Éxodo: Comentario expositivo y práctico, de Matthew Henry

Si Dios deja a nuestros amigos y parientes con nosotros cuando más los necesitamos, y los quita cuando más fácilmente se puede prescindir de ellos, reconozcamos que es sabio, y no nos quejemos de que es duro para con nosotros.

28 DE ENERO DE 2021 · 19:00

Detalle de la portada del libro.,
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de “Comentario expositivo y práctico de toda la Biblia”, de Matthew Henry (Editorial Peregrino, 2020). Puede saber más sobre el libro aquí.

 

INTRODUCCIÓN AL LIBRO DE ÉXODO

Moisés (el siervo de Jehová —Dt 34:5—, tanto al escribir a favor de él como al actuar a favor de él: tanto con la pluma de Dios como con la vara de Dios en su mano), habiendo, en el primer libro de su historia, preservado y transmitido los documentos de la Iglesia, mientras esta estaba formada por familias, viene, en este segundo libro, a darnos un relato de su crecimiento hasta ser una gran nación; y, así como el anterior nos proporciona la mejor administración, este nos proporciona la mejor estrategia. El comienzo del libro anterior nos muestra cómo formó Dios el mundo para sí; el comienzo de este nos muestra cómo formó a Israel para sí, y a ambos para publicar sus alabanzas (Is 43:21). Allí tenemos la creación del mundo en historia, aquí la redención del mundo en tipo. Los traductores griegos llamaron a este libro Exodus (lo cual significa una partida o salida) porque comienza con la historia de la salida de los hijos de Israel de Egipto. Algunos aluden a los nombres de este libro y del anterior, y observan que inmediatamente después de Génesis, que significa comienzo u origen, sigue Éxodo, que significa una partida; porque a un tiempo de nacer le sigue inmediatamente un tiempo de morir (Ecl 3:2). Tan pronto como hemos hecho nuestra entrada en el mundo, debemos pensar en hacer nuestra salida, y dejar el mundo. Cuando comenzamos a vivir comenzamos a morir. La constitución de Israel como pueblo fue una nueva creación. Al igual que la tierra, al principio, surgió primero del agua, y entonces embellecida y poblada, así a Israel se le hizo primero, por un poder omnipotente, emerger de la esclavitud egipcia, y después fue enriquecido con la ley y el tabernáculo de Dios. Este libro nos da:

 

I. El cumplimiento de las promesas hechas antes a Abraham (cf. cap. 1-19), y después:

 

II. El establecimiento de las ordenanzas que habían de observarse posteriormente por Israel (cf. cap. 20-40).

 

Moisés, en este libro, comienza, como César, a escribir sus propios Comentarios; más aún, uno mayor, mucho mayor que César está aquí (cf. Mt 12:41-42). Pero, en lo sucesivo, el escritor es asimismo el héroe, y nos da la historia de aquellas cosas de las que fue testigo ocular y auditivo, et quorum pars magna fuit (y en las que tuvo una parte conspicua). Hay más tipos de Cristo en este libro que quizá en cualquier otro libro del Antiguo Testamento; porque Moisés escribió de él (Jn 5:46). Se representan aquí de diversas maneras la forma en que el hombre puede reconciliarse con Dios, y su participación en el pacto y en la comunión con él a través de un Mediador; y nos es de gran utilidad como ilustración del Nuevo Testamento, ahora que tenemos este para ayudarnos en la explicación del Antiguo.

 

ÉXODO 1

Bosquejo del capítulo

 

Aquí tenemos:

 

I. La bondad de Dios hacia Israel, al multiplicarlos sobremanera (cf. vv. 1-7).

 

II. La maldad de los egipcios hacia ellos:

 

1. Oprimiéndolos y esclavizándolos (cf. vv. 8-14).

2. Asesinando a sus hijos (cf. vv. 15-22).

 

De este modo, a quien la corte del Cielo bendijo, el país de Egipto maldijo, y por esa razón.

 

Los israelitas son oprimidos en Egipto

(1588 a. C.)

 

Éxodo 1:1-7

 

En estos versículos tenemos:

     1. Una lista con los nombres de los doce patriarcas (Hch 7:8), como se les llama. Sus nombres se repiten a menudo en la Escritura, para que no nos suenen raros, como otros nombres difíciles, sino para que, por medio de su frecuente repetición, nos familiaricemos con ellos; y para mostrar cuán precioso es el Israel espiritual de Dios para él, y cuánto se deleita en ellos (Gá 6:16).

      2. La cuenta que se guardó del número de la familia de Jacob, cuando descendieron a Egipto; fueron en total setenta almas (v. 5), conforme al cómputo que vimos (cf. Gn 46:27). Este fue exactamente el número de las naciones que poblaron la tierra, conforme al relato dado en Génesis capítulo 10. Porque Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, cuando hizo dividir a los hijos de los hombres, estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel, como observa Moisés (Dt 32:8). Aquí se toma constancia de esto para que su aumento en Egipto se vea más maravilloso. Adviértase: es bueno que los que aumentan grandemente al final recuerden a menudo lo pequeños que fueron sus comienzos (cf. Job 8:7).

     3. La muerte de José. Toda aquella generación desapareció poco a poco (v. 6). Quizá todos los hijos de Jacob murieron casi al mismo tiempo; porque no había más que siete años de diferencia de edad entre el mayor y el más joven de ellos, excepto Benjamín; y, cuando la muerte entra en una familia, a veces destruye en poco tiempo. Cuando José, el sostén de la familia, murió, los demás desaparecieron rápidamente. Adviértase: debemos considerarnos a nosotros mismos y a nuestros hermanos, y a todos aquellos con los que nos relacionamos como quienes están a punto de morir y se apresuran a salir del mundo. Esta generación desapareció, como sucedió con la anterior.

     4. El extraordinario aumento de Israel en Egipto. Aquí tenemos cuatro palabras usadas para expresarlo: Fructificaron, y fueron aumentados, como peces o insectos, de modo que se multiplicaron; y, estando generalmente sanos y fuertes, crecieron fortalecidos en extremo, de modo que comenzaron casi a superar en número a los nativos, porque la tierra estaba en todos los lugares llena de ellos, al menos Gosén, su propio territorio (v. 7).

Obsérvese:

     (1) Aunque, sin duda, habían aumentado considerablemente antes, sin embargo, parecería que no fue hasta después de la muerte de José cuando se comenzó a tener constancia de ello como algo extraordinario. Así, cuando perdieron el beneficio de su protección, Dios hizo de su número su defensa, y llegaron a ser más capaces de valerse por sí mismos de lo que habían sido. Si Dios deja a nuestros amigos y parientes con nosotros cuando más los necesitamos, y los quita cuando más fácilmente se puede prescindir de ellos, reconozcamos que es sabio, y no nos quejemos de que es duro para con nosotros. Después de la muerte de Cristo, nuestro José, su Israel evangélico comenzó a aumentar considerablemente: y su muerte tuvo una influencia en ello; fue como la siembra de un grano de trigo, el cual, si muere, lleva mucho fruto (Jn 12:24).

     (2) Este maravilloso aumento fue el cumplimiento de la promesa hecha mucho antes a los padres. Desde el llamamiento de Abraham, cuando Dios le dijo primero que haría de él una nación grande (Gn 12:2), hasta la liberación de su descendencia en Egipto, pasaron cuatrocientos treinta años (cap. 12:40-41), de los cuales, durante los primeros doscientos quince, solo aumentaron hasta setenta, pero, en la segunda mitad, aquellos setenta se multiplicaron hasta seiscientos mil hombres listos para la guerra (cap. 12:37). Adviértase:

     [1] A veces, las providencias de Dios pueden dar la impresión durante mucho tiempo de que frustran sus promesas, y las contradicen, para que la fe de su pueblo sea probada, y su propio poder más magnificado.

     [2] Aunque el cumplimiento de las promesas de Dios es a veces lento, sin embargo, es siempre seguro; al fin hablará, y no mentirá (Hab 2:3 RVR 1909).

 

Éxodo 1:8-14

 

La tierra de Egipto aquí, a la larga, llegó a ser para Israel una casa de servidumbre (cap. 13:3), aunque hasta aquí había sido  un feliz refugio y asentamiento para ellos. Adviértase: el lugar de nuestra satisfacción puede convertirse pronto en el lugar de nuestra aflicción, y puede ser la mayor cruz para nosotros aquello de lo que dijimos: Este nos aliviará (Gn 5:29). Pueden resultar nuestros enemigos jurados aquellos cuyos padres fueron nuestros fieles amigos; más aún, las mismas personas que nos amaban posiblemente se vuelvan para aborrecernos; por tanto:

Dejaos del hombre (Is 2:22), y no digáis de ningún lugar a este lado del Cielo: Este es mi reposo para siempre (Sal 132:14). Obsérvese aquí:

 

I. Las obligaciones que tenían con Israel a causa de José se olvidaron: Se levantó un nuevo rey —después de varias sucesiones en la época de José— que no conocía a José (v. 8). Todo el que lo conocía lo amaba, y eran amables con sus parientes por su causa. Pero cuando murió, fue pronto olvidado, y el recuerdo de los buenos oficios que había desempeñado no se retuvo ni se consideró, ni tuvo influencia alguna en sus consejos. Adviértase: los mejores y más útiles y aceptables servicios hechos a los hombres rara vez se recuerdan, de manera que se recompense a los que los hicieron tomando en consideración su memoria, o la de su posteridad, después de su muerte (cf. Ecl 9:5,15). Por tanto, nuestra gran preocupación debería ser servir a Dios, y agradarle, el cual no es injusto —comoquiera que sean los hombres— para olvidar nuestra obra y el trabajo de amor (He 6:10). Si trabajamos solo para los hombres, nuestras obras, al final, morirán con nosotros; si para Dios, nos seguirán (cf. Ap 14:13). Este rey de Egipto no conocía a José; y después de él se levantó uno que tuvo la insolencia de decir: Yo no conozco a Jehová (cap. 5:2). Adviértase: los que se olvidan de sus otros benefactores es de temer que olvidarán al Benefactor supremo (cf. 1 Jn 4:20).

 

II. Se sugirieron razones de Estado para el duro trato de ellos para con Israel.

     1. Fueron presentados como un pueblo mayor y más fuerte que los egipcios (v. 9); ciertamente no lo eran, pero el rey de Egipto, cuando decidió oprimirlos, quiso que se pensara así de ellos, y se les considerara un cuerpo formidable.

     2. Por tanto, se infiere que, si no se ocupan de mantenerlos sometidos, pueden volverse peligrosos para el gobierno y, en tiempos de guerra, podrían aliarse con sus enemigos y rebelarse contra su alianza con la corona de Egipto (v. 10). Adviértase: ha sido la estrategia de los perseguidores presentar al Israel de Dios como un pueblo peligroso, perjudicial a los reyes y a las provincias (Esd 4:15; cf. Est 3:8), no digno de confianza; más aún, indigno de ser tolerado, y así tener algún pretexto para el trato cruel que planeaban contra ellos (cf. Esd 4:12; etc.; Est 3:8). Obsérvese: lo que ellos temían es que se fuesen de la tierra, probablemente habiéndolos oído hablar de la promesa hecha a sus padres de que se establecerían en Canaán. Adviértase: las estrategias de los enemigos de la Iglesia buscan frustrar las promesas del Dios de la Iglesia, pero en vano; el consejo de Dios permanecerá (Is 46:10).

     3. Se propone, pues, que debe tomarse alguna medida para impedir su aumento: Seamos sabios para con él, para que no se multiplique (v. 10). Adviértase:

     (1) El crecimiento de Israel es el pesar de Egipto, y aquello contra lo cual se dirigen los poderes y las estrategias del Infierno.

     (2) Cuando los hombres se comportan malvadamente es habitual que se imaginen comportarse sabiamente; pero la insensatez del pecado, al final, será manifiesta a todos (2 Ti 3:9).

 

III. El método que adoptaron para reprimirlos, y frenar su crecimiento. Los israelitas se habían comportado tan apacible e inofensivamente que no podían encontrar ningún motivo para hacer guerra contra ellos, y debilitarlos por esos medios; y, por tanto:

     1. Se ocuparon de mantenerlos pobres, cargándolos con pesados tributos, los cuales —piensan algunos— se incluyen en las cargas con las que los afligieron (v. 11).

     2. Por este medio, adoptaron un método eficaz para hacerlos esclavos. Los israelitas —según parece— eran un pueblo mucho más diligente y laborioso que los egipcios y, por tanto, Faraón se preocupó de encontrarles trabajo, tanto en la edificación (le edificaron ciudades de almacenaje: v. 11) como en la labranza, en toda labor del campo y en todo su servicio (v. 14); y esto se exigió de ellos con el máximo rigor y severidad. Aquí tenemos muchas expresiones usadas para conmovernos con la condición del pueblo de Dios. Tuvieron comisarios de tributos sobre ellos (v. 11), a quienes se instruía no solo a cargarlos, sino, tanto como pudieran, a molestarlos con sus cargas, y a idear cómo hacerlas más penosas. No solo los hicieron servir, lo cual era suficiente para el beneficio de Faraón, sino que los hicieron servir con rigor, de modo que sus vidas se les volvieron amargas, buscando con ello:

     (1) Quebrantar su ánimo, y robarles todo lo que había en ellos de ingenuo y generoso.

     (2) Arruinar su salud y acortar sus días, y así disminuir el número de ellos.

     (3) Disuadirlos de casarse, puesto que sus hijos nacerían en esclavitud.

     (4) Obligarlos a abandonar a los hebreos, y a incorporarse a los egipcios. Así esperaban borrar el nombre de Israel de sobre la tierra (Jos 7:9), para que no hubiese más memoria de su nombre (Sal 83:4). Y es de temerse que la opresión bajo la que estaban tuvo este mal efecto sobre ellos, la cual hizo que muchos de ellos se unieran a los egipcios en sus adoraciones idolátricas; porque leemos que sirvieron a otros dioses en Egipto (Jos 24:14); y, aunque no se menciona aquí en esta historia, sin embargo, encontramos que Dios había amenazado con destruirlos por ello, aun cuando estaban en la tierra de Egipto (Ez 20:8); sin embargo, se mantuvieron como un cuerpo aparte, no mezclado con los egipcios, y por sus otras costumbres separados de ellos, lo cual el Señor lo hizo, y fue cosa maravillosa (Sal 118:23; Mt 21:42).

 

IV. El maravilloso aumento de los israelitas, a pesar de las opresiones bajo las que gemían: Cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban (v. 12), para el sumo pesar y aflicción de los egipcios. Adviértase:

     1. Los tiempos de aflicción han sido, a menudo, tiempos de crecimiento para la Iglesia: Sub pondere crescit (Siendo presionada, crece). El cristianismo se difundió más cuando fue perseguido (cf. Hch 8:1,4); la sangre de los mártires fue la semilla de la

Iglesia.

     2. Los que traman […] contra el SEÑOR y contra su Israel no hacen sino tramar cosas vanas (Sal 2:1-2 LBLA), y se acarrean así la mayor aflicción; el Infierno y la tierra no pueden disminuir a aquellos a quienes el Cielo quiere aumentar.

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