Mare Nostrum

El Mediterráneo es un testigo de la historia humana, una autopista entre civilizaciones, y también un espejo de nuestras contradicciones modernas.

09 DE AGOSTO DE 2025 · 22:50

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Foto de Anastasiya Dalenka en Unsplash

    “El mar une los países que separa.” – Alexander von Humboldt

    “El Mediterráneo no es un mar; es una historia líquida.” – Predrag Matvejević

Estoy contemplando el Mediterráneo, tan distinto a mi mar, pero tan cálido, tan azul, tan sereno y con unas olas tan distintas a las mías, que simplemente me dejo acariciar por sus aguas saladas llenas de encanto e historia.

El término Mare Nostrum, que en latín significa "Nuestro Mar", fue utilizado por los antiguos romanos para referirse al mar Mediterráneo. Esta inmensa extensión de agua no solo fue un punto estratégico y comercial para el Imperio Romano, sino que también se convirtió en un símbolo de unidad cultural entre pueblos distintos. A lo largo de los siglos, el Mare Nostrum ha sido testigo de guerras, migraciones, intercambios culturales y espirituales, siendo hoy un lugar lleno de historia y también de conflictos contemporáneos.

Este precioso mar se convirtió en ruta para el comercio, la expansión militar y la difusión cultural. La civilización grecolatina, el derecho romano y luego el cristianismo, se expandieron por estas aguas.

El Mare Nostrum es mucho más que un mar. Es un testigo de la historia humana, una autopista entre civilizaciones, y también un espejo de nuestras contradicciones modernas. Nos habla de la gloria pasada de imperios, de la fe que cruzó fronteras, pero también del sufrimiento de quienes hoy arriesgan sus vidas por un futuro mejor.

Desde una perspectiva cristiana, el Mare Nostrum también puede verse como un símbolo del camino que recorrió el mensaje de salvación. El apóstol Pablo navegó por este mar llevando el Evangelio, conectando iglesias, pueblos y corazones. Hoy, ante las tragedias que ocurren en estas aguas, el llamado cristiano es claro: ser prójimos del necesitado, tender la mano al extranjero, y actuar con compasión.

“No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.”

Hebreos 13:2

Este versículo nos recuerda que la hospitalidad no es solo un acto moral, sino una forma de servir a Dios a través del otro.

Alguien se refirió al Mare Nostrum,con unas palabras sublimes:

“El mar que une, el mar que clama, el mar que habla de nosotros.”

Frente al mar Mediterráneo no puedo evitar preguntarme qué historias se han ahogado en sus aguas, qué sueños han flotado sobre sus olas, qué oraciones han subido al cielo desde la desesperación de quienes lo cruzan. Lo llamaron Mare Nostrum, “Nuestro Mar”, los romanos, en una afirmación de poder, de posesión; pero el mar nunca es de nadie. El mar es de todos… o de nadie, es reflejo del corazón humano: inmenso, bello, turbulento, a veces cruel. En realidad el mar lo creó Dios y a él le pertenece.

Los cristianos no miramos el mar solo con los ojos de la historia o la geografía, sino con los ojos del alma: Jesús caminó junto al mar, llamó a sus discípulos desde una barca, calmó tormentas con su palabra... el mar es símbolo del misterio, de la misión, del miedo… pero también del encuentro con Dios.

¿No somos todos, al final, como esos navegantes que lanzan su vida sobre las aguas esperando llegar a buen puerto? ¿No somos cada uno de nosotros como un extranjero buscando una tierra prometida? Cristo mismo fue migrante, refugiado en Egipto, sin lugar donde recostar la cabeza.

Hoy el Mediterráneo no solo es un mar, es un clamor; grita en silencio por cada vida que se pierde en sus profundidades. Nos confronta con una fe que no puede quedarse en la teoría. Nos exige compasión, acción y oración.

No podemos ser cristianos que oran con las manos cruzadas mientras otros se ahogan. El Evangelio no es cómodo, es exigente; es salir al encuentro del otro, aunque esté mojado, herido, o sea extranjero.

El Mare Nostrum es también un espejo de nuestras almas, y nos recuerda que no somos dueños del mundo; sino administradores de la gracia de Dios, además de que que no hay frontera en el Reino de los cielos.

Como cristianos, no podemos poseer el mar, pero sí podemos habitarlo con misericordia. Que este mar deje de ser una frontera y se convierta en puente, que deje de ser tumba, y vuelva a ser camino.

Y cuando estoy de lleno inmersa en este precioso mar, mi alma poeta se vuelve oración...

Señor de la vida y de los mares,

Tú que caminaste sobre las aguas y calmaste la tempestad,

mira con compasión a quienes cruzan el mar buscando esperanza.

Qué no falte la mano que socorre, ni el corazón que acoge.

Haznos instrumentos de tu paz,

puentes entre pueblos, barcas que salvan,

luz que guía en la oscuridad.

Enséñanos que el mar no nos separa,

sino que nos une. Te pido que nos pueda unir en ti,

y que en cada ola escuchemos tu voz que dice:

            ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Follas novas - Mare Nostrum