Hera

Entre los dioses del Olimpo, Hera estaba considerada como celosa, vengativa y agresiva.

08 DE ABRIL DE 2015 · 10:22

Hera Campana Louvre / Ma2283 (Public Domain - Wikimedia Commons),Estatua
Hera Campana Louvre / Ma2283 (Public Domain - Wikimedia Commons)

Obligado el escritor a recurrir a la síntesis para poner algo en claro entre tantas historias de dioses y diosas de la mitología, en este caso se hace necesario agudizar más la inventiva a fin de que el compendio se ajuste lo más posible a la estructura del relato, ya que abundan las leyendas en las que Hera interviene. Fue la diosa de mayor importancia y de rango superior debido a su matrimonio con Zeus.

En el arte y la literatura Hera aparece con rostro bello, pero sereno. Ojos grises y cuerpo fuerte. La más augusta de todas las diosas griegas. Estaba considerada como diosa del matrimonio y de las mujeres casadas. Protectora de la fecundidad, la mitología romana la identifica con Juno, hija de Saturno y de Rea.

Como esposa de Zeus que fue, en el capítulo dedicado al padre de los dioses dimos también entrada a Hera. Aquí completamos su historia.

Fue la hija mayor de Crono, dios griego que durante un tiempo estuvo considerado como dueño del mundo, y de Rea, hija de Urano y de la Tierra y esposa de la divinidad romana Saturno, el que devoraba a sus propios hijos. Hera se salvó del padre antropófago por las artimañas de la madre, que daba a su marido piedras envueltas en pañales y fajas para hacerle creer que se tragaba niños.

La genealogía hace de Heras hermana de Zeus. Enamorado de ella, el gran dios de la mitología la tomó por esposa.

 

Juno Receiving the Cestus from Venus / Joshua Reynolds (Public Domain - Wikimedia Commons)

Algunos tratadistas creen que fue su tercera esposa. Otros, la mayoría de los que manejan el tema, sostienen que fue la séptima y última mujer con la que estuvo casado. Convertido en nuevo gobernador del universo, el jefe del Olimpo sintió la necesidad de unirse definitivamente a una diosa que simbolizara la vida familiar. Entre todas las aspirantes, nadie mejor que Hera que además era su hermana por parte de padre y de madre, Crono y Rea.

Según el canto XIV de la ILÍADA, Zeus se encontró un día con Hera cuando esta pretendía viajar hacia los confines de la tierra para ver el océano. Le dice: “al contemplarte, divina Hera, me estremezco de pasión”.

La diosa contestó, ocultando sus pensamientos:

“¿Pero qué estás diciendo, oh poderoso Saturnio? ¿Qué locura me propones? ¡Querer que nos acostemos para gozar del amor aquí, en la cumbre del Ida, a la vista de todos los dioses! ¿No comprendes lo que ocurriría si alguno llegara a vernos y se lo decía a las demás deidades? ¡Qué vergüenza! No sería yo la que volviera al Olimpo. Mas, si lo deseas y a tu corazón es grato, tienes la cámara que tu hijo Hefestos labró cerrando la puerta con sólidas tablas que encajan en el marco. Vamos a acostarnos allí, ya que folgar te place”.

Respondióle Zeus, que amontona las nubes:

“¡Hera! No temas que nos vea ningún dios ni hombre: te cubriré con una nube dorada que ni el Sol, con su luz, que es la más penetrante de todas, podría atravesar para mirarnos.

“Y Zeus estrechó en sus brazos a la esposa. La tierra produjo verde hierba, loto fresco, azafrán y Jacinto espeso y tierno para levantarlos del suelo. Acostáronse allí y cubriéronse con una hermosa nube dorada, de la cual caían lucientes gotas de rocío”.

Las leyendas locales y los ritos que se recogen en torno a la unión de los dos hermanos dioses afirman que la pareja ya había dormido junta en aquél lugar y lo siguieron haciendo en absoluto secreto durante trescientos años antes de contraer matrimonio.

A pesar de que Hera estaba considerada como modelo de virtud, algunos relatos afirman que antes de casarse con Zeus tuvo relaciones íntimas con el gigante Eurímedonte. De esta aventura, siempre según los relatos, nacería Prometeo. Según la tradición, estas fábulas están envueltas en ribetes eróticos, no pornográficos.

 

Hera II RearView / Steven Zucker (Flickr - CC BY-NC-SA 2.0)

En el segundo tomo de LOS MITOS GRIEGOS, obra ensayística de admirable intuición poética, el escritor británico Robert Graves, quien hizo de Mallorca su segunda patria y ya citado en otros capítulos, recoge una leyenda que pocos mitólogos ignoran. Cierto día la diosa discutía con su augusto esposo sobre quien gozaba más los placeres del amor, el hombre o la mujer.

“Las mujeres, por  supuesto, gozan con el acto sexual infinitamente más que los hombres”, le dijo él fanfarroneando.

-¡Qué tontería!- replicó Hera- Es justamente al revés, y de sobra lo sabes.

Tiresias, llamado para hacer de árbitro en la disputa por su experiencia personal, contestó:

-Si en diez partes divides del amor el placer, una parte va a los hombres, y nueve a la mujer.

La sonrisa triunfante de Zeus exasperó de tal modo a Hera que dejó ciego a Tiresias, pero Zeus le compensó con la visión interior y una vida que habría de durar siete generaciones”.

Al matrimonio formado por Zeus y su hermana Hera le nacieron varios hijos: Ares, dios de la guerra; Hebe, diosa de la juventud; Eris, diosa de la discordia; Ilítia, diosa de los partos; Enio, una diosa de la guerra ayudante de Ares y Hefesto, el hijo feo, dios del fuego y la forja.

Una de tantas leyendas dice que Hera engendró sola a todos los hijos normalmente atribuidos a su unión con Zeus, golpeando su mano contra el suelo, al parecer un acto solemne para aquellos griegos.

Como tantas otras diosas, Hera fue extremadamente celosa. Pasaba parte de la vida buscando las infidelidades secretas de su esposo y hermano. A menudo se irritaba contra Zeus, ya que se consideraba insultada con cada una de sus infidelidades. Si entre los mortales los celos son terribles y han causado muchas tragedias, puede imaginarse las consecuencias que tenían a escala divina. Una leyenda afirma que furioso Zeus contra Hera a causa de los celos mortificantes, la colgó entre cielo y tierra con una cadena de oro, atándole un yunque en cada pie. Cuando creyó que había expiado suficientemente sus culpas se avino a dejarla libre.

En el Olimpo de los dioses Hera estaba considerada como celosa y vengativa ; no sólo contra las amantes de Zeus, también contra los hijos que resultaban de estas uniones infieles.

Ya hemos visto cómo provocó la ceguera de Tiresias; causó la muerte de Pelias; volvió locas a las hijas de Preto; envió a la esposa de Orión a los infiernos; convirtió el pelo de Antígona en serpiente para castigarla por creerse más hermosa que ella; consiguió que Zeus extrajera del vientre de Sémele, una de sus amantes, el hijo que llevaba dentro; a otra amante de su esposo, Io, la transformó en una vaca; a otra más, Calisto, la convirtió en una osa y pidió a Artemis que la matara durante una cacería.

Las venganzas de Hera contra las amantes de Zeus llenarían varias páginas. Aunque Homero dijera que la raza humana es de temperamento celoso, más razón llevaba Calderón cuando escribió que “muerte de amor son los celos, que no perdonan a nadie”.

Entre los dioses del Olimpo Hera estaba considerada como celosa, vengativa y agresiva. No sólo contra las deidades y amantes de su esposo, también fueron objeto de su cólera otros dioses masculinos y aquellos mortales que a su juicio la provocaban o la ignoraban. A Hércules, considerado un semidios, lo sometió a lo que ella llamó “los 12 trabajos”, persiguiéndolo hasta el último de los días de su vida.

En descargo de Hera hay que decir que sus celos estaban justificados. Aquellos dioses masculinos de la mitología griega se las traían. Hallaban gozo en sumirse en todas las variantes del sexo, reduciendo la razón a una mínima lucecita, inmersos en las zonas del cuerpo. El dios mitológico busca a la hembra para dominarla como un terreno conquistado. Aparece en las leyendas no como ejemplo de amor, sino como ser absorbente, dictatorial y destructivo. Amarra a la mujer con las cadenas de sus propias leyes. En un sentido, fueron precursores milenarios de éste hombre del siglo XXI tildado, sin razón o con ella, como machista dominante, siempre en busca de caminos que le lleven a la conquista de la mujer, para luego humillarla y abandonarla.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque - Hera