Tiempo para todo (V)

Quienes sigan estos artículos en Protestante Digital sabrán que llevo varias semanas escribiendo sobre el tiempo físico. Baso mis reflexiones en el texto de Eclesiastés 3:1-8, donde Salomón nos dice que hay tiempo para todo en la tierra."/>

Esparcir y juntar piedras

Tiempo para todo (V)

Quienes sigan estos artículos en Protestante Digital sabrán que llevo varias semanas escribiendo sobre el tiempo físico. Baso mis reflexiones en el texto de Eclesiastés 3:1-8, donde Salomón nos dice que hay tiempo para todo en la tierra.

21 DE FEBRERO DE 2008 · 23:00

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ESPARCIR Y JUNTAR PIEDRAS “Tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras(vs. 5). Este versículo contiene la expresión más oscura de todo el texto. Generalmente se interpreta como la acción de un enemigo que esparce piedras por el campo para hacerlo estéril, y la reacción del dueño del campo que las recoge para que el cultivo no se dañe. La Biblia, que no ignora tema alguno, trata también de las piedras. Uno de los pasajes más conocidos sobre las piedras, el que más suele citarse incluso por quienes no siguen la Biblia, es el de Juan 8:1-11. “Y Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Notemos algunos puntos. Los escribas y fariseos eran maestros y sacerdotes de la religión hebrea, muy apegados a la Ley. La Ley no mandaba apedrear a las mujeres adúlteras, sino a la mujer que contraía matrimonio engañando a su esposo haciéndole creer que era virgen: “Cuando alguno tomare mujer, y después de haberse llegado a ella la aborreciere, y le atribuyere faltas que den que hablar, y dijere: A esta mujer tomé, y me llegué a ella, y no la hallé virgen;…entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti” (Deuteronomio 22:13,14 y 21). Probablemente en tiempos de Cristo apedreaban también a las adúlteras. Aquellos escribas y fariseos iban preparados con piedras en las manos dispuestos a lanzarlas contra la mujer. Jesucristo no acepta la acusación de adulterio. Pero lo más importante de esta historia es que Jesús no hace diferencia entre un pecado y otro: “El que de vosotros esté sin pecado”. En una preciosa novela religiosa titulada El pecador, el pastor metodista francés Juan Bautista Loisel cuenta la historia de un joven que era líder en su iglesia, muy consagrado, muy espiritual. Sus padres murieron en un accidente de coche. A raíz de aquello el joven se dedicó a beber, luego cayó en el mundo de las drogas. Arrepentido, volvió a la Iglesia. Pero los miembros le hicieron el vacío. Lo criticaban por haberse apartado de Dios y por haberse ido al mundo. Sin padres, despreciado por sus hermanos en la Iglesia, un día su cuerpo apareció flotando en las aguas de un río. Se había suicidado. No tires piedras contra tu hermano o hermana. Si ellos son pecadores, tú también. Antes de morir, Moisés pide al pueblo hebreo que cuando pasen el Jordán levanten un altar de piedras: “Cuando, pues, hayas pasado el Jordán, levantarás estas piedras que yo os mando hoy, en el monte Ebal, y las revocarás con cal; y edificarás allí un altar a Jehová tu Dios, altar de piedras; no alzarás sobre ellas instrumento de hierro. De piedras enteras edificarás el altar de Jehová tu Dios, y ofrecerás el holocausto a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 27:4-6). Dice Salomón que hay tiempo de esparcir piedras y de juntar piedras. No esparzas las piedras. No las arrojes contra tus hermanos. Haz con ellas un altar donde puedas tributar culto a Dios con tu corazón limpio.
Artículos anteriores de esta serie:
1Un tiempo para todo
2Entre plantar y matar
3Tras las huellas de Salomón: llorar y reir
4Endechar y bailar

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