeno a lo que oía y leía a diario, distinto por entero de las lecciones de la Escuela Dominical, y de las reivindicaciones y temores de la minoría protestante. La Biblia de Reina-Valera es una obra maestra del idioma.[5]

 

Qué escenario recibió esas palabras, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en octubre de 2006, por lo que, para los oídos poco entrenados de los no lectores de la Biblia eso podría sonar vano, “como metal que resuena, o címbalo que retiñe”. Pero para quien “tiene oídos y oye” suenan a una dulce melodía que corrobora que, en efecto: “La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma: El testimonio de Jehová, fiel, que hace sabio al pequeño” (Sal 19.7). La asociación entre la Biblia y Monsiváis, tan mencionada por algunos, pero tan poco explorada incluso por sus mejores exégetas (Linda Egan, Raquel Serur, Jezreel Salazar). Antes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska experimentaron el influjo de una cultura bíblica avasalladora de sus labios, y bien a bien la procesaron para servirse benéficamente de ella. El primero lo explicó con palabras nada académicas que delatan ese laberinto o entramado textual que está detrás de los textos monsivaisianos: eso “explica de alguna manera la excepcional textura de la escritura del autor, sus múltiples veladuras, sus reticencias y revelaciones, los sabiamente empleados claroscuros, la variedad de ritmos, su secreto esplendor”.[6] Y agrega, extendiéndose en el asunto: “El lenguaje bíblico tuvo que aceptar, me imagino que no sin reticencias, ritmos y palabras que en su mayor parte le eran antagónicos; su superficie se revistió con una tonalidad ajena que progresivamente lo fue permeando. La pasión ya manifestada desde entonces [en la juventud de Carlos Monsiváis] logró penetrar e incorporarse al edificio majestuoso construido por Casiodoro de Reina”.[7] Hoy, Adolfo Castañón, Javier Aranda Luna, Armando González Torres y otros más siguen buceando en ese océano inacabable que aún tiene amplios trechos por recorrer en esa obra elefantiásica.[8]

 

La ausencia omnipresente

Los 15 años transcurridos de la ausencia física de Carlos Monsiváis han dejado una estela bibliográfica que aún no cesa y que sigue demostrando su enorme impacto en la cultura mexicana. Además de la publicación de nuevos libros suyos que recogen textos sobre diversos temas, de otros que analizan su obra, de la adquisición de su biblioteca por el Gobierno de México y de la creación de la Cátedra que lleva su nombre, entre otras cosas, todo ello lo sigue haciendo muy presente para el eventual acercamiento de nuevos lectores/as. La lista de títulos no ha dejado de crecer: Autoayúdate que yo te autoayudaré, Que se abra esa puerta, La cultura mexicana en el siglo XX, Aproximaciones y reintegros, Misógino feminista, El regreso y El consultorio de la Dra. Ilustración, Carlos Monsiváis: reflexiones acerca del cine mexicano, sin olvidar la reedición de la antología de poesía mexicana de 1966.

Las esencias viajeras, aparecido en 2012, significó el último título que entregó a las prensas. Allí aparece, decantada al máximo, su pasión por explicar la peculiaridad del ser protestante en “De las peculiaridades de la experiencia protestante”, un texto que, junto con “Notas sobre el destino (a fin de cuentas venturoso) del laicismo en México”, son, quizá, de los textos mayores que dedicó al tema.[9] El primero se incluyó también en otro libro coordinado por Roberto Blancarte. Allí escribió:

Pertenecer a un credo “ajeno” en América Latina ha sido, sin poder evitarlo, asumir la identificación entre creencia y traición a la mayoría; solo recientemente se atenúa la andanada contra “los que con tal de no aceptar la verdadera religión creen en sandeces y se aprenden la Biblia de memoria”. Ante esto, los niños protestantes se explican como pueden la singularidad de sus familias, y esto reafirma el carácter cerrado de las congregaciones. A diferencia del fundamentalismo dominante, hecho de arrogancias y menosprecios de los credos falsos, el fundamentalismo de las minorías suele provenir no solo de la relación con lo trascendente, sino de todo lo que el medio social les niega.[10]

 

Principados y potestades, el verdadero primer libro (1970), reapareció en edición facsimilar electrónica. Pero sigue siendo muy necesaria la reedición de la autobiografía que circula en internet y se ha publicado fragmentariamente en algunos espacios,[11] así como una muy obligada mirada de conjunto y en detalles de sus textos sobre religión y protestantismo.

Los textos que aparecieron en El Universal están esperando ser reunidos para apreciar su balance de las coyunturas, pero además los enfoques que atrevió sobre la bibliografía de tema religioso. Entre ellos sobresalen sus juicios sobre la teología contemporánea que vació en un artículo imperdible: “Del miedo o el amor a la modernidad”, en el que pasó revista a un volumen de publicación reciente.[12] La Revista de la Universidad de México recogió en 2009 otro de los textos afines a este tópico: “Danos hoy nuestra teología cotidiana”, verdadera summa personal. El INAH ha aportado una buena dosis de textos monsivaítas gracias a la Cátedra mencionada, pues además del libro de Villoro aparecieron: Monsiváis: el gozo de la rebeldía, de Francisco Pérez-Arce Ibarra; Instantáneas vitales, de Esther Acevedo y Lilia Venegas; y Una subversión llamada Monsiváis, de Carlos San Juan Victoria.[13]

La ausencia de Monsiváis ha producido hipótesis aventuradas acerca de sus opiniones si viviera en medio de las coyunturas presentes, pero eso únicamente contribuye a ahondar la herida. Recuperar su influencia y legado en diversos espacios es una tarea que debe continuarse y ampliarse, aunque su estilo único seguirá siendo irrepetible.

 

El próximo miércoles 25 de junio a las 7 pm se realizará una mesa de homenaje a Carlos Monsiváis en la Librería Papiro 52, Tlalpan 1237, Ciudad de México, con la participación de Javier Aranda Luna, Carlos Martínez García y Leopoldo Cervantes-Ortiz.

 

Notas

[1] C. Monsiváis, “Los días de nuestra edad”, en La Jornada, 4 de mayo de 2008, www.jornada.com.mx/2008/05/04/index.php?section=cultura&article=a03a1cul. Reapareció el 20 de junio de 2010, al otro día de su fallecimiento.

[2] Véase el sitio: www.bibliotecademexico.gob.mx/monsiteca/index.html.

[3] E. Poniatowska, “Los pecados de Monsiváis”, en La Jornada Semanal, 23 de febrero de 1997, www.jornada.com.mx/1997/02/23/sem-monsivais.html.

[4] C. Monsiváis, “La virgen de Guadalupe y la formación del canon popular”, en Región y Cultura, agosto de 1997, pp. 89-90, repositorio institucional de la Universidad de Colombia. Énfasis original.

[5] C. Monsiváis, Las alusiones perdidas. Barcelona, Anagrama, 2007.

[6] S. Pitol, “Un lenguaje afianzado en la tradición” en Raquel Serur, coord.., La excentricidad del texto. El carácter poético del Nuevo catecismo para indios remisos. México, UNAM, 2010, p. 53. Énfasis agregado.

[7] Ídem.

[8] Cf. A. González Torres, “Carlos Monsiváis: enigmáticas posteridades”, en Letras Libres, 4 de mayo de 2023, https://letraslibres.com/literatura/armando-gonzalez-torres-carlos-monsivais-posteridad-85-aniversario-natalicio/

[9] Este texto fue publicado en la revista Fractal.

[10] Las esencias viajeras: hacia una crónica cultural del Bicentenario de la Independencia. México, Fondo de Cultura Económica-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2012.

[11] Cf. Marcos Garfias Dávila, “La autobiografía del joven Carlos Monsiváis”, en Yuyaykusun, Lima, núm. 11, 2021, pp. 103-120, https://revistas.urp.edu.pe/index.php/Yuyaykusun/article/download/4547/5549/15032.

[12] El Universal, 13 de mayo de 2007.

[13] Los libros del INAH pueden descargarse en el sitio: https://mediateca.inah.gob.mx/

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