Tomás de Aquino, una prueba para el discernimiento evangélico

La Iglesia de Roma se ha apropiado de Tomás de manera persistente y convencida, elevándolo a teólogo católico romano por excelencia.

  · Traducido por Rosa Gubianas

21 DE ABRIL DE 2024 · 12:00

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Imagen de Internat Archive Book Images, Wikimedia Commons.

Tomás de Aquino murió el 7 de marzo de 1274, hace exactamente 750 años. Este año y el próximo (octavo centenario de su nacimiento) serán ocasiones especiales para contar con su legado. En efecto, habrá conferencias, publicaciones y diversas iniciativas en todo el mundo.

Acercarse a Tomás de Aquino (1225-1274) es encontrarse con uno de los gigantes de la teología de todos los tiempos. Tomás sólo es superado por Agustín en su influencia sobre el cristianismo occidental. Más concretamente, durante siglos, el catolicismo romano ha considerado a Tomás como su paladín, la voz más alta, rotunda y completa del pensamiento y la creencia católico romanos. Canonizado por Juan XXII ya en 1323, sólo cuarenta y nueve años después de su muerte, fue proclamado Doctor de la Iglesia por Pío V en 1567 como el teólogo católico por excelencia cuyo pensamiento derrotaría a la Reforma. Durante el Concilio de Trento, la Summa theologiae fue colocada simbólicamente junto a la Biblia como prueba de su importancia primordial en la formulación de los decretos y cánones tridentinos contra la justificación por la sola fe. En el siglo XVII, Tomás fue considerado el defensor del sistema teológico católico por Roberto Belarmino, el mayor polemista antiprotestante que influyó en generaciones enteras de apologistas católico romanos.

En 1879, el Papa León XIII publicó la encíclica Aeterni Patris, en la que señalaba a Tomás como la máxima expresión de la ciencia filosófica y teológica en un clima marcado por la amarga confrontación con el pensamiento moderno. El Concilio Vaticano II (1962-1965) estipuló que la formación de los sacerdotes debía tener a Tomás como guía suprema en sus estudios (Optatam Totius, nº 17).

En años más recientes, Pablo VI (Lumen ecclesiae, 1974) y Juan Pablo II (Fides et ratio, 1998) expresaron un aprecio deferente señalando a Tomás como “maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología” (FR, n. 43). Es decir, la Iglesia de Roma se ha apropiado de Tomás de manera persistente y convencida, elevándolo a teólogo católico romano por excelencia. Además, Tomás es la autoridad reconocida detrás de muchos desarrollos no bíblicos en el catolicismo romano medieval y moderno, desde Trento hasta el Vaticano I y II. Uno no puede dejar de ver los elementos distorsionadores en el corazón de su sistema que han generado desviaciones en lugar de acercamientos a la fe bíblica.

En las últimas décadas y cada vez con mayor intensidad, Tomás se ha acercado, en cambio, a una sensibilidad teológica protestante. En la actualidad, parece haber una percepción generalizada de que Tomás ya no es patrimonio de los católico romanos y que los evangélicos pueden y deben aprender mucho de Tomás. Los teólogos protestantes (desde Pedro Mártir Vermigli hasta Herman Bavinck, pasando por Francis Turrettini) ejercieron, por lo general, un discernimiento teológico que les permitió apreciar los aspectos de su teología que entraban dentro del surco de la fe bíblica y ortodoxa y rechazar sus enseñanzas cuando entraban en conflicto con las Escrituras. En otras palabras, no se adhirieron al sistema tomista como tal (incluyendo su metafísica y epistemología). Aun así, lo descompusieron en sus partes en la medida de lo posible para hacerlo con integridad y lo utilizaron “eclécticamente”. Su atención a Tomás fue más metodológica que sustantiva. Se limitaron a tomar prestadas algunas de sus ideas, pero no les asignaron importancia arquitectónica.

Tomás de Aquino, una prueba para el discernimiento evangélico

Aunque ciertos sectores de la teología evangélica conocen un auténtico coqueteo con el pensamiento de Tomás, puede ser útil recordar la lección de un gran teólogo reformado como Herman Bavinck (1854-1921). Al igual que otros padres de la Iglesia antiguos y medievales, Bavinck adopta un enfoque de Tomás que se ha descrito como “ecléctico”, es decir, libre para recoger de él intuiciones y tesis siendo consciente de que se encuentra en el otro lado (el católico romano) de los fundamentos de la teología evangélica. Dentro de una teología anclada en las Escrituras, Bavinck lee a Tomás con inteligencia y agudeza espiritual, utilizando diversos elementos sin abrazar su sistema. Para Bavinck, la gracia no eleva ni perfecciona la naturaleza sino que la redime del pecado. Este eclecticismo es también el modo en que los reformadores y los escolásticos reformados y luteranos leyeron a Tomás, apoyando a veces sus posiciones y argumentos pero teniendo claro que el marco de la teología de Tomás construida sobre el motivo naturaleza-gracia era distinto y distante de la fe evangélica.

No se trata de rechazar a Tomás como teólogo tóxico por excelencia que hay que evitar a toda costa, ni de encumbrarlo como paladín de la ortodoxia cristiana sino de considerarlo un interlocutor indispensable en la historia del pensamiento cristiano que hay que leer crítica y generosamente a la luz del principio de “sola Scriptura”, lo cual fue advertido por la Reforma a toda la Iglesia.

 

P.D. Permítanme aconsejar mi próximo libro (mayo 2024) que puede ayudar al discernimiento evangélico relacionado con Tomás: Engaging with Thomas Aquinas. An Evangelical Approach (Londres, Apollos, 2024).

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