Dámaso Alonso (siglos XIX y XX)
Ha sido uno de los valores más destacados de las letras españolas y su prestigio como filólogo tuvo reconocimiento internacional.
01 DE JULIO DE 2022 · 09:57

La biografía de Dámaso Alonso es amplia y profunda. El poeta nació en Madrid el año 1898. Perteneció a la generación literaria de 1927. Alcanzó los títulos de licenciado en Derecho y doctor en Filosofía y Letras. En el Centro de Estudios Históricos fue discípulo del filólogo Menéndez y Pelayo. Fue catedrático de Literatura en la Universidad de Valencia y catedrático de Filología Románica en la Universidad de Madrid. Impartió cursos de Literatura en Universidades de Inglaterra, California, Nueva York, Alemania, Francia, Bélgica y Portugal. En 1959 ingresó como miembro honorario del Instituto de Lengua Gallega y doctor Honoris Causa por Universidades de Lima, Burdeos, Roma, Hamburgo, Oxford, Friburgo, Costa Rica, Massachusetts, Lisboa, Granada y Oviedo.
Dámaso Alonso ha sido uno de los valores más destacados de las letras españolas y su prestigio como filólogo tuvo reconocimiento internacional. El escritor José Martínez observa que su poesía “posee una enorme fuerza expresiva y acusa la influencia de Unamuno”. En 1978 España le otorgó el premio Miguel de Cervantes. Murió en Madrid, donde había nacido, en 1990. De sus libros de poesía destaca Hombre y Dios, de 1955. De este libro ofrecemos el largo poema Creación tiene un polo: hombre se llama.
Creación tiene un polo: hombre se llama.
Allí donde hay un hombre se anuda el Universo.
Oh tiranía, oh fuerza del hombre aun a Dios mismo.
En mi cerebro bulle, enorme, misteriosa
(última idea, en último rincón, de última causa)
esta palabra: "Dios".
Todo, todo, sí, aun Dios, el Dios inmenso,
va a centrarse en mi mente.
II
Sagrario de mi mente, con la idea de Dios,
rodeada de un silencio
que ni aun ángeles turban,
ni siquiera una tenue oscilación de llama
votiva.
Oh mi idea
de Dios, inmensa soledad,
a solas con mi Dios, allá en las galerías,
en los oscuros arcos
del cerebro.
III
Tirana mente mía,
mente creada,
único continente capaz de lo increado,
templo de Dios.
Tal si yo encierro,
a través de una lente,
en pequeñita caja,
todo el fuego del astro de la vida,
allí se reconcentra, diminuto,
tanto que la materia
arde.
Sí, mi intuición de Dios
es muy pequeña
mas
cuando yo pienso "Dios",
allí, en pequeño foco,
representado está mi Dios inmenso,
y me escuece,
y me abrasa.
La carne se me abrasa
y el alma casi vuela, como un humo
azul hacia el azul.
IV
Oh tiranía.
Oh centro de mi mente.
Oh prisionera imagen de mi Dios...
Aniquiladme, borrad mi inteligencia:
donde "Dios" refulgía sólo habrá un gran vacío.
Para su plenitud Dios necesita al hombre.
En su divina mente le concibió por eso,
para eso.
Así la luz camina velocísima
buscando dónde reflejarse,
así el inacabable lago gris
añora una ribera.
V
Dios es inmenso lago sin orilla,
salvo en un punto tierno,
minúsculo, asustado,
donde se ha complacido limitándose:
yo.
Yo, límite de Dios, voluntad libre
por su divina voluntad.
Yo, ribera de Dios, junto a sus olas grandes.
VI
No, Dios mío, tú, todo: la ola y la ribera.
Yo, sólo, el junco verde que los vientos agitan
en tus orillas grises.
Yo, afirmación delgada
—ah, pero concretísima—, terca en su verde: verde
sobre el gris infinito.
Yo, el Hombre: yo, tu Hombre,
oh tú, mi Dios, mi Dios.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Dios en la poesía religiosa española - Dámaso Alonso (siglos XIX y XX)