Adán y nosotros

Doy gracias a Dios por el postrer Adán, el que no sucumbió ante las fascinaciones del tentador; este es el que por su perfecta obediencia ha devuelto la esperanza de salvación a millones de seres humanos.

11 DE SEPTIEMBRE DE 2022 · 22:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@sixstreetunder?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Craig Whitehead</a>, Unsplash.,
Imagen de Craig Whitehead, Unsplash.

Si yo hubiera sido Adán, habría celebrado la extraordinaria bendición de haber sido el primer hombre diseñado por Dios mismo y creo que me sentiría inmensamente privilegiado de haber podido inaugurar la era de la civilización humana. Hay muchas cuestiones que podríamos abordar acerca del primer Adán y su perfecta ingeniería genética con todo el potencial humano del que gozaba originalmente. Sin duda alguna de salida, podríamos considerar a Adán, el hombre perfecto.

Me puedo imaginar esa impresionante armonía de Adán con su Dios creador e inmediatamente viendo la necesidad más profunda de su alma, Dios le regaló la maravillosa compañía de Eva. Toda la creación estaba a su servicio, Adán era la cabeza federal de toda la humanidad y tenía ante él un proyecto reproductivo sensacional. También poseía facultades muy especiales, pero a pesar de estar tan bien dotado sucumbió ante las mentiras del tentador con demasiada facilidad.

Siempre me ha llamado mucho la atención que este buen Dios nuestro, que lo sabe todo y que conoce el fin desde el principio, es como si no supiera nada de lo que va a suceder en nuestras vidas, esta viene a ser una de las grandes paradojas del obrar de Dios. Esta es una de las muchas peculiaridades del Dios Soberano. Estamos hablando del maravilloso don del libre albedrío y esto es realmente asombroso; este es uno de los dones comunicables de la Divinidad hacía nosotros más impresionante que ningún otro don. 

Cuando Dios llama a Adán y Eva, después de la trágica caída de ese estado de gracia primigenia del que gozaban originalmente, Dios mismo los busca por el huerto como solía hacer frecuentemente con ellos y se da cuenta de que huyen de su presencia y los confronta por su furtiva desobediencia y ahí vemos una vez más el poder tan importante que tiene la advertencia. Al igual que en el Edén, Dios también ha puesto un árbol de la ciencia del bien y del mal en nuestra propia vida y este es la conciencia que nos amonesta ante todo lo potencialmente malo. 

Qué lamentable fue haber perdido la dicha de poder gozar continuamente del paraíso terrenal en su versión original. Por supuesto que no quiero pasar por alto el autoengaño de pensar que posiblemente muchos de nosotros lo hubiéramos hecho mejor que Adán, yo estoy seguro de que no hubiera sido así, porque ha quedado demostrado a través del tiempo, que todos estamos hechos de la misma pasta y que tenemos todo en común con Adán excepto el privilegio de haber podido vivir en estado puro desde su génesis. Con razón diría Dios por boca del profeta Isaías “que cada uno de nosotros nos apartamos de Él por nuestro propio camino...” por lo cual, nos queda muy claro que todos somos moralmente responsables de nuestros actos y decisiones. 

Pero doy gracias a Dios por el postrer Adán, el que no sucumbió ante las fascinaciones del  tentador; este es el que por su perfecta obediencia ha devuelto la esperanza de salvación a millones de seres humanos, que ya no tienen como destino fatal la condenación eterna. Jesucristo es el Hombre Perfecto, Él ha sido el artífice de nuestra salvación y muchos celebramos con gran gozo que nos ha devuelto al Paraíso perdido en su versión mejorada... (Apocalipsis 21)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - Adán y nosotros