Como respirar

Hablar con Dios lo es todo, porque Él nos regala todas sus riquezas y bendiciones espirituales.

01 DE JULIO DE 2024 · 09:30

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Imagen de Simon Shim, Unsplash.link], Unsplash.

Mc Hammer fue uno de los pioneros del rap y del hip hop. Una de sus canciones más conocidas se titulaba Pray (“Ora”); la verdad es que fue impresionante ver a casi todo el mundo cantando y bailando esa canción en todo tipo de lugares y situaciones. No sé si recuerdas alguno de sus párrafos: 

“Tienes que orar hasta que acabe el día,

 orar en cualquier momento, porque Dios escucha (…) 

Traté y traté y traté y traté de hacer un camino,

Pero no pasó nada hasta que oré (…)
Tenemos que orar”.

Por más que resaltemos la importancia de estar con el Señor y hablar con Él, nunca será suficiente: cuando oramos, todo nuestro ser está incluido, mente, espíritu, emociones, pensamientos, decisiones, deseos, sueños, carácter, todo nuestro yo, lo que somos y lo que tenemos, las relaciones con los demás, las situaciones del pasado, del presente y del futuro… Nada escapa al contacto íntimo con nuestro Creador.

Cuando oramos, reconocemos que dependemos de Dios y que no sabemos vivir de otra manera, ¡No podemos orar queriendo controlarle y que haga lo que queremos! Orar es estar con la persona que más amamos, por eso tenemos que esforzarnos para no caer en la rutina: cuando estamos con alguien a quién queremos, no hacemos siempre lo mismo ni usamos siempre las mismas palabras ¡Mucho más con nuestro Creador! Orar es ir con Él a todas partes, hablarle en todos los lugares, de todas las formas posibles. Orar es derramar nuestro corazón delante de Dios sin ocultar nada. Orar es vivir.

Hablar con Dios lo es todo, porque Él nos regala todas sus riquezas y bendiciones espirituales. Hablar con el Señor es llegar a conocerle y participar en su carácter. La oración no es una técnica sino una manera de vivir. No son frases hechas, no tiene que ver con palabras espirituales, sino con una dependencia absoluta de Dios. Orar es como respirar, si no hablamos con nuestro Padre celestial ¡nos morimos! Por eso el Señor Jesús nos enseñó a orar diciendo “Padre nuestro…”, porque Él está siempre con nosotros. A solas, y cuando nos reunimos dos o tres en su nombre.

El peligro para el cristianismo es que la oración es fácil de “falsificar”. Los fariseos y religiosos del tiempo de Jesús habían hecho un verdadero teatro de la oración: no les importaba tanto que Dios los escuchara, sino que los demás los vieran. Ese peligro sigue siendo muy real en el día de hoy. Necesitamos buscar al Señor siempre y aprender que orar no tiene nada que ver con que los demás nos escuchen y nos vean, sino con que, ¡Dios nos oiga! Aferrándonos a sus promesas descubrimos la excelencia de la oración: “Antes que me llamen, les responderé; antes que acaben de hablar, los escucharé” (Isaías 65:24).

 

 

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