¿Quién dicen los hombres que soy yo?

¿Qué han dicho los hombres, a lo largo de la historia, acerca de Jesús? ¿Qué respuestas se han dado a la eterna pregunta acerca de su identidad?

20 DE ABRIL DE 2025 · 09:40

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@stefanotanny">Stefano Tanasi</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Stefano Tanasi, Unsplash CC0.

Según el Evangelio, ésta es la pregunta que les hizo Jesús a sus discípulos en cierta ocasión y ellos le respondieron que “unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas” (Mc. 8:27).

Siempre hubo diversidad de opiniones respecto a la identidad del maestro galileo y esto forma parte del misterio de Cristo. Cada ser humano tiene su propia creencia al respecto, en la que seguramente han influido varios aspectos culturales, psicológicos, familiares, religiosos e individuales.

¿Qué han dicho los hombres, a lo largo de la historia, acerca de Jesús? ¿Qué respuestas se han dado a la eterna pregunta acerca de su identidad?

Básicamente ha habido siete respuestas, según se expone en la famosa obra de los franceses Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies: “Dios, la Ciencia, las Pruebas” (Funambulista, 2023): :

  1. Jesús nunca existió.

  2. Fue un hombre muy sabio.

  3. Fue un loco.

  4. Fue un aventurero fracasado.

  5. Fue un profeta.

  6. Fue el Mesías, pero humano.

  7. Es el Mesías y Dios hecho hombre.

Veamos con detenimiento cada una de tales respuestas para comprobar si son razonables o si, por el contrario, carecen de todo fundamento racional.

 

Jesús nunca existió porque se trata de un personaje mítico

Curiosamente, uno de los primeros en defender la no historicidad de Jesús fue un teólogo alemán que se volvió ateo, Bruno Bauer (1809-1882). Después hubo otros, como el filósofo francés Paul-Louis Couchoud (1879-1959) que también negaron la historicidad de Cristo.

No obstante, esta tesis decimonónica es completamente insostenible ya que su realidad histórica está bien establecida precisamente por quienes no creían en él.

En efecto, los testimonios hostiles de los detractores contemporáneos de Jesús -como la mayoría de los judíos- y de aquellos otros que vivieron poco después, tienen mayor valor probatorio que el de sus propios discípulos.

Entre tales testimonios extrabíblicos, destacan los siguientes:

- El historiador judío Flavio Josefo (37-100 d.C.) narra lo siguiente:

“Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado este y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos.” (Antigüedades judías, XVIII, 63-64).

​Flavio Josefo no creía que Jesús fuera el Mesías, por eso, este testimonio de Flavio (Testimonium Flavianum) es tan importante para confirmar la existencia de Jesús.

El historiador romano Suetonio (69-125 d.C.) se refiere a las persecuciones sufridas por los cristianos en el año 50 y reconoce la existencia real de Jesús al escribir:

“A los judíos instigados por Cristo, él (Claudio) los expulsó de Roma por sus continuas revueltas”. (Vida de Claudio, XXV, 11).

- También Plinio el Joven (61-114 d.C.), gobernador de Bitinia, informa al emperador Trajano acerca de su manera de tratar a los cristianos y admite la realidad de Cristo:

“Los que decían que no eran ni habían sido cristianos, decidí que fuesen puestos en libertad, después que hubiesen invocado a los dioses, (…) y, además hubiesen blasfemado contra Cristo”. (Cartas a Trajano, X, 96 5-7).

- El golpe definitivo a la hipótesis del mito lo dieron los propios judíos en el Talmud de Babilonia ya que, a pesar de no creer que Jesús fuera el Mesías, se refieren a él con estas frases:

“Dice la tradición: en la víspera del Sabbat, en la víspera de la Pascua, Jesús el Nazareno fue colgado (Yeshua-ha-Nostri). (…) ¡Era un seductor! Y la Torá dice: “No muestres compasión por él, ni lo protejas” (Deuteronomio 13:8).” (Tratado del Sanedrín, 43 a.)

- Por último, en el Talmud de Jerusalén, Jesús es presentado como un mamzer, es decir, como el fruto del adulterio de una mujer judía con un centurión romano. Los judíos pretendieron desde siempre difamar a Jesús e inventaron historias fantásticas como ésta con el fin de negar que fuera Dios hecho hombre, tal como predicaban los cristianos.

Por supuesto, para los cristianos estos relatos son blasfemos, pero tienen el inmenso mérito de validar la existencia de Jesús. Los judíos redactores del Talmud eran profundamente anticristianos.

Si hubieran sabido o intuido que se trataba sólo de un mito, lo habrían denunciado inmediatamente. Pero el hecho de que no lo hicieran, confirma la existencia real de Jesús.

Además, los mitos siempre pretenden entusiasmar al pueblo dándole orgullo e identidad. Sin embargo, nada de todo esto se da en un Jesús mítico. ¿Por qué inventar una figura mítica sacrílega para los judíos, absurda para los paganos, que termina su vida en fracaso y mediante una muerte infame?

Todos los testimonios históricos son unánimes: Jesús no es un mito, sino que existió realmente.

 

Jesús sólo fue un gran sabio moralista

El escritor francés Ernesto Renan (1823-1892) escribió en su obra Vida de Jesús las siguientes palabras: “Todos los siglos proclamarán que no ha nacido entre los hijos de los hombres ninguno más grande que Jesús”.

Es evidente que, para Renan, Jesús fue el mayor sabio que existió en la Tierra, pero no era más que un hombre como los demás; ni el Mesías, ni el Hijo de Dios. No obstante, la tesis de Renan es la más absurda e increíble que pueda existir porque ningún sabio diría jamás lo que dijo Jesús.

He aquí algunas de sus frases más famosas que evidencian cordura y, en absoluto, podrían haber sido pronunciadas por un sabio que estuviera en sus cabales.

  • “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2:19).

  • “Tus pecados te son perdonados” (Mt. 9:5).

  • “Yo soy el pan que descendió del cielo” (Jn. 6:41).

  • “Yo soy la Resurrección y la Vida” (Jn. 11:25).

  • “Desde antes que naciera Abraham, Yo Soy” (Jn. 8:58).

  • “El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn. 11:25).

  • “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8:12).

  • “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14:6)

Jesús dijo cosas que eran sacrílegas para sus oyentes como:

  • “El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Mr. 2:28).

  • “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn. 6:53).

Estas palabras de Jesús alejaron a algunos de sus discípulos, tal como afirma la propia Biblia: “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Jn. 6:66).

Si Jesús no es el Hijo de Dios, estas palabras serían las de un loco, no las de un sabio. ¿Acaso un gran sabio buscaría ser el cabecilla de una banda de mentirosos?

Si Jesús sólo fue un hombre muy sabio, habría que suponer que después de su muerte, los discípulos robaron el cuerpo y empezaron a predicar la mentira de que había resucitado.

Por tanto, el “mayor sabio” de la historia solamente habría logrado reclutar a mentirosos, bandidos y estafadores.

Estos discípulos se habrían inventado los milagros de Jesús, los habrían difundido e incluso se habrían dejado matar por predicar su propia mentira. La tesis de Ernesto Renán no se sostiene:

Tal como escribió C. S. Lewis:

“Tenéis que escoger. O ese hombre era, y es, el Hijo de Dios, o era un loco o algo mucho peor. Podéis hacerle callar por necio, podéis escupirle y matarle como si fuese un demonio, o podéis caer a sus pies y llamarle “Dios mío y Señor mío”. Pero no salgamos ahora con insensateces paternalistas acerca de que fue un gran maestro de moral. Él no nos dejó abierta esa posibilidad. No quiso hacerlo.” (C. S. Lewis, 1995, Mero cristianismo, Rialp, Madrid, p. 69).

 

Jesús fue un loco o un iluminado

La idea de que Jesús tenía problemas mentales puede desprenderse de la propia Escritura, de versículos como los siguientes:

  • “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí” (Mc. 3:21).

  • “Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?” (Jn. 8:48).

  • “Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?” (Jn. 10:20).

Asimismo, el teólogo alemán David F. Strauss (1808 -1874) y el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844 - 1900) pusieron en tela de juicio el equilibrio mental de Jesús y dijeron que sufría una paranoia religiosa.

Sin embargo, las palabras de Jesús jamás reflejan locura, sino sabiduría y profundidad de pensamiento. Un loco nunca hubiera dicho estas frases:

  • “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22:21).

  • “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Jn. 8:7).

  • “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc: 23:34).

  • “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Mc. 2:27).

Si Jesús hubiera sido un loco, ¿por qué se le concede tanta importancia en las diferentes versiones del Talmud judío? Del mismo modo que, si Jesús hubiera sido un sabio, no se habría rodeado de mentirosos, si hubiera sido un loco, ¡nadie le hubiera seguido!

De manera que nos encontramos ante el famoso trilema que propuso C. S. Lewis: Jesús es Dios o no es Dios. Si no es Dios, él sabía que no lo era, lo cual lo convertiría en un mentiroso, o bien él creía que era Dios, lo cual sería propio de un loco.

No obstante, el carácter del Maestro, así como el perfil psicológico que refleja la Escritura, no son los de un loco ni tampoco de un mentiroso. Sólo nos queda la opción de que Jesús es Dios, precisamente la que él defendió durante toda su vida.

¿Quién dicen los hombres que soy yo?

 

Jesús fue un aventurero fracasado

Según los judíos, en el ambiente de expectativa mesiánica de la época, Jesús se hizo pasar por Mesías y sedujo a las multitudes con la magia que había aprendido en Egipto.

Trató de fomentar una rebelión contra el poder judío, lo cual asustó a los líderes religiosos y por eso lo ejecutaron. Los discípulos de Jesús se pusieron de acuerdo para continuar con esta rocambolesca aventura, robaron el cuerpo, lo enterraron en un lugar secreto y empezaron a predicar la mentira de que había resucitado.

¿Qué defectos tiene esta cuarta hipótesis del aventurero?

Ante este planteamiento de los judíos, surgen las siguientes preguntas: ¿por qué los grandes sacerdotes no mandaron buscar el cuerpo de Jesús? Esto habría zanjado el tema para siempre. ¿Por qué no detuvieron a los discípulos para hacerlos hablar y que revelaran el escondite donde lo habían puesto?

La actitud incoherente de los jefes judíos va contra la tesis del Jesús aventurero. Además, ¿por qué los discípulos de Jesús habrían predicado una mentira? ¿Cómo es posible que unos hombres acobardados maquinaran el mayor fraude de la historia? ¿Qué finalidad podría haber tenido semejante patraña?

Si lo que pretendían los discípulos era tomar el poder en nombre de Jesús, ¿por qué no se quedaron en Jerusalén? ¿Por qué huyeron a lugares remotos, sin dinero ni familia, para contar una historia falsa de un Mesías judío resucitado a gente pagana que no sabían nada de todo eso? ¿Y, por último, qué resultado o beneficio obtuvieron de esta hazaña?

Según la tradición histórica:

  • Pedro fue crucificado en Roma en el año 64.

  • Pablo fue decapitado en Roma en el año 67.

  • Juan, exiliado a la isla de Patmos.

  • Santiago el Mayor, decapitado por Herodes en el 41.

  • Andrés, crucificado en Patras en el 45.

  • Bartolomé, martirizado en Abanópolis (Armenia) en 47.

  • Simón el Zelote, martirizado en Mauritania, en el 60.

  • Mateo, quemado en el Alto Egipto en el 61.

  • Santiago el Menor, lapidado en el año 62.

  • Judas Tadeo, ahorcado en Armenia en el 65, por orden del rey Sanatruk.

  • Matías, crucificado en Etiopía.

  • Tomás, desollado vivo y lanceado en Meliapor (India), en el año 72.

  • Felipe, colgado por los pies y luego crucificado en Hierápolis (Turquía), alrededor del año 95.

  • Lucas, mártir en Tebas (Grecia) en el 76.

  • Marcos, asesinado en Alejandría.

El matemático y teólogo católico Blaise Pascal dijo: “Creo de buena gana las historias cuyos testigos se hacen degollar”. ¿Quién puede estar dispuesto a morir por una mentira, sabiendo que es mentira?

Los cristianos estuvieron siempre dispuestos a morir por defender su fe porque estaban convencidos de que era verdad. ¿De dónde sacaron el coraje para cambiar pacíficamente la faz del mundo? ¿Habrían estado dispuestos a sufrir tantas penurias por seguir a un simple aventurero?

 

Jesús fue sólo un profeta

La mayoría de los profetas de Israel fueron perseguidos o asesinados. Jeremías sufrió por hacer lo correcto. Daniel fue arrojado al foso de los leones. El cuerpo de Isaías fue cortado por la mitad. Juan el Bautista fue decapitado por Herodes Antipas.

Aparentemente, la muerte de Jesús en la cruz le inscribe en esta línea macabra de los profetas. La tesis de los musulmanes, contenida en el Corán, es que Jesús sólo fue un profeta. Hoy en día, casi mil quinientos millones de personas creen esto.

Desde el islam, se dice que los apóstoles no mintieron, sino que simplemente se equivocaron. Jesús no habría muerto ni tampoco resucitado ya que Dios le habría sustituido en la cruz por un hermano gemelo o por una persona muy parecida a él.

Los musulmanes dicen que los evangelios habrían sido falsificados, aunque no precisan por quién, ni cuándo, ni cómo, ni por qué. No obstante, esta tesis del profeta presenta los siguientes inconvenientes.

Un verdadero profeta, con el don de la clarividencia, jamás se habría rodeado de estafadores y bandidos capaces de esconder su cadáver para hacerlo pasar por Dios hecho hombre.

Un profeta nunca habría pronunciado las palabras sacrílegas de hacerse igual a Dios y, sobre todo, ningún profeta podría resucitar.

 

Jesús fue sólo el Mesías humano

Este planteamiento fue sostenido por el arrianismo del siglo IV y por los cátaros del X, que negaban la naturaleza divina de Cristo.

Según ellos, Jesús fue el Mesías, pero exclusivamente humano, como tantos otros que hubo en aquella época. Entre el año 1 y el 135 d. C. hubo por lo menos otros seis aspirantes a Mesías: Judas el Galileo, Simón, Atronges, Teudas, Menahem y Simón Barcokebas.

La destrucción del templo de Jerusalén (70 d.C.) hizo pensar a los judíos que el Mesías se retrasaba demasiado. Los autores del Talmud interpretaron este retraso como consecuencia de la falta de piedad del pueblo judío y esta falta de fe continúa hasta el presente, pues los judíos ortodoxos todavía siguen esperando al Mesías.

Sin embargo, hay otra interpretación diferente y es que el Mesías vino efectivamente en la fecha anunciada y sólo una minoría supo reconocerlo. El Mesías prometido fue realmente Jesús de Nazaret.

La tesis arriana y cátara perdió crédito en el mundo cristiano, cuando se pudo mostrar que todas las características divinas de Cristo (perdón de pecados, eternidad, identidad con el Padre, etc.) excluían la hipótesis de un Jesús exclusivamente humano.

Por tanto, sólo queda en pie la última hipótesis.

 

Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre

Con la eliminación de todas las hipótesis anteriores, esta última lo ilumina todo. Las palabras de Jesús que parecían insensatas cobran sentido.

Si Jesús es el Hijo de Dios, lo es desde la eternidad y, por tanto, puede decir: “Desde antes que naciera Abraham, yo soy” (Jn. 8:58). También puede perdonar pecados y pronunciar frases llenas de sabiduría.

Si los apóstoles vieron realmente a Jesús resucitado, esto explica su cambio radical, el paso de la cobardía a la audacia y el valor. Vivieron conforme a lo que predicaban porque tenían al Espíritu Santo que Jesús les anunció.

Y así, ante la pregunta inicial: ¿quién es realmente Jesús?, podemos responder que sus palabras y acciones, tal como están registradas en los Evangelios, no corresponden al perfil de un loco ni de un mentiroso ni de un aventurero.

Los discípulos, lejos de ser estafadores, mostraron una convicción y una fe inquebrantable, enfrentando persecuciones y martirios sin renunciar a su testimonio.

Además, los milagros atribuidos a Jesús, documentados por múltiples fuentes, fortalecen la credibilidad de sus afirmaciones. Su enseñanza moral, de una profundidad y coherencia sin igual, ofrece una visión única del amor, la justicia y la misericordia.

La respuesta del apóstol Pedro: “Tú eres el Cristo” es la más coherente de todas.

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