Pasión y despasión
Hay que repotenciar la Pasión para que no se pudran las sonrisas: hay que ofrecer más abrazos gratis, porque nada cuestan y más bien logran quebrar espadas rebeldes;
16 DE FEBRERO DE 2015 · 20:26

Como de granito suele ser el corazón de aquellos que enarbolan su indolencia hasta extremos de pretender que todos los demás mortales queden enseñoreados bajo su impronta, como embalsamados en vida, implantados ya de esa cancerosa pasividad que nunca ayuda al otro, ni siquiera a vendarle las heridas del alma.
Así es la veleta de la despasión, cual faro que no guía o estratósfera en medio del serrín de los mingitorios: al menor escalofrío los apáticos claman contra el fervor de los apasionados, cuestionan sus intenciones, razonan sobre el por qué de esas querencias tan evidentes hacia el prójimo.
Quienes profesan la despasión buscan cualquier excusa para arremeter contra los que ensanchan la ternura con la unánime germinación del Amor. Para tales menesteres sí que son arrebatadoramente activos: inyectan su chancro pululante, murmuran buscando restar la credibilidad de aquel que ofrece el maná que no pueden picotear los buitres.
En todo tiempo se exhalan tufaradas de ignominia. En todo tiempo se percibe el aire negro de densas fumarolas activadas para pulverizar el entusiasmo. También en todo tiempo existen yunques miserablemente fundidos para que no arrojen ni siquiera una chispa de calor y que el frío no duela al que está en sus proximidades.
Pero la despasión de los tibios flamea a diario con el fin de ajusticiar a las larguezas puras, a las ofrendas sin resarcimiento, a las intenciones profundas que nunca ingresan allí donde sólo se ven fachadas suntuarias o desfachateces enjalbegadas de presuntas sacralidades.
Hay que repotenciar la Pasión para que no se pudran las sonrisas: hay que ofrecer más abrazos gratis, porque nada cuestan y más bien logran quebrar espadas rebeldes; hay que quemar el falso orgullo, el desdén, la vida que cojea cuando se le ha sustraído su inocencia.
Entretanto debe ponerse la despasión al descubierto; debe decirse a sus adalides que no estamos condenados a circundar por sus sendas de resecos tallos; la Vida no nos enmudece, el Cristo valsa dentro de nosotros, los huracanes se vuelven chubascos, los apáticos modositos repliegan su telaraña y la mudan hacia otra parte…
La pasión es un frutero ardiente que alimenta para que no se apague la Fe: la pasión sustenta el futuro ya vivido; la Pasión sólo entristece a los indolentes; la Pasión es como visitar a una estrella y quedarte allí a perpetuidad, considerado como huésped de honor; la Pasión te enreda con lo Amado, cuerpo y Espíritu; la Pasión fulmina desenmascara a aquellos exhiben la flama de su flema: burda e infame inanición bajo el simulacro de prudencias y corduras, espuma sobre la que habían edificado su entelequia.
La despasión no entiende de epifanías: aprieta su puño y las lanza contra su corazón de piedra.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El sol de los ciegos - Pasión y despasión