El Filioque y la unidad cristiana
La valoración del papel activo del Hijo en la procesión del Espíritu desde el Padre ayuda a salir del callejón sin salida de pensar la procesión como “causada” por el Padre y el Hijo, con el riesgo de tener dos fuentes de divinidad y no una.
19 DE MAYO DE 2024 · 11:00

Sobre un reciente simposio en el que se abordó la vieja polémica con la esperanza de abrir nuevos caminos
Filioque («y del Hijo») es la expresión latina que la Iglesia occidental añadió al artículo del Credo de Nicea relativo al Espíritu Santo: «El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo» (Filioque).
La inserción tenía un doble objetivo. Por un lado, se quería honrar lo que Jesús mismo había afirmado cuando dijo: «Os enviaré el Consolador... el Espíritu de la verdad» (Jn 15:26; véase también 14:26), indicando así un papel activo del Hijo en la procesión del Espíritu. Por otra parte, el Filioque quería reforzar el reconocimiento de la plena deidad de Jesucristo, que había sido cuestionada por la herejía del arrianismo, según la cual Jesús era una criatura divina, pero no Dios mismo.
La Iglesia de Oriente rechazó el Filioque porque se introdujo sin consulta previa y porque la Iglesia temía que pudiera infringir el papel único del Padre en la procesión del Espíritu.i Por supuesto, hay mejores lugares para repasar la milenaria controversia, que tiene complejas connotaciones teológicas, eclesiásticas y culturales. No obstante, la referencia al Filioque es necesaria para introducir una conferencia que tuvo lugar en Roma sobre el tema.
El 9 de abril participé en un simposio teológico sobre el Filioque en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, la institución académica y buque insignia de la poderosa organización católica Opus Dei. El libro del profesor Giulio Maspero Rethinking the Filioque with the Greek Fathers [Repensando el Filioque con los Padres Griegos] (Eerdmans, 2023) estaba en el centro de la discusión y el simposio fue la oportunidad de poner a prueba la propuesta ecuménica del libro. En pocas palabras, Maspero sugiere resignificar el Filioque de un modo que sea aceptable para Occidente y Oriente y para ello se remonta a la lección de Gregorio de Nisa y los demás Padres Capadocios, que utilizaron categorías relacionales y no esencialistas al pensar en la procesión del Espíritu.
«En el siglo IV, cuando los Pneumatomacos negaban la divinidad del Espíritu Santo, los Padres Capadocios llegaron a una comprensión relacional» del Espíritu Santo, es decir, que «fue concebido como la gloria y el poder eternamente intercambiados entre el Padre y el Hijo».
Según Maspero, los Capadocios nos ayudan a superar el malentendido de la procesión del Espíritu. Enseñaron que el Hijo tiene en ella un «papel activo», no «causativo», que sólo tiene el Padre.
En el simposio participaron destacados eruditos que debatieron la propuesta. Entre ellos estaban Khaled Anatolios, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Notre Dame y una de las principales autoridades en Atanasio y el Concilio de Nicea; Edward Siecienski, autor de The Filioque: History of a Doctrinal Controversy (OUP, 2013), el libro definitivo sobre el tema; y monseñor Andrea Palmieri, del Pontificio Dicasterio para la Unidad de los Cristianos. Me invitaron a la mesa para representar una voz evangélica.
En mis observaciones, subrayé que la distinción de Maspero entre el enfoque esencialista (con su énfasis en la causa/causación) y el personalista que aparentemente favoreció Gregorio de Nisa resulta muy prometedora. Por un lado, se puede decir que los reformadores abandonaron el esencialismo y las teorías de la causalidad, que no son bíblicas y casi inevitablemente deben conducir a alguna forma de herejía subordinacionista, ya sea lineal o triangular. Por otra parte, un enfoque personalista permite la plena igualdad de las Personas de la Trinidad y hace hincapié en sus relaciones mutuas. Es a esas relaciones a las que los creyentes somos atraídos por la presencia permanente del Espíritu Santo en nuestras vidas, por lo que es de vital importancia para nosotros que comunique una relación de igualdad con el Padre y el Hijo. Si eso es lo que Gregorio de Nisa estaba diciendo (como Maspero parece pensar que era), entonces la teología evangélica tiene mucho en común con él.
En resumen, es loable el redescubrimiento de las categorías personalistas y relacionales de los Capadocios, que cuestionan las categorías esencialistas de la metafísica griega introducidas en gran parte de la teología cristiana. La valoración del papel activo del Hijo en la procesión del Espíritu desde el Padre ayuda a salir del callejón sin salida de pensar la procesión como «causada» por el Padre y el Hijo, con el riesgo de tener dos fuentes de divinidad y no una.
Aunque se sitúa en el lado occidental del Filioque, la teología evangélica siempre ha mostrado al menos un aprecio implícito por los capadocios (por ejemplo, Juan Calvino), ha pensado que Oriente no era herético por no suscribir el Filioque (por ejemplo, Francisco Turretino) y, más recientemente, ha mantenido una actitud abierta hacia la cuestión (por ejemplo, Gerald Bray, Robert Letham, John Frame).
Después de apreciar la propuesta de Maspero, aproveché para hacer un par de preguntas con objeto de contribuir a profundizar la discusión, especialmente en lo que se refiere a la propuesta ecuménica.
En primer lugar, si es correcto superar las categorías «causativas» para recuperar las bíblicas que son relacionales, ¿no deberíamos hacerlo también para los sacramentos y salir así de los mecanismos sacramentales causales de la teología católica romana y ortodoxa para apreciar la acción del Espíritu en la comunicación de la gracia por la sola fe en solo Cristo? En otras palabras, no podemos limitar la recuperación de la relacionalidad únicamente a la cuestión del Filioque sino que debemos extenderla a toda la teología, como nos invita a hacer la Escritura y como hizo la Reforma.
Los evangélicos no creen que el Espíritu Santo descienda a los elementos sacramentales mediante un acto de invocación o epíclesis. Esa idea encaja muy bien con la noción mística del reposo del Espíritu en el Hijo y se explica en términos de «causalidad», pero la Biblia no enseña que el Espíritu actúe de esa manera. No es a través del ministerio o los sacramentos en términos causales sino por una convicción directa de pecado en nuestros corazones que el Espíritu edifica la iglesia. Aunque es bueno alejarse de las categorías causales al abordar el Filioque, ¿no deberíamos hacer lo mismo en el ámbito de los sacramentos para redescubrir la importancia relacional de cómo Dios otorga su gracia en su Hijo por medio del Espíritu?
En segundo lugar, dado que la propuesta de Maspero es ecuménica, la pregunta es: ¿estamos seguros de que al suavizar las esquinas sobre el Filioque se produce un verdadero acercamiento? Las divisiones históricas en el cristianismo están hechas de capas y niveles que han afectado a las estructuras profundas de las diferentes confesiones. El «sistema» católico difiere de los sistemas ortodoxo y protestante. Lo que subyace en las respectivas confesiones es una compleja combinación de teología, historia, política, cultura, etc. El Filioque puede tener cierto peso pero otras cuestiones tienen un impacto mucho mayor en las diferencias y divisiones reales.
Un ejemplo indicativo en el diálogo católico-protestante es la aclamada Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (DCDJ) de 1999, firmada hace 25 años entre luteranos y católicos. Los teólogos y líderes ecuménicos la consideraron un hito en las relaciones ecuménicas y en la superación de los problemas que habían causado la Reforma. Estas expectativas entusiastas iniciales han resultado ser ilusiones. La DCDJ es tan ambigua e inconcluyente que ha dejado intactos tanto el «sistema» católico romano como el luterano. No es sorprendente que muy poco haya cambiado desde la DCDJ. Este es un recordatorio sobrio incluso para las conversaciones en torno al Filioque. Puede que lleguemos a una apreciación más común de la cuestión en todo el espectro cristiano, pero ¿afectará esta nueva conciencia a los compromisos fundacionales de las confesiones católica romana, ortodoxa y evangélica?
En última instancia, debemos preguntarnos si estamos preparados para examinar y revisar nuestras tradiciones a la luz de la Escritura como nuestra autoridad última y estar dispuestos a cambiar en consecuencia. Éste es el verdadero beneficio y la promesa del principio de «sólo la Escritura», ya sea para los debates trinitarios o para la causa de la unidad cristiana. Lejos de ser reduccionista o unilateral, el principio escriturario profundiza en el corazón de las cuestiones y es el punto de entrada fiable a la verdad divina que hay que confesar y vivir.
Notas
[1] Sobre toda esta cuestión, véase Gerald Bray, «The Filioque Clause in History and Theology» [«La cláusula filioque en la historia y la teología»] Tyndale Bulletin 34 (1983) pp. 91-144, e Id., «The Double Procession of the Holy Spirit in Evangelical Theology Today: Do We Still Need It?", [«La doble procesión del Espíritu Santo en la teología evangélica actual: ¿Todavía la necesitamos?»], Journal of the Evangelical Theological Society [Revista de la Sociedad Teológica Evangélica] 41 (1998) pp. 415-4
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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde Roma - El Filioque y la unidad cristiana