Bergoglio, aficionado a la poesía
Ningún obispo de Roma reciente habló tanto como él de la poesía, de la labor literaria y de su impacto en la vida religiosa.
22 DE ABRIL DE 2025 · 19:30

Me gusta mucho la poesía y, cuando puedo, sigo leyéndola. La poesía está llena de metáforas. Comprender las metáforas ayuda a que el pensamiento sea ágil, intuitivo, flexible y agudo. Quien tiene imaginación no se vuelve rígido, tiene sentido del humor, disfruta siempre de la dulzura de la misericordia y de la libertad interior.
J.M.B.
Más allá de las encendidas polémicas que vienen de tiempo atrás sobre este pontificado que termina y sobre los logros o fallas que lo definen, quien escribe prefiere quedarse con la imagen de un hombre bueno que tuvo buenas intenciones. Ya Francisco Prieto ha citado los versos de Machado al respecto. Y así, queda en la memoria un religioso enamorado de la poesía, de la literatura, la cual enseñó entre 1964 y 1966 en algunos colegios.[1] Ningún obispo de Roma reciente habló tanto como él de la poesía, de la labor literaria y de su impacto en la vida religiosa.
Su “Carta sobre sobre el papel de la literatura en la formación”, del 4 de agosto de 2024 es una auténtica lección de cómo pueden dialogar la teología y la literatura al interior de la iglesia, sin falsas superioridades ni soberbias inútiles. Sus palabras son firmes y sensibles: “Una obra literaria es, pues, un texto vivo y siempre fecundo, capaz de volver a hablar de muchas maneras y de producir una síntesis original en cada lector que encuentra. Al leer, el lector se enriquece con lo que recibe del autor, pero esto le permite al mismo tiempo hacer brotar la riqueza de su propia persona, de modo que cada nueva obra que lee renueva y amplía su universo personal” (par. 3). Y agrega: “Salvo pocas excepciones, la atención a la literatura se considera como algo no esencial. A este respecto, quisiera afirmar que este enfoque no es bueno. Es el origen de una forma de grave empobrecimiento intelectual y espiritual de los futuros sacerdotes, que se ven así privados de tener un acceso privilegiado al corazón de la cultura humana y más concretamente al corazón del ser humano, a través de la literatura” (par. 4).
Por supuesto, no dejó de citar a Karl Rahner en su magnífico texto “Sacerdote y poeta”, prólogo al libro del español Jorge Blajot: “Las palabras del poeta, escribe Rahner, son ‘palabras de anhelo’, son ‘puertas abiertas a lo infinito, sin medida. Llaman lo innominado, se alargan a lo inasible. […] La abertura al infinito que es el arte no puede dar lo infinito, el Infinito’. De hecho, esto es propio de la Palabra de Dios, y —prosigue Rahner— ‘la palabra poética llama a la Palabra de Dios’” (par. 24). Este teólogo mayor del catolicismo profundizó como pocos en las posibilidades poéticas de la teología (y viceversa) y se anticipó al surgimiento de la llamada teopoética.
Sin olvidar a Borges tampoco:
Cuando pienso en la literatura, me viene a la mente lo que el gran escritor argentino Jorge Luis Borges decía a sus estudiantes: “lo más importante es leer, entrar en contacto directo con la literatura, sumergirse en el texto vivo que tenemos delante, más que fijarse en las ideas y en los comentarios críticos” [Borges oral, 1979, p. 22]. Y Borges explicaba esta idea a sus estudiantes diciéndoles que quizás al comienzo iban a entender poco de lo que estaban leyendo, pero que en todo caso habrían escuchado “la voz de alguien”. Esta es una definición de literatura que me gusta mucho: “escuchar la voz de alguien”. Y no nos olvidemos qué peligroso es dejar de escuchar la voz de otro que nos interpela. Caemos rápidamente en el aislamiento, entramos en una especie de sordera ‘espiritual’, que incide negativamente también en la relación con nosotros mismos y en la relación con Dios, más allá de cuanta teología o psicología hayamos podido estudiar (par. 24).
Sobre la relación entre fe y cultura, afirma: “¿Qué es lo que hizo Pablo? Él comprendió que ‘la literatura descubre los abismos que habitan en el hombre, mientras que la revelación, y luego la teología, los remontan para mostrar cómo Cristo viene a atravesarlos e iluminarlos’ [R. Latourelle, voz “Literatura”, p. 832]. En la dirección de estos abismos, la literatura es, pues, una ‘vía de acceso’ [K. Wojtyla, “Carta a los artistas”, 4 de abril de 1999] que ayuda al pastor a entrar en un diálogo fecundo con la cultura de su tiempo” (par. 13).
Su conclusión, sobre “el poder espiritual de la literatura”, es espléndida, teológica y literariamente, por igual:
En este sentido la literatura ayuda al lector a destruir los ídolos de los lenguajes autorreferenciales, falsamente autosuficientes, estáticamente convencionales, que a veces corren el riesgo de contaminar también el discurso eclesial, aprisionando la libertad de la Palabra. La palabra literaria pone en movimiento el lenguaje, lo libera y lo purifica; en definitiva, lo abre a las propias ulteriores posibilidades expresivas y explorativas, lo hace capaz de albergar la Palabra que se instala en la palabra humana, no cuando esa se autocomprende como saber ya completo, definitivo y acabado, sino cuando se convierte en vigilante escucha y espera de Aquel que viene para “hacer nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21.5) (par. 42).
Nada que ver con los esbozos líricos insustanciales de Karol Wojtyla... Su cita final es del poeta Paul Celan: “Quien realmente aprende a ver se acerca a lo invisible” [“Microlitos. Prosa póstuma inédita en español”, en Revista de Occidente, núm. 392, 2014, p. 139].
Afortunadamente alcanzó a ver publicado ese volumen, ¡Viva la poesía! (Milán, Ares, 2024), editado por Antonio Spadaro (autor de La gracia de la palabra: Karl Rahner y la poesía, 2006), que reúne sus palabras sobre un asunto que lo apasionó. Se presentó el 21 de marzo pasado en Roma con la participación del cardenal Víctor Manuel Fernández, Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el editor del volumen, y la poeta Maria Grazia Calandrone.[2] “A Calandrone le llama la atención la materialidad, la corporeidad presente en este libro, convencido también de que la palabra poética sólo puede partir de la realidad, porque es ‘la capacidad de entrar en las moléculas de la realidad y, por tanto, en su parte invisible’. La escritora se detiene en la dimensión social, en las comunidades que luchan juntas y que son, por tanto, ‘comunidades poéticas’. Otro aspecto que la poeta considera nodal en las páginas de Francisco es la advertencia contra el peligro de la resignación y la consiguiente afirmación del valor de esperar. En su discurso, Calandrone recuerda a Dante, Giorgio Caproni, e introduce la idea de la nostalgia de lo indecible”.[3]
En la “Carta a los poetas”, incluida en el volumen Versos a Dios. Antología de la poesía religiosa (Crocetti editore, 2024), compilado por Davide Brullo, A. Spadaro y Nicola Crocetti, aparecen estos lúcidos conceptos:
Queridos poetas, sé que están hambrientos de sentido, y por eso reflexionan también sobre cómo la fe interpela la vida. Este “sentido” no se puede reducir a un concepto, no. Es un significado total que adquiere poesía, símbolo, sentimientos. El verdadero significado no es el del diccionario: ese es el significado de la palabra, y la palabra es instrumento de todo lo que hay en nuestro interior. He amado a muchos poetas y escritores en mi vida, entre los que recuerdo especialmente a Dante, Dostoievski y otros. También tengo que agradecer a mis alumnos del Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, con quienes compartía mis lecturas cuando era joven y enseñaba literatura. Las palabras de los escritores me ayudaron a comprenderme a mí mismo, al mundo, a mi gente; pero también para profundizar en el corazón humano, en mi vida personal de fe, e incluso en mi tarea pastoral, incluso ahora en este ministerio. Por eso, la palabra literaria es como una espina en el corazón que mueve a la contemplación y pone en camino. La poesía es abierta, te lanza a otro lugar. […]
Ésta es su labor como poetas: dar vida, dar cuerpo, dar palabra a todo lo que el ser humano experimenta, siente, sueña, sufre, creando armonía y belleza. Es un trabajo que también puede ayudarnos a comprender mejor a Dios como el gran “poeta” de la humanidad. ¿Te criticarán? Bien, soporta la peor parte de las críticas y al mismo tiempo intenta aprender de ellas. Pero aun así no dejes de ser original, creativo. No pierdas la maravilla de estar vivo.[4]
En la encíclica Dilexit Nos se menciona tres veces la importancia de la poesía, una de ellas mediante una cita poética de Santa Teresa del Niño Jesús:
Cuando no se aprecia lo específico del corazón perdemos las respuestas que la sola inteligencia no puede dar, perdemos el encuentro con los demás, perdemos la poesía. Y nos perdemos la historia y nuestras historias, porque la verdadera aventura personal es la que se construye desde el corazón (par. 11).
En el tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor. Lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta (par. 20).
Yo quiero un corazón ardiente de ternura
que me sirva de apoyo sin jamás vacilar,
que todo lo ame en mí, incluso mi pobreza…,
que nunca me abandone, ni me olvide jamás. […]
¡Yo necesito a un Dios de humanidad vestido,
que se haga hermano mío y que pueda penar! […]
Sé que nuestras justicias y todos nuestros méritos
carecen de valor a tus divinos ojos […]
por eso he escogido para mi purgatorio
tu amor consumidor, ¡Corazón de mi Dios!
(par. 135; poema 23, “Al sagrado Corazón de Jesús”, 21 de junio u octubre de 1895, pp. 679-680.)[5]
La literatura perdió un profesor singular, la iglesia católica se hizo de un dirigente controversial que se encontró en el centro de una vorágine que por momentos lo rebasó y lo puso al borde del colapso: para los conservadores, era un liberal sin remedio; para los radicales, un pontífice sin carácter para impulsar cambios verdaderos. En su país fue calificado como “peronista” o “montonero”, pero lo cierto es que se formó en la “teología del pueblo”, adoctrinado por el gran pensador Juan Carlos Scannone (1931-2019). Entre algunas de sus meritorias acciones está la rehabilitación de Gustavo Gutiérrez y la teología que representó, así como su diálogo con algunos sectores protestantes. Ahora habrá que leer con calma todo lo que escribió sobre la poesía, que nunca abandonó.
Bergoglio, poeta.
Notas
[1] Clara González, “Bergoglio antes de Roma: de profesor de literatura a arzobispo de Buenos Aires”, en El Debate, 21 de abril de 2025.
[2] Eugenio Murrali, “Se ha presentado el libro ¡Viva la poesía! del Papa Francisco”, en Vatican News, 21 de marzo de 2025; cf. Fabio Colagrande, “En un libro el magisterio del Papa sobre el arte poético”, en Vatican News.
[3] Ídem.
[4] “El Papa: Queridos poetas, ayúdennos a soñar”, en Vatican News, noviembre de 2024. Énfasis agregado. Esta carta es un discurso revisado que Bergoglio pronunció originalmente en la Sala Clementina del Palacio Apostólico el 27 de mayo de 2023. Cf. “Discurso dirigido a los participantes en la conferencia promovida por La Civiltà Cattolica con la Universidad de Georgetown”, aquí.
[5] Encíclica Dilexit Nos, 24 de octubre de 2024.
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