Sagrario Torres (siglo XX)

“¿Por qué te veo, Señor? ¿Por qué casi me tocas y mi mano contiene tu caricia?”, escribía Torres en un poema.

28 DE OCTUBRE DE 2022 · 09:00

Sagrario Torres.,
Sagrario Torres.

Sagrario Torres nació en Valdepeñas, provincia de Ciudad Real, en marzo 1922. De muy niña quedó huérfana de padre. La madre decidió trasladarse a Madrid con ella y su otro hijo. A los cinco años ingresó en un internado municipal para niños huérfanos en Alcalá de Henares. En el Instituto de la misma ciudad hizo el bachillerato. No se le conocen estudios universitarios.

Junto a su hermano leía mucho, sobre todo libros de poesía. Muy pronto comenzó a escribir poesía y prosa. A los 18 años decidió enviar artículos a periódicos y revistas de la capital. En Madrid frecuentó círculos poéticos y entabló amistad con poetas del momento. Coincide con algunos grandes, como Luis Felipe, Leopoldo Panero, Luis Rosales y otros, quienes la animan en su quehacer poético.

A su primer libro, Catorce bocas me alimentan, le siguieron otros que fueron éxitos de público, siendo especialmente alabado el de 1986, Íntima a Quijote. Publicó seis libros de poesía.

El año 2005 el Gobierno de Castilla-La Mancha le concedió la Placa del Mérito Regional. El Ayuntamiento de Valdepeñas la nombró hija predilecta de la ciudad en 1985 y erigió un monumento a su nombre.

La poetisa manchega falleció el 5 de marzo 2006, a punto de cumplir los 82 años.

Carta a Dios

En las noches· que no puedo dormir

tú pisas las baldosas,

las bordeas

hasta alcanzar mi cabecera;

cuando sabes

que está vivo el aliento

de mi boca febril.

Y si en la mano

brinca el lapicero,

tú miras por encima de mi hombro

para ver lo que escribo

y lo que nombro.

Tú estás alerta entre mi sueño.

Tú me robas,

extingues, aminoras

con empeño

mi llamada, mi pálpito;

me robas

el nombre de otro dueño.

 

¿Por qué te veo, Señor?

¿Por qué casi me tocas

y mi mano

contiene tu caricia?

¿Por qué esta lucha contra ti

si eres mi olfato

mi visión y mi tacto,

tú los rumores

que mi oído escucha?

 

¿Por qué nunca me dejas

y tus ojos, Señor,

¡siempre tus ojos!

me miran

sin reproche y sin queja?

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