Carlos Murciano (siglo XX)
"Dios está aquí, sobre esta mesa mía, tan revuelta de sueños y papeles", escribía Murciano.
16 DE DICIEMBRE DE 2022 · 10:00
Carlos y Antonio Murciano son dos hermanos poetas.
Carlos es dos años mayor que Antonio. Nació en el bello pueblo de Arcos de la Frontera (Cádiz), el 21 de noviembre 1931.
Después de graduarse como Intendente mercantil inicia sus actividades literarias, destacando como poeta con su libro El alma repartida, con el que gana un accésit al Premio Adonais de poesía 1954. Desde entonces publica unos 80 libros, además de cuatro en colaboración con su hermano Antonio. Entre sus incontables galardones figuran estos: Premio Nacional de Poesía 1970, por Este claro silencio; Premio Nacional de literatura infantil y juvenil de 1982, por El mar sigue esperando; el Premio Ciudad de Barcelona, por Un día más o menos; el Premio Francisco de Quevedo, por Del tiempo y soledad; Premio San Juan de la Cruz, por Diminuto jardín como una araña; el Premio Mossen Alcover de 1964; el Premio Ausias March de 1965; Premio Boscán, por Libro de epitafios; y el Premio Internacional Atántida del año 2000, por el conjunto de su obra.
Carlos Murciano fue el productor, en el año 1969 del disco LP Diez poetas españoles dicen su poesía deportiva, en la Compañía Discográfica RCA. El disco lleva palabras introductorias del campeón de tenis Manuel Santana. Los diez poetas españoles que, en propia voz, dicen su poesía deportiva son José Vicente Foix, Gerardo Diego, Manuel Baltrán i Oriola, Federico Muelas, José García Nieto, Leopoldo de Luis, Juan Antonio Villacañas, Manuel Alcántara, el propio Carlos Murciano y Ángel García López.
Carlos Murciano fundó la revista política Alcaraván y tradujo a varios poetas ingleses y norteamericanos. El año 2015 le fue concedido el Premio Nacional de Bibliografía por el conjunto de su obra.
Dios encontrado
Dios está aquí, sobre esta mesa mía
tan revuelta de sueños y papeles;
en esta vieja, azul fotografía
de Grindelwald cuajada de claveles.
Dios está aquí. O allí: sobre la alfombra,
en el hueco sencillo de la almohada;
y lo grande es que apenas si me asombra
mirarlo compartir mi madrugada.
Doy a la luz y Dios se enciende; toco
la silla y toco a Dios; mi diccionario
se abre de golpe en "Dios"; si callo un poco
oigo jugar a Dios en el armario.
Abro la puerta y entra Dios -¡si estaba
ya dentro...!-; cierro, y sale, mas se queda;
voy a lavar mi cara y Dios se lava
también y el agua vuélvese de seda.
Dios está aquí: lo palpo en mi bolsillo,
lo siento en mi reloj y, aunque me empeño,
ni me sorprendo ni me maravillo
de verlo tan enorme y tan pequeño.
Me lo dobla el cristal, me lo devuelve
hecho yo mismo -Dios, perdón- su frío
y no acierto a explicarme por qué envuelve
su cuerpo en este pobre traje mío.
Hoy he encontrado a Dios en esta estancia
alta y antigua en donde vivo. Hacía
por salvar, escribiendo, la distancia
y se me desbordó en lo que escribía.
Y aquí sigue: tan cerca que me quemo,
que me mojo las manos con su espuma;
tan cerca, que termino, porque temo
estarle haciendo daño con la pluma.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Dios en la poesía religiosa española - Carlos Murciano (siglo XX)