El descanso y el líder cristiano: una decisión contracultural
El deseo de ser excelentes, de no defraudar, puede fácilmente degenerar en una autoexigencia tóxica. Reflexionamos sobre cómo el descanso no es un lujo, sino una necesidad espiritual, emocional y empresarial.

Descansar, en el ámbito empresarial, suele estar mal visto. Pero para el líder cristiano, puede ser una de las formas más profundas de confiar en Dios.
En muchos entornos empresariales, el líder que desconecta es visto como poco comprometido. El empresario que se toma una tarde libre puede ser criticado por “no poner todo su interés” en su negocio. El autónomo que pone límites a su agenda parece no estar luchando lo suficiente por crecer con su proyecto. En el mundo en el que vivimos, parece que la fatiga es algo normal y el agotamiento acaba siendo interpretado como “el precio del éxito”.
Y también muchos de nosotros, cristianos comprometidos, hemos asumido esta cultura sin apenas darnos cuenta. El deseo de ser excelentes, de no defraudar, de satisfacer todas las expectativas, puede fácilmente degenerar en una autoexigencia tóxica, que nos roba la paz, debilita nuestras relaciones y poco a poco va secando nuestra vida espiritual.
Llevo un tiempo acompañando a una líder cristiana muy comprometida, brillante, entregada… aunque absolutamente agotada. Hace unos días me confesó entre lágrimas que no sabía cómo parar, cómo descansar sin sentirse culpable. “Si yo no lo hago, ¿quién lo hará?”
No es una historia aislada. Es la historia de muchos. Quizás también la tuya.
En este editorial quiero invitarte a reflexionar sobre el descanso. Porque lejos de ser un lujo o una opción, el descanso es una necesidad espiritual, emocional y empresarial. Pero no cualquier descanso. Sino el que está ligado a la confianza en Dios. El que surge cuando decidimos creer que no todo depende de nosotros. El que refleja que nuestra empresa, nuestro proyecto, nuestro equipo, nuestro futuro… no son nuestros, sino suyos.
Descansar, hoy más que nunca, es un acto de fe radical.
El descanso como diseño divino
Desde el libro de Génesis, el descanso no aparece como un signo de debilidad, sino como un acto divino. Después de seis días de trabajo, Dios descansó. Y honestamente, no creo que Dios se canse, por tanto, no lo haría porque estuviera cansado, sino porque estaba marcando un modelo, un ejemplo, un diseño para nuestras vidas.
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.”
(Génesis 2:2)
Ese modelo no quedó solo en la creación. Más adelante, cuando Dios da la Ley a su pueblo, el descanso no aparece como una sugerencia, sino como uno de los diez mandamientos:
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo.”
(Éxodo 20:8)
No es un consejo saludable, es un mandamiento, es decir, algo "no negociable".
Y en Deuteronomio, ese mismo mandamiento se amplía con un recordatorio:
“Acuérdate que fuiste esclavo en Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allí…”
(Deuteronomio 5:15)
Descansar es recordar que ya no somos esclavos. Ni de un sistema, ni de un cliente, ni de un proyecto. Nuestro valor no depende de cuánto producimos. Si tenemos nuestra identidad puesta en Cristo, somos libres en Él, y por eso también somos libres para parar y descansar.
En el Nuevo Testamento, Jesús vuelve a hablar de este principio al decir:
“El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.”
(Marcos 2:27)
El descanso, entonces, es un regalo que Dios nos da, y está diseñado para nuestro bien. Nos recuerda quién es Él (el Proveedor, el Sostenedor, el Todopoderoso) y quiénes somos nosotros (criaturas limitadas, amadas, dependientes de Él).
Descansar no es perder tiempo. Es confiar. Es dejar de afanarnos por hacer, para recordar que Él sigue obrando.
El propósito del descanso
En el mundo empresarial de hoy, altamente competitivo, el descanso no solo está mal visto: muchas veces está mal gestionado. Y cuando hablamos de descanso en el contexto de la fe, no se trata únicamente de parar unas horas al día, sino de aprender a vivir con otro ritmo. Un ritmo que reconoce que es Dios quien está en el centro, y no nosotros.
Descansar no es simplemente tumbarse en un sofá ni irse de vacaciones una vez al año. Es una forma de vivir. Es aprender a marcar límites sanos. Saber hasta dónde llega mi responsabilidad, y a partir de dónde necesito confiar en Dios. Es, por ejemplo, apagar el móvil fuera del horario laboral sin sentir que estoy fallando a nadie. Es dejar el correo sin responder hasta el lunes sin pensar que perderé una oportunidad. Es respetar los fines de semana como un espacio sagrado, no como una prórroga para terminar lo que no llegué a hacer entre semana.
Pero el descanso no es solo algo que yo practico como líder cristiano; también es algo que cultivo a mi alrededor.
Una empresa que sirve al Reino de Dios cuida de las personas, y eso incluye proteger su descanso. No deberíamos sentirnos culpables por disfrutar de nuestras vacaciones. Como líderes cristianos, tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de crear entornos donde descansar sea natural, donde desconectar no se interprete como desinterés, donde las personas no tengan que ganarse su valor por llegar al agotamiento.
También supone revisar nuestra relación con Dios. Porque hay cansancios que no se curan durmiendo más, sino deteniéndonos a escuchar su voz. A veces el cuerpo está fuerte pero el alma está débil. Y eso no se resuelve con productividad, sino con propósito. Por eso, ese descanso verdadero implica buscar un tiempo para la oración, el silencio, volver a la Palabra, reordenar prioridades, y preguntarnos por qué estamos haciendo lo que hacemos.
Una empresa que abraza este tipo de descanso no es menos eficiente. Es más saludable, más humana y, sobre todo, más coherente con lo que agrada a Dios.
Aprendiendo a descansar en Dios
Lo cierto es que muchos de nosotros aún estamos aprendiendo a descansar. Hay días en los que confiamos, y otros en los que volvemos a caer en la trampa de querer controlarlo todo. A veces nos rendimos al cansancio como si fuera algo inevitable, y otras, descubrimos con asombro que Dios siempre está al control, obrando de manera asombrosa, incluso cuando nosotros paramos.
Aunque no siempre es fácil, se trata de caminar en esa dirección. De dejarnos recordar una y otra vez que somos hijos de Dios, no máquinas. Y que, incluso cuando no sabemos bien qué pasará cuando decidimos descansar, Dios sigue siendo fiel.
Lo hermoso es que no tenemos que hacerlo solos. Él mismo nos invita:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28 – RVR1960)
Quizás el descanso que tanto buscamos no empieza cuando cesa la actividad, sino cuando nos acercamos a Él.
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