El bautismo y las tentaciones de Jesús

Este Hijo amado cumplirá con la misión mesiánica del siervo profetizado por Isaías.

11 DE ABRIL DE 2021 · 09:00

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Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia. Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían” (Mr. 1:9-13)

El evangelio de Marcos proclama una buena noticia: Jesús es el Hijo de Dios. Por eso, si el anuncio de este mensaje abre una nueva era, el bautismo de Jesús se propone como el acto inaugural. En el entorno de este episodio hay algunos indicios que así lo dan a entender:

“… Vio abrirse los cielos” (vs. 10).

Esta apertura señala el inminente inicio de unas nuevas relaciones entre Dios y los hombres. Tras un largo silencio marcado por el “cierre” de los cielos, Dios finalmente se revela. La apertura de los cielos apunta a una nueva época de gracia1. Esta escena es contemplada, por así decirlo, con los ojos de Jesús, o sea, se presenta como una experiencia personal para él. De algún modo, el compromiso de Jesús “rasga el cielo”, rompe la frontera entre Dios y los hombres. Con esta imagen, Marcos pone en valor la entrega desinteresada del Señor, porque “rasgarse” indica irreversibilidad; lo rasgado aparece irrevocablemente abierto2. Se anuncia con esto que, a partir de Jesús, Dios va a comunicarse de una manera nueva, directa y continua que lo hará cognoscible y accesible a toda la humanidad.

Vio al Espíritu como paloma que descendía sobre él” (vs. 10).

Aquel que se entrega sin reservas por amor a la humanidad es la morada natural del Espíritu de Dios. Una antigua exégesis rabínica comparaba el texto de Génesis 1:2 - “Espíritu de Dios que se movía sobre la faz de las aguas” con el revolotear de una paloma sobre su nidada. Esta interpretación era ya común en la época de los evangelistas. Conforme a ella, el que baja sobre Jesús es el Espíritu Creador, que muestra en su persona la plenitud humana. Esta descripción remite a varios textos proféticos que interpretan la misión para la que el Espíritu habilita al Mesías (Is. 11:1-4; 42:1-4)

El Espíritu da al Mesías recursos que le permitirán hacer justicia verdadera a los pobres y a los desamparados, condenando a los violentos y a los injustos. Se presenta al siervo de Dios, portador de su Espíritu, como el que anuncia y hace triunfar el derecho y la justicia, no sólo en Israel sino en la humanidad entera; pero no será una persona violenta que ejerza la fuerza y el poder, sino alguien respetuoso con la libertad y paciente para soportar lo vulnerable.

Is. 61:1 ss – “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…”.

La manifestación del Espíritu es la unción de Jesús hecha por Dios mismo, la investidura del Mesías (Ungido) que lo capacita para su misión3. Es así como lo acogió, comprendió y proclamó la iglesia primitiva:

Hch. 10:37-39 – “Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: como Dios ungió con Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos del diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén, a quien mataron colgándole en un madero”.

Se oyó una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia” (vs. 11).

Se trata de una declaración mesiánica y filial, en armonía con dos textos del Antiguo Testamento: Is. 42:1 y Sal. 2:7. La asociación del título “Amado” al término “Hijo” le da a esta palabra un sentido totalmente nuevo: Este Hijo amado cumplirá con la misión mesiánica del siervo profetizado por Isaías. No desde la gloria de un rey aclamado, sino a la manera del profeta-siervo que viene a establecer el reino de Dios en este mundo.

De ahora en adelante sabremos que Dios está en Jesús como Padre y no tendrá que intervenir de un modo externo a lo largo del relato, sólo escucharemos su voz reveladora en la transfiguración; en todos los momentos restantes aparece en “silencio” dejando que su Hijo, Jesús de Nazaret, lo dé a conocer en esta vida y en esta historia4. La conclusión definitiva que nos propone Marcos disponiendo así el relato del bautismo es que toda la vida de Jesús, no solamente éste o aquel momento, es revelación y manifestación del Dios eterno5.

En relación con las tentaciones, Marcos nos presenta un relato breve pero cargado de simbolismo:

Y luego, el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras y los ángeles le servían”.

Forma parte del proyecto divino que Jesús pase cuarenta días en el desierto. Además de un lugar geográfico, el desierto posee un valor figurado-teológico. En Marcos este lugar no posee una localización determinada; Jesús permanece en él un período largo, cuarenta días, en los cuales es tentado6. No describe en este tiempo actividad alguna, no ora, ni ayuna. Esta brevedad en el relato nos lleva a pensar que el autor silencia premeditadamente los motivos concretos de la tentación expuestos de manera convergente por Lucas 4 y Mateo 4.

En este primer acto del relato (1:1-13), el evangelista no ha querido bajar a los detalles de la trama. Ha partido de Juan Bautista como iniciador profético precursor del Mesías; ha presentado a Dios/Padre como aquel que nos ofrece a su propio Hijo convirtiéndolo en uno de nosotros; nos ha descrito al Espíritu viniendo sobre él desde su bautismo en adelante.

Pero, hay alguien más en toda esta “nómina” de protagonistas: Satanás. Marcos ha querido situar las acciones y los gestos de Satanás no agrupados y descritos en las tentaciones de Jesús en el desierto, sino apareciendo a lo largo de los textos en los que describe los encuentros de Jesús (1:27-34; 3:22-30; 5:1-20; 8:33; 9:14:29)7. Por eso, resulta improcedente, desde la percepción del evangelista, hablar en esta introducción de una lucha o combate especial entre Jesús y Satanás, porque los grandes encuentros se verán de maneras diversas a lo largo de todo el evangelio, hasta la victoria final con la muerte, resurrección y ascensión del Señor.


Notas

1 C. Duquoc. Cristología. Ensayo dogmático sobre Jesús de Nazaret. Sígueme. 1985. 48

2 J. Mateos/F. Camacho El evangelio de Marcos. Volumen I. El Almendro. 2003. 85

3 X. Pikaza. Pan, Casa, Palabra. La Iglesia en Marcos. Sígueme. 1998. 29

4 S. Carrillo. El Evangelio según Marcos. Verbo Divino. 2008. 46

5 J. Sobrino. La fe en Jesucristo: Ensayo desde las víctimas. Trotta. 173

6 J. Mateos/F. Camacho. El evangelio de Marcos… 28

7 X. Pikaza. Para vivir el evangelio. Lectura de Marcos. Verbo Divino. 2008. 28

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