Donde nace un río, ¡eleva una oración!
La oración debería comenzar desde arriba, desde donde nace el río, y entonces esperar que la gracia sublime, maravillosa e infinita de mi Padre, fluya por las corrientes de su misericordia.
09 DE AGOSTO DE 2020 · 10:00

“Necesito a Jesús y no a algo que se le parezca”. C. S. Lewis
“Si admitimos a Dios, ¿debemos admitir los milagros? De hecho, no tienes forma de negarlos. Vienen en conjunto”. C. S. Lewis
“Si te amó, cuando estabas lleno de corrupción; ¿no escuchará tus oraciones ahora que te ha hecho heredero del cielo?”. Charles Spurgeon
Siempre me encantaron los ríos, y siempre los vi con respeto y admiración, tal vez porque llevo metida toda mi vida, tanto mi cuerpo como mi alma, inmersa en el mar; es tan conocido para mí, que no me asustan las olas, sus cambios de color, o los animales que habitan en él; sin embargo todo lo que significa un río, incluso los peces u otro tipo de animales que viven dentro de su cauce, me cusan un profundo respeto.
Jamás podré olvidar el nacimiento de un precioso río en la maravillosa sierra de Cazorla, en Jaén, en el mismo lugar donde nace el increíble Guadalquivir, algo que va por diferentes lugares y en el que confluyen diferentes arroyos, el “Río grande”, como lo llamaban los árabes.
Aquel día de verano y estando en un precioso campamento evangélico, nos fuimos de excursión a una montaña, y después de subir por mucho tiempo y contando desde el lugar de origen y hasta el regreso, habíamos recorrido unos 34 kilómetros, entre “charca” y “charca” y caminos de montaña escabrosos y peligrosos. Hacia el mediodía, llegamos a un lugar donde nacía un río, me quedé tan absolutamente paralizada de ver como simplemente surgía de la tierra como una pequeña fuente con muchísima fuerza un agua increíblemente cristalina, fresca y maravillosa, y viendo como aquel agua no dejaba de manar, y bajaba por la montaña constituyendo un río bastante caudaloso.
Lo cierto es que aquel espectáculo me dejó paralizada, no me atrevía ni a tocar, pero podía ver como gentes de otros lugares bien familiarizados con aquello, metían sus manos, sus pies, se refrescaban, cogían agua para beber…. Creo que pocas veces he visto algo tan hermoso, me dejó absolutamente impresionada, de otro modo, pero cuando pisé por mucho tiempo durante todo el campamento, igual que en otras ocasiones, uno de los arroyos que más tarde se mezclaría en sus aguas con otros arroyos que dan lugar al incomparable, caudaloso e inmenso río Guadalquivir, que por muy inverosímil que parezca, nace también en la misma sierra de Cazorla.
El nacimiento “oficial” del Río Guadalquivir se ha situado bajo una placa que reproduce un poema de los hermanos Álvarez Quintero. Pero, en sentido estricto, las fuentes del Guadalquivir se encuentran en la espaciosa hondonada de la Cañada de las Fuentes. En este lugar confluyen varios arroyos que descienden de las montañas cercanas: el de los Teatinos, el de la Juan Fría o el arroyo de la Luz entre otros, y en aquel bellísimo entorno, he podido ver gamos, preciosos ciervos, y hasta jabalíes en pequeños y deliciosos grupos.
Volviendo a nuestro río y su maravilloso nacimiento, yo podía observar como aquello tan espectacular para mí, era lo más normal para la gente de aquella zona, y bebían de aquel agua fresca y limpia como el cristal sin el más mínimo problema… Yo miraba absolutamente absorta, hasta que me decidí a meterme todo lo que pude, y fue una sensación que no podré olvidar jamás.
Una buena amiga tiene una casa muy cerca de un río con unas características muy parecidas al río que me causó tanta impresión, y siempre dice que cuando llega la primavera, el deshielo y las fuertes lluvias, hacen que la corriente que nace en la cima de la montaña descienda de un modo infinito.
Cuando pienso en la maravillosa, deliciosa e imprescindible oración, creo que lo hago del modo incorrecto y que voy justo en la dirección contraria; comienzo desde abajo, desde lo más profundo de mis inquietudes y preocupaciones, se las llevo a mi Señor, y espero a que me conteste, cuando realmente debería comenzar desde arriba, desde donde nace el río, y entonces esperar que la gracia sublime, maravillosa e infinita de mi Padre, fluya por las corrientes de su misericordia del mismo modo que descienden las aguas del río; creo que este cambio de perspectiva en mi modo de orar es el correcto, y es allí cuando puedo esperar las respuestas increíbles, en ocasiones milagros de mi Señor.
Os dejo una poesía que escribí hace algún tiempo, lleva dentro el tema de la bendita y vital oración para la vida del creyente, y esa fuente inagotable por la cual puede acceder a Dios cualquier criatura del maravilloso Creador:
¡ELEVA UNA ORACIÓN!
Cuando la vida te sorprenda en llanto,
y creas que has perdido tu canción;
serena el alma con sonidos de arpa;
¡eleva una oración!
Y cuando creas que el desierto es duro,
y la sed te agobie el corazón;
vete a la fuente que no cesa nunca,
¡eleva una oración!
Deja que tu Señor te abrace fuerte,
con las cintas dulces de todo su Amor;
que será para ti maná precioso,
¡eleva una oración!
Y deja que en oración te abracen otros,
y reposa el alma y corazón;
cuando pierdas las fuerzas y esperanzas,
¡eleva una oración!
Que la oración es pan para el hambriento,
es paz y gozo cuando no hay canción;
es un halo precioso que te envuelve el alma,
¡eleva una oración!
Que cada rincón del camino duro,
antes que tú lo recorrió tu Dios;
un Dios en hombre que te ama mucho,
¡eleva una oración!
Y si tu quieres camino a tu lado,
para darte fuerzas en el caminar;
que el Amor de Dios se demuestra dando,
¡eleva una oración!
Que cuando llegues a portales bellos,
esos maravillosos de esplendor;
te espera el Padre con los brazos amplios,
¡eleva una oración!
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