Saber mi nombre, no implica conocerme

El 11 de Febrero de 1960, cuatro alumnos de una escuela para negros se sentaron en el lugar “sólo para blancos” de un restaurante de Greensboro, Carolina del norte.

14 DE JULIO DE 2012 · 22:00

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Hace poco leí lo siguiente: Sabes mi nombre; pero no mi historia. Has oído lo que he hecho, pero no por lo que he pasado. Sabes dónde estoy, pero no de dónde vengo. Me ves riendo, pero no sabes lo que he sufrido. Deja de juzgarme! Saber mi nombre, no implica conocerme. El 11 de Febrero de 1960, cuatro alumnos de una escuela para negros se sentaron en el lugar “sólo para blancos” de un restaurante de Greensboro, Carolina del norte. Uno de ellos, Franklin Mc Cain, observó que una anciana blanca que estaba sentada cerca los miraba. Estaba seguro de que ella tenía pensamientos desagradables sobre ellos y su protesta contra la discriminación. Unos minutos después, la mujer se les acercó, les puso las manos sobre los hombros y les dijo: Muchachos, estoy tan orgullosa de ustedes!....”. Años más tarde recordando ese suceso en la Radio Nacional Pública, Mc Cain dijo que aquella situación vivida le enseñó a no estereotipar nunca a nadie, sino que, en cambio, lo que debía hacer una persona para considerar a los demás era buscar una oportunidad para hablar con ellos. Tanto las frases del principio como esta historia real me hicieron pensar mucho. Cuántas veces nos equivocamos! y emitimos juicios incorrectos sobre la realidad y la vida de alguien cuando sólo vemos la fachada. Cuando pensaba en estas cosas me acordaba de la historia bíblica en la que Samuel va a buscar al nuevo rey de Israel para ungirle. Samuel llegó a la casa de Isaí y le pidió que le mostrara a cada uno de sus hijos, cada uno parecía el indicado para ser el rey: altos, fornidos, buena apariencia... Pero el Señor le iba diciendo uno a uno, este no!, este tampoco!.... Hasta llegar al que todos habían olvidado, al que estaba detrás de las ovejas, David. No era de gran estatura ni tenía pinta de rey, sólo era de hermoso parecer; pero él era el elegido; había un gran secreto: era un hombre conforme al corazón de Dios. Me encantan estas palabras!!.... Me gustaría que Dios pudiera decir de mi: una mujer conforme al corazón de Dios. La vida es difícil, muchas veces; las circunstancias desfavorables, muchas otras y la gente mira, observa, hace sus juicios, saca sus conclusiones y etiqueta a los demás sin tener idea de lo que es su vida por dentro. Qué Dios nos ayude a no juzgar para no ser juzgados; porque el Único que conoce las intenciones del corazón, todas las motivaciones, todos los sufrimientos y el porqué de cada paso que damos es El. Así que....... No te olvides, “Saber mi nombre, no implica conocerme”.

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