La mentira de la serpiente

La mentira de la serpiente consiste en ofrecerle a Eva un futuro mejor del que Dios les había prometido.

08 DE JUNIO DE 2025 · 11:20

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@rafaelriva">Rafael Barbosa</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Rafael Barbosa, Unsplash CC0.

“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: “No comáis de todo árbol del huerto?” Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:1-5).

¿Es este relato de Génesis un mito hebreo? Todo el mundo sabe que las serpientes son incapaces de hablar y mucho menos de razonar o mentir.

¿Cómo es que Eva no se sorprende de tan extraordinario comportamiento del ofidio y dialoga tranquilamente con él, como si se tratara de una persona?

Es verdad que existen paralelismos entre estos relatos bíblicos y ciertos mitos antiguos de las civilizaciones que rodeaban al pueblo de Israel. Aunque, como veremos, también hay notables diferencias. ¿Acaso plagió el autor de Génesis los relatos míticos de las culturas politeístas?

En el texto de Génesis, Dios aparece en la creación del ser humano como una deidad humanoide similar a la de los mitos politeístas ya que forma al hombre del polvo de la tierra y sopla aliento de vida en sus fosas nasales; se pasea por el Edén buscando a la primera pareja escondida entre los árboles; dice arrepentirse de haber creado al hombre; se complace con el olor grato del holocausto de Noé y, en fin, baja para examinar de cerca la torre de Babel recién construida.

Todos estos antropomorfismos parecen incompatibles con el Dios trascendente que crea los cielos y la Tierra en el primer capítulo de Génesis. No obstante, es posible que el autor humano de tales relatos no pretendiera que se interpretaran literalmente y asumiera que los lectores entenderían que eran simbólicos.

Se trata de una manera coloquial de referirse a Dios, no de un tratado teológico para seguir al pie de la letra. Sin embargo, sería un grave error confundir tales antropomorfismos (recursos literarios o lenguaje figurado) con la realidad de los milagros y creer, como hacen algunos, que la aparición de milagros en los relatos de los once primeros capítulos de Génesis constituyen una indicación concluyente de que son míticos.

Si Dios hizo el mundo mediante el gran milagro de la creación, es lógico pensar que pueda intervenir también en él de manera milagrosa cuando lo desee. Puede que lo simbólico esté mezclado con lo histórico.

Por ejemplo, es posible que la creación del mundo en seis días literales fuera considerada fantástica por el propio autor humano del relato, puesto que se describen hechos que bien sabía que no podían haber sucedido de forma natural en veinticuatro horas, pero que tampoco eran milagrosos.

En este sentido, cabe mencionar la expansión de las aguas oceánicas en el día segundo, cuando se compara con Gn. 8:3 donde se dice que las aguas del diluvio “decrecían gradualmente” durante “ciento cincuenta días”.

También la tierra produciendo vegetación con semillas y árboles frutales el día tercero. Es evidente que una semilla requiere más de un día para convertirse de manera natural en árbol frutal. Todo esto lo sabía muy bien el redactor de Génesis y es posible que considerara su relato como un símbolo que pretendía fundamentar el origen de la historia humana en el Dios creador.

Asimismo, la serpiente del Edén sería otro elemento fantástico ya que no sólo habla, sino que es intrigante, malévola y se opone a Dios.

Los antiguos israelitas sabían perfectamente que las serpientes no hablan y, por lo tanto, no habrían entendido esta descripción de forma literal sino alegórica. En este sentido, conviene tener en cuenta el simbolismo que tenían las serpientes en las culturas antiguas.

Para la mitología egipcia, por ejemplo, Apofis era considerada como una serpiente gigantesca e inmortal que representaba las fuerzas del mal. Siempre buscaba generar caos, destrucción y guerra. Sin embargo, no podía ser destruida ya que creían que el mal es necesario para que el bien fuera posible. 

También en la epopeya sumeria de Gilgamesh, escrita hace unos 4.700 años, el protagonista pierde su inmortalidad al serle robada por una serpiente.

Otra deidad mesopotámica era Ningizzida, quien custodiaba el árbol de la vida y se la representaba como una serpiente con cabeza humana.

En la mitología de Babilonia, Tiamat era una diosa asociada con el caos que tenía apariencia de serpiente marina, según se menciona en el poema épico Enûma Elish.

De la misma manera, los griegos creían que el dios Asclepo (Esculapio para los romanos) tenía el don de la curación y conocía bien las plantas medicinales.

Se le solía representar con una serpiente ya que, de la misma manera en que este reptil puede vivir tanto sobre la tierra como en su interior, también Asclepo conocía el interior del cuerpo humano, así como sus afecciones y las medicinas adecuadas para curarlas.

Por tanto, las serpientes tenían en las mitologías religiosas del mundo antiguo una relación directa con la supuesta fatalidad del mal y el caos en el mundo.

No es que el relato de Génesis sobre la serpiente de Edén sea una copia de estas mitologías, con las que el pueblo de Israel estaba familiarizado, -como en ocasiones se sugiere- sino que, muy al contrario, constituye una contundente respuesta a todas ellas.

El poder del mal, representado aquí por la serpiente, no es eterno, inmortal o irremediablemente poderoso, tal como creían estos pueblos, sino que está sometido a la voluntad del único Dios verdadero.

De ahí que en el capítulo tercero el Creador maldiga a la serpiente con estas palabras: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón” (Gn. 3:15)

Los hebreos de la antigüedad, así como los demás pueblos, podían entender perfectamente estas palabras ya que conocían el simbolismo de la serpiente.

La enemistad entre el ser humano y el tentador indica la futura reconciliación de los hombres y las mujeres con Dios, que vendría a través de la obra redentora de Jesucristo.

Por tanto, estamos aquí ante un auténtico “protoevangelio”. Es decir, frente a una referencia preliminar del futuro evangelio que vendría siglos después con el Mesías prometido.

La cabeza de la serpiente -símbolo del tentador satánico- sería aplastada por la acción salvífica de Jesús, quien destruyó definitivamente su poder maléfico y venció a la muerte.

Tal como puede leerse en el libro de Hebreos (2:14-15): “…para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

Y como reconoce también el apóstol Pablo, al indicar que la iglesia aplastaría a dicha serpiente: “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros” (Ro. 16:20).

El capítulo tercero de Génesis es uno de los más significativos de la revelación bíblica ya que indica que las relaciones distorsionadas del ser humano con Dios, con la naturaleza, con sus semejantes y consigo mismo tienen su origen no sólo en la desobediencia de la primera pareja humana, sino en la imitación a ella que cada hombre y cada mujer realiza en su vida.

La mentira de la serpiente consiste en ofrecerle a Eva un futuro mejor del que Dios les había prometido. Disponer de un mayor conocimiento de todas las cosas, de unas capacidades cognitivas infinitas, así como de una total independencia del Creador para controlar sus vidas.

“Saber el bien y el mal” es conocer todo aquello que favorece u obstaculizada la existencia.

La voz de la serpiente tiene un origen sobrenatural porque surge de las mismísimas entrañas de Satanás. Muchos años después, Dios abrió también la boca del asna de Balaam para que le hablara, le abriera los ojos y le sacara de su error (Nm. 22:21-33). 

Algunos creen que todo esto no son más que mitos irreales, sin embargo, la Biblia los presenta como acontecimientos históricos.

Otros eruditos, se han referido a ellos como mito-historia o protohistoria[1] ya que consideran que se trata de relatos que exponen verdades teológicas profundas, aunque altamente simbólicas, mediante individuos reales del pasado cuyas acciones fueron muy significativas para toda la humanidad.

El entrelazamiento de estos relatos primigenios con las genealogías que se refieren a personas reales demuestra un interés histórico por parte del autor en hombres y mujeres que alguna vez vivieron y actuaron.

Según la mentalidad moderna, el término “mito” implica falsedad, sin embargo, el autor de Génesis quería que su audiencia creyera que los eventos registrados realmente sucedieron, por lo que se puede decir que tales narrativas son “históricas”, aunque posean elementos figurativos o imaginarios.

[1] Craig, W. L., 2021, El Adán histórico, Kerigma, Salem, Oregón, Estados Unidos, p. 149.

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