Vicente Aleixandre (Siglos XIX y XX)
Dámaso Alonso dice que “la obra de Vicente Aleixandre es ya una diáfana verdad eterna de la poesía española. Su único tema grande es el Universo, la Creación”.
29 DE JULIO DE 2022 · 10:00

Aquí tenemos otro miembro de la generación literaria de 1927.
Vicente Aleixandre nació en Sevilla en 1898. Pasó su infancia en Málaga, donde estudió el bachillerato. En la Universidad de Madrid hizo la carrera de Derecho y en la Escuela de Comercio de la misma capital se graduó como Intendente Mercantil. De salud delicada, estuvo dos años postrado por una grave enfermedad desde 1925 a 1927. Pasa ese tiempo escribiendo su poesía.
Recuperado, visitó Suiza, Francia e Inglaterra buscando siempre a los mejores poetas nacionales con quienes departir sobre poesía. En 1933 le fue concedido el Premio Nacional de Literatura “como afirmación y confirmación del alto valor lírico” del poeta andaluz. En 1949 fue elegido miembro de la Real Academia Española, donde permaneció hasta su muerte, y en 1977 alcanzó la gloria literaria al ser galardonado con el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra poética.
En el libro Poetas Españoles Contemporáneos, Dámaso Alonso dice que “la obra de Vicente Aleixandre es ya una diáfana verdad eterna de la poesía española. Su único tema grande es el Universo, la Creación”. Murió en Madrid el año 1984.
Al cielo
El puro azul ennoblece
mi corazón. Sólo tú, ámbito altísimo
inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas
al agitado corazón con que estos años vivo.
Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía
y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel
y, roja de oscura hermosura, asalta el muro
débil del pecho, pidiendo tu vista,
cielo feliz que en la mañana rutilas,
que asciendes entero y majestuoso presides
mi frente clara, donde mis ojos te besan.
Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!,
cielo intocable que siempre me pides, sin cansancio, mis besos,
como de cada mortal, virginal, solicitas.
Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre.
Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz,
recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza,
una larga espada tendida como sangre recorre
mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado,
das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo.
Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida.
Hazte blando a mi frente como una mano tangible
y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz
que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera.
Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno,
mis labios sumidos en tu celeste luz apurada
sientan tu roce meridiano, y mis ojos
ebrios de tu estelar pensamiento te amen,
mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros,
mis oídos escuchan al único amor que no muere.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Dios en la poesía religiosa española - Vicente Aleixandre (Siglos XIX y XX)