Platón: amor y erotismo

27 DE JUNIO DE 2024 · 12:59

Platon / Carlos Blanco (Flickr - CC BY-NC-SA 2.0),Platón
Platon / Carlos Blanco (Flickr - CC BY-NC-SA 2.0)

Exceptuando EL CANTAR DE LOS CANTARES, compuesto por Salomón unos 500 años antes que EL BANQUETE, nadie había escrito sobre el amor y el Eros con tanta profundidad como lo hizo Platón unos 400 años antes de Cristo. A la teoría del amor Platón dedica dos de los diálogos artísticamente más perfectos, EL BANQUETE y FEDRO. EL BANQUETE considera el objeto del amor en su relación con el Eros, la belleza y sus grados jerárquicos. FEDRO concibe el amor como aspiración hacia el bien. Cuando el amor es sentido y expresado en su verdadera naturaleza, se convierte en guía del alma.

Al revés de lo que generalmente se cree, el amor platónico no es un amor simplemente idealizado, contemplativo, como el de Don Quijote hacia Dulcinea. En absoluto. Platón no admite el amor sin el Eros, sin el abrazo del cuerpo.

Según ha quedado en la Historia, Platón, descendiente de familia noble, nació en Atenas hacia el año 428 o 427 antes de Cristo y murió en la misma ciudad cumplidos ochenta años. Su verdadero nombre era Aristóteles. Fue llamado Platón por su maestro de gimnasia a causa de sus anchas espaldas. Los biógrafos lo describen como bello y perfecto. Habiendo conocido a Sócrates quedó estrechamente vinculado a su persona y a sus ideas. Realizó varios viajes por ciudades griegas, por Italia meridional y Egipto. Hacia el año 388 fundó en Atenas una escuela de filosofía, la denominada Academia, por tener su sede en el jardín de Academo. Se dice que la muerte lo sorprendió plácidamente cuando asistía a un banquete nupcial. Parte de su obra, escrita en forma de diálogos, en los que Sócrates suele ser el personaje principal, es una exposición espiritualista del mundo y del ser humano. Su más importante aportación a la filosofía es la teoría de las ideas, de la que procede todo.

La tradición nos ha conservado de Platón una APOLOGÍA DE SÓCRATES, treinta y cuatro diálogos y trece cartas. Se consideran piezas claves en su extensa producción filosófica, política y literaria LA REPÚBLICA, donde aparece su famosa utopía política y FEDRO, perteneciente al tercer grupo de los diálogos platónicos, dividido en dos partes: la primera trata de la belleza y del amor; la segunda de la retórica y la dialéctica. Críticos literarios han señalado la falta de cohesión entre la primera y la segunda parte. Bella es la imagen de Sócrates paseando con Fedro a lo largo de las riberas del Iliso, en el lugar donde según la leyenda Bóreas raptó a la ninfa Oreitia. El anciano se une al joven en un diálogo sobre la belleza y el amor.

A ruegos de Fedro, Sócrates improvisa un discurso sobre el amor. Hay dos formas de deseo, dice. La que tiende confusamente al placer y la que tiende intelectualmente al bien. El amor apasionado se aproxima a la primera, es deseo irresistible. En opinión de Sócrates, las actividades superiores del hombre participan todas de un delirio amoroso que indica su origen divino.

EL BANQUETE es el libro más conocido y más citado de todos los que escribió Platón. Está conceptuado como el más firme y el más antiguo exponente del Eros.

 

El Banquete de Platón / Pietro Testa (Wikimedia Commons)

EL BANQUETE se inicia relatando Apodoro lo que le contó Aristodemo sobre el festival que presenció en casa de Agatón. Inmediatamente se menciona la llegada de Sócrates a la casa del festín. Allí, en casa del poeta dramático Agatón, transcurren siete diálogos, que forman la estructura literaria de EL BANQUETE. Por turnos hablan Fedro, Pausanías, Erixímaco, Aristófenes, Agatón, Sócrates y Alcibíades.

Cada invitado pronuncia un elogio al amor, a la belleza, a la bondad, a los cuerpos hermosos, a Eros. Es Sócrates quien concluye los diálogos y corona la teoría del amor ideal. El perfecto amante es el verdadero filósofo poseído por Eros. En este libro, a la vez que expone una doctrina profunda, Platón traza vivos retratos de los interlocutores, en especial de su amado Sócrates.

Según Platón, “hay en griego clásico varias palabras que designan aspectos del amor. Desde un comienzo, Eros expresa el deseo, y muy en especial, el deseo amoroso, la pasión, el anhelo y ansia de alcanzar aquello que se ama”. Páginas más adelante, EL BANQUETE insiste en el proceso amoroso: “en resumen, el amor consiste en el deseo de poseer el bien para siempre”, no importa qué ni cuantos sacrificios exija: “dar la vida por otro únicamente los enamorados están dispuestos, no sólo los hombres, sino también las mujeres”.

Por boca de Aristófenes, Platón afirma que pocos hombres y pocas mujeres adivinan las condiciones del corazón y la fuerza del amor. No hay obra perfecta en el mundo que no salga del amor. Dice en EL BANQUETE: “me parece que los hombres no se dan cuenta en absoluto del poder del amor, ya que, si se hubieran dado cuenta, le habrían construido los más grandes santuarios y altares, y le harían los sacrificios más grandes, no como ahora, que no sucede nada de esto acerca de él, cuando debía suceder por encima de todo”.  

Si esta desvalorización del amor ya ocurría hace más de 2.500 años, ¿qué diría Platón hoy cuando una monumental Enciclopedia como la Espasa Calpe, edición de 1906, en 103 tomos sólo concede seis páginas a la palabra amor? Nos estamos tecnificando, atomizando, industrializando, pero nos estamos desenamorando a pasos agigantados.

Tras afirmar que del poder del amor han hablado mucho los poetas, Platón reviste el substantivo con unos versos de Sófocles, poeta trágico griego del siglo V antes de Cristo, tomados de su obra ANTÍGONA:

Amor, invencible en la batalla.
Amor, que sobre las fieras te precipitas,
que en las tiernas mejillas de las doncellas
pernoctas, y vas y vienes por las ondas del mar
y las agrestes guaridas de las fieras;
nadie de ti puede escapar, ni entre los inmortales,
ni entre los humanos, criaturas efímeras.
Quien te posee, enloquecido queda.
El corazón de los justos tú lo desvías
a la injusticia para su propia ruina.
Tú eres también quien suscitó
esta disputa entre hombres de la misma sangre.
Vence –a la vista está- el deseo producido
por los ojos de una novia buena para el lecho;
ese deseo cuyo sitial está entre los amos supremos
junto a sus leyes augustas, porque es
en su juego invencible la diosa Afrodita.

Si en EL BANQUETE Platón considera que es justo elevar himnos al amor, pues lleva la felicidad a los mortales, el libro también desarrolla la concepción de Platón acerca del Eros. En el libro (en francés) LA FIGURE D´EROS DANS LA POÉSIE GRECQUE, Lasserre explica lo que Platón y sus contemporáneos entendían por Eros: “el Eros es la pasión, el deseo ardiente, el sentimiento y el impulso despertado por el objeto del amor, que incluye lo sexual, pero que invade todo el cuerpo del amante. Es dolor de ausencia y herida espiritual, pero repercute en todo el cuerpo”.

A estas razones del francés añade el español Carlos García, introductor de la versión de EL BANQUETE publicado por Alianza Editorial en 1989, que “la teoría platónica del amor se expresa a través del mito de Eros”.

 

Eros / lizsmith (Flickr -CC BY-NC-ND 2.0)

En efecto: a lo largo de los discursos que forman la obra cumbre de Platón, se nos ofrece una amplia panorámica del amor en su relación con Eros. “La naturaleza de los cuerpos posee un doble Eros –dice en su discurso Erixímaco-; uno será el amor que radique en lo sano y otro que radique en lo enfermo… Es hermoso conceder favores a los hombres buenos y vergonzoso concederlos a los intemperantes”.

Las teogonías más antiguas consideran a Eros un dios creador, nacido del caos primitivo. Es, ante todo, dios de la pasión, y en este aspecto ha inspirado a poetas y artistas de todos los tiempos. Se le considera unánimemente como hijo de Hermes y Afrodita. En EL BANQUETE, Platón utiliza el diálogo entre Sócrates y Fedro para enaltecer la figura de Eros por encima de otros dioses: “yo afirmo, pues, que de todos los dioses, que son felices, Eros, si es lícito decirlo sin atraerse el castigo divino, es el más feliz de ellos, porque es el más bello y el mejor. Y es el más bello por poseer las siguientes cualidades. En primer lugar, es el más joven de los dioses, Fedro. Y una clara prueba de lo que digo la proporciona él mismo, al huir en fuga de la vejez, que es evidentemente rápida o, al menos, avanza contra nosotros con mayor rapidez de lo que debiera. A ésta, en efecto, Eros la odia por naturaleza y no se acerca a ella ni a mucha distancia. Con los jóvenes, en cambio, siempre tiene trato y está, pues tiene razón el viejo dicho de que lo semejante se acerca siempre a lo semejante. Eros es rey de los dioses. Es, pues, joven, y, además de joven, delicado. Y requiere de un poeta cual fue Homero para describir su delicadeza de dios”.

Platón ve en el amor una fuerza cósmica que determina la vida del ser humano aún en contra de su voluntad. Y puesto que el amor permanece ligado a la unión de dos, el Eros, es decir, la atracción carnal, inevitable, lo sublimiza.

Sublime él, el más grande filósofo de todos los tiempos, Platón de Atenas.

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